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Las disputas sobre la presidencia bloquean la conferencia sobre el futuro de Europa

La mayoría de las capitales rechaza al federalista Guy Verhofstadt, propuesto por el Parlamento Europeo

El eurodiputado Guy Verhofstadt, en una sesión plenaria de la Eurocámara el 27 de mayo pasado en Bruselas.
El eurodiputado Guy Verhofstadt, en una sesión plenaria de la Eurocámara el 27 de mayo pasado en Bruselas.JOHANNA GERON (Reuters)

El futuro de Europa tal vez sea brillante. Pero el de la conferencia organizada por la UE para discutirlo y diseñarlo no puede ser más oscuro. El arranque de la discusión, previsto para el pasado 9 de mayo y aplazado a este otoño como consecuencia de la pandemia, se ha topado ahora con las discrepancias sobre la elección de su presidente. Bruselas todavía confía en poder lanzar antes de fin de año los debates que deben abrir el camino hacia la reforma y adaptación de la Unión Europea a la realidad del siglo XXI. Pero fuentes diplomáticas indican que la disputa sobre la dirección de la conferencia está lejos de resolverse y aseguran que no se podrá poner en marcha hasta 2021. El nuevo retraso da al traste con el calendario previsto y frustrará la intención del líder francés, Emmanuel Macron, que, como principal impulsor de la Conferencia, esperaba clausurarla a principios de 2022, coincidiendo con su presidencia semestral de la UE.

“Solo falta pactar un nombre para la presidencia, pero lo más probable es que la Conferencia no empiece hasta el primer semestre de 2021”, señala una fuente diplomática involucrada en los preparativos del foro. Esa fuente añade que para oficializar el retraso “alguien deberá convencer a Francia de que acepte la realidad de que la clausura no podrá ser en su presidencia ni antes de la reválida electoral de Macron [en la primavera de 2022]”.

El Parlamento Europeo ha propuesto al eurodiputado belga Guy Verhofstadt, del grupo liberal Renew. Pero el perfil marcadamente federalista de ese candidato espanta en las capitales de la UE, que prefieren una figura más acorde con un Consejo de la UE, donde se sientan varios Gobiernos eurorreticentes. Verhofstadt es conocido por sus encendidos discursos a favor de una Europa federal. Y tiene peligrosos antecedentes a ojos de los países más reacios a un salto en la integración. El belga fue uno de los principales artífices de la Declaración de Laeken, que en 2001 marcó para la UE el inicio de una senda constitucional que cuatro años después acabó en un descalabro con el no a la Constitución en los referéndums de Francia y Países Bajos.

“La Conferencia es ahora más importante que nunca, porque la pandemia ha acelerado tendencias que ya existían y ha generado otras nuevas”, apunta una fuente diplomática. “Ahora sí que debemos reflexionar sobre el papel de Europa en este nuevo mundo”. El eurodiputado Domènec Ruiz Devesa, portavoz de los socialistas en la Comisión de Asuntos Constitucionales del Parlamento, apunta que “desde la aprobación del Acta Única en 1986 nunca habían pasado tantos años sin profundizar el marco constitucional europeo. El último ejercicio oficial de reflexión sobre el futuro de Europa se inició en 2001, con la Declaración de Laeken”.

El pistoletazo de salida de la Conferencia está listo desde hace semanas, pero la pólvora no acaba de prender. Los preparativos a nivel ministerial del foro, llamado a prolongarse durante casi dos años, han concluido. Y según fuentes comunitarias, las tres instituciones involucradas -Comisión Europea, Parlamento Europeo y Consejo de la UE- ya han pactado el texto de la declaración conjunta que delimitará los métodos de trabajo y los objetivos del nuevo foro. Pero el documento sigue sin aprobarse oficialmente por la falta de acuerdo sobre la persona que debe presidir la Conferencia. La decisión no es baladí para los 27 Gobiernos de la UE, conscientes de que, en función de la personalidad elegida y del respaldo con que cuente, la iniciativa puede quedarse en un mero ejercicio de reflexión sin consecuencias prácticas o remontar el vuelo y convertirse en la antesala de una refundación de la UE que incluso precisaría una reforma de los Tratados.

El bloqueo en torno al nombre de Verhofstadt ha obligado a elevar las negociaciones sobre la presidencia al máximo nivel, lo que supedita el nombramiento a un acuerdo entre los jefes de Estado y de Gobierno. La cumbre europea de diciembre sería la última oportunidad para poner en marcha este año la Conferencia. Pero las fuentes consultadas dudan que se pueda llegar a un acuerdo. Algunas voces, además, prefieren esperar a que se despeje el panorama de la pandemia, poco favorable a una Conferencia que pretende involucrar a la opinión pública a través de foros de debate a nivel local.

“Es lamentable no haber arrancado aún, a pesar de la pandemia, pues todos los foros siguen funcionando adaptados a las nuevas circunstancias”, señala Ruiz Devesa. El eurodiputado español cree que Verhofstadt “está más que cualificado para la tarea, y si el Consejo le veta debe explicar sus razones al Parlamento y a la opinión pública y proponer alternativas”.

Los posibles nombres para la presidencia abundan, desde el negociador europeo del Brexit, Michel Barnier, al ex primer ministro italiano Enrico Letta, o el ex primer ministro finlandés Alexander Stubb. Pero el Consejo se resiste a concretar su propuesta tanto por discrepancias internas, como por la sospecha de que el primer candidato que se plantee será vetado por el Parlamento en revancha por el veto al eurodiputado liberal.

El retraso en el nombramiento ha incorporado, además, la variable del color político, que se daba por resuelta hasta ahora. Los liberales, con Verhofstadt o sin él, parecían destinados a presidir una Conferencia que nace en gran parte como iniciativa de su principal líder en el continente, Emmanuel Macron. Pero casi año y medio después de las elecciones europeas, los equilibrios de poder vuelven a la mesa de negociación. En el reparto inicial, los populares lograron la presidencia de la Comisión Europea, con Ursula von der Leyen; los liberales, la del Consejo, con Charles Michel; y los socialistas, la del Parlamento, con David Sassoli.

Pero el mandato de Sassoli es de dos años y medio y expira a mediados de 2021, cuando se espera que pase a los populares. El mandato de Michel también es de dos años y medio y expira a finales de 2021, pero su renovación estaría prácticamente garantizada salvo que el belga cometa algún error irreparable. Los socialistas se quedarían así sin ninguno de los cuatro cargos a repartir, con populares y liberales copando dos cada uno. La presidencia de la Conferencia podría compensar a los socialistas, una posibilidad que cultivan los primeros ministros de esa familia política.

A pesar de todo, tanto la presidencia alemana de la UE como la Comisión Europea se muestran dispuestas a lanzar los debates cuanto antes. “Estamos listos para organizar el evento de apertura de la Conferencia, pero hace falta un acuerdo sobre un nombre”, señalaba a mediados de este mes Michael Roth, secretario de Estado para Asuntos Europeos del Gobierno alemán. Y el vicepresidente de la Comisión Europea, Maros Sefcovic, mostraba su esperanza de que la Conferencia arranque durante el semestre de presidencia alemana (que concluye el 31 de diciembre) “en un formato híbrido que permita respetar las normas sanitarias de la pandemia”.

Bruselas teme que un retraso adicional ponga en peligro la viabilidad de la propia Conferencia al desbaratar definitivamente su calendario. Los debates cabalgarían por un periodo electoral muy sensible, con la salida de la canciller Angela Merkel en Alemania (finales de 2021) y con unas elecciones en Francia que podrían ser, como las de 2017, un duelo entre el europeísmo liberal de Macron y la eurofobia ultraderechista de Marine Le Pen.

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