Madrid y Cataluña, norte y sur de Italia e Inglaterra y otras alteraciones víricas en la vida de los países
La pandemia no solo cambia la relación de fuerza entre potencias: también agita las perspectivas de las regiones de cada nación y de los ciudadanos que las habitan
Mucha atención acapara en este tiempo oscuro el cambio de relación de fuerzas entre naciones o bloques. Es evidente que China, que ha resistido mejor que otros la embestida del virus, gana peso global en estas vicisitudes y que Europa, con una economía en fuerte contracción, lo pierde. Dentro de Europa, Alemania resiste mejor y se distancia aún más del trío mediterráneo Italia, Francia y España, en claro colapso económico. Menos atención, en cambio, ha atraído la evolución de los equilibrios y relaciones políticas o económicas internas de los países, entre sus propias regiones, que la pandemia está fomentando.
En España se nota de forma muy evidente. En un país marcado en las últimas décadas por graves impulsos separatistas, la confrontación más destacada del momento resulta ser ahora entre la Comunidad de Madrid y el Gobierno central. En cambio, en la Cataluña protagonista de una confrontación independentista desgarradora, el pulso decae, y la ciudadanía reclama que las autoridades locales se centren en la buena gestión de los servicios públicos, según una encuesta del Centro de Estudios de Opinión (CEO), el CIS catalán. Tras años en los que la cuestión separatista era la prioridad, ahora los catalanes sitúan con diferencia en primer lugar otras cosas.
En Italia también se ha producido un fenómeno llamativo aunque no sorpresivo. Lombardía, durante décadas gran motor de la economía italiana y adalid de su modernidad, ha sido el epicentro del seísmo pandémico. Esto tiene una lógica, debido a sus fuertes relaciones con el exterior, pero ha desencadenado durante meses la inhabitual imagen del líder todopoderoso en crisis mientras el sur menos desarrollado capeaba mucho mejor la crisis. Incluso en términos de rivalidad por la primacía económica en el norte, la mejor gestión del Véneto ha alterado los equilibrios entre ambas regiones ricas.
En el Reino Unido se observa un incipiente malestar en el tradicional cinturón rojo del norte de Inglaterra por las medidas de contención del virus, que golpea ahí más duro que en el acaudalado sur. La situación puede alterar la penetración de los conservadores de Johnson —muy pronunciada en las últimas generales— en esos feudos históricos del laborismo.
Hay otras reconfiguraciones quizá más sutiles de entrada, pero fértiles en consecuencias. Tras siglos de imparable empuje y ascenso, las ciudades, auténtico motor de las civilizaciones, sufren más que cualquier otro entorno, por sus ineludibles características de aglomeración en los transportes, viviendas con menos espacios, etcétera. Las oficinas, entorno laboral estandarte del corazón de las ciudades, sufren con la pandemia no solo un golpe en el tiempo presente, sino probablemente el inicio de una duradera metamorfosis. Es racional pensar que el presencialismo estajanovista dejará paso a formas híbridas de trabajo, con mayor aceptación de labores a distancia, especialmente en los oficios con mayor valor añadido intelectual.
Esto posiblemente reinyectará sangre en territorios periféricos, a menudo en los últimos años caldo de cultivo de brotes de malestar. Zonas que no han disfrutado de la efervescencia creadora del centro de las ciudades, de los enclaves turísticos, o de los nudos de conexión de las principales vías de transportes. Esas son las zonas de Francia donde brotó el movimiento de los chalecos amarillos. O las de la España vaciada, que no ha vivido protestas como Francia, pero que ha sufrido serias dificultades en los últimos lustros.
El cambio en la relación de fuerzas entre países naturalmente tendrá muchas consecuencias, pero puede que para muchos ciudadanos del mundo tengan más impacto los cambios de dentro.
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