La brutalidad policial enciende de nuevo Estados Unidos
Dos personas mueren por disparos en la tercera noche de disturbios en Wisconsin. Un joven de 17 años fue detenido como sospechoso
La ira ha vuelto a prender en Estados Unidos al final de un verano marcado por las movilizaciones contra el racismo, su derivada violenta y la tensión política que añade a un país en campaña electoral. Los disparos por la espalda a un hombre negro por parte de la policía el domingo en Kenosha (Wisconsin) han desencadenado tres jornadas de protestas que, el martes por la noche, dejaron dos muertos en la ciudad. Un joven de 17 años ha sido detenido como sospechoso. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció este miércoles que enviará fuerzas federales para frenar la violencia.
Wisconsin estaba llamado a ser un centro informativo mundial este verano porque acogía la celebración de la Convención Demócrata, esa que la semana pasada coronó a Joe Biden como candidato a presidente. La pandemia obligó a cancelar actos masivos, así que todos los eventos programados —discursos, debates, conciertos, la votación de los miles de delegados— en la ciudad de Milwaukee se realizaron de forma virtual. Ahora, como si fuera un capricho de guion algo siniestro, este Estado pequeño y cercano a la frontera con Canadá se ha colocado bajo los focos de un modo muy distinto al que proyectara.
El suceso que ha sacudido de nuevo el país tuvo lugar el domingo poco después de las cinco de la tarde, cuando la policía acudió a una dirección de Kenosha, una ciudad de 100.000 habitantes, tras recibir el aviso de un “incidente doméstico”. Lo siguiente que se conoce es lo que millones de estadounidenses han visto en un vídeo de apenas 20 segundos grabado por un transeúnte. En él, un hombre afroamericano llamado Jacob Blake, de 29 años, aparece caminando en dirección a un coche negro con dos agentes de policía gritándole y uno de ellos, apuntándole con un arma. Blake continúa caminando y se coloca en el lado del pasajero del vehículo, abre la puerta y mete medio cuerpo mientras los agentes, que le han seguido, siguen gritando. Uno de ellos le agarra por la camiseta. El otro saca en última instancia también su arma. En unos instantes, se oyen múltiples disparos y gritos de otras personas presentes. Entonces se ve a un tercer agente.
Blake se encuentra ahora ingresado en estado grave en un hospital de Milwaukee, los policías involucrados han sido dados de baja administrativa y el Departamento de Justicia de Wisconsin ha abierto una investigación. Con la indignación por la muerte de George Floyd en mayo en Mineápolis muy fresca aún en la memoria colectiva, las protestas por el caso de Blake comenzaron el mismo domingo del tiroteo. La noche del martes se recrudecieron y acabaron en un grave enfrentamiento entre civiles que pueden incluir a miembros de una milicia urbana.
Las fuerzas de seguridad habían dispersado las concentraciones de personas que estaban desafiando el toque de queda impuesto por las autoridades para contener los disturbios en Kenosha y, según la prensa local, parecía que la jornada estaba ya casi muerta cuando rescoldos de manifestantes y unos hombres armados se enfrentaron en una gasolinera.
Algunos vídeos recogen lo sucedido. En uno de ellos, se ve a un hombre caer al suelo y, desde la calzada, disparar varias veces con un rifle o escopeta, derribando a al menos una persona. La policía buscaba a un varón blanco, según dijo el sheriff del condado de Kenosha, David Beth. Este miércoles fue detenido como sospechoso un joven de 17 años, Kyle Rittenhouse, en una ciudad cercana en Illinois. Poco antes, Trump anunció en Twitter que enviaría fuerzas de seguridad federales a Wisconsin, donde el gobernador demócrata, Tony Evers, ha activado 250 reservistas de la Guardia Nacional.
Como sucedió con las movilizaciones a raíz de Floyd, las manifestaciones pacíficas se ven luego seguidas por grupos violentos que saquean negocios y prenden fuegos. Pero esta vez, en Kenosha, un grupo autoidentificado como una milicia local ha advertido de que no se va a quedar de brazos cruzados y pretende hacerse cargo de la labor encomendada a las fuerzas de seguridad.
La Kenosha Guard (Guardia de Kenosha) publicó un mensaje en su página de Facebook —ya no disponible— en el que advertía a las autoridades de que pensaban estar presentes en las calles. Más tarde, en una publicación posterior recogida por Reuters, se refirieron a los sucesos de la noche anterior: “No sabemos si el ciudadano armado estaba respondiendo a la llamada a las armas de la Guardia Miliciana de Kenosha. Al igual que con los disparos a Jacob Blake, necesitamos conocer todos los hechos y pruebas que surjan antes de juzgar los ocurrido. Dios proteja a Kenosha”.
El caso añade gasolina en un país que ha vivido la mayor ola de movilizaciones contra el racismo en 50 años a raíz de la muerte del afroamericano George Floyd en una detención brutal el pasado 25 de mayo en Mineápolis. En Louisville (Kentucky) al menos 64 personas fueron detenidas el martes en otra protesta por la muerte a manos de la Policía de Breonna Taylo, una técnica de emergencias de 26 años que recibió ocho balazos de tres policías que acudieron a su apartamento con una orden de registro.
Los casos de brutalidad policial y la respuesta de los manifestantes en las calles se han convertido en uno de los asuntos candentes de esta campaña electoral, a poco más de dos meses de la cita con las urnas. Ocurrió con Mineápolis, luego con Portland y ahora con Wisconsin. Los demócratas acusan al presidente de ignorar los problemas estructurales de racismo y Trump se erige en defensor de la “ley el orden” ante una oposición que, según su discurso, compadrea con los violentos.
Munición partidista
Wisconsin, uno de los Estados clave en las elecciones de noviembre, es el vivo ejemplo de la división partidista que se ha desatado a raíz de las movilizaciones contra el racismo. El gobernador, un demócrata, reclamó una sesión extraordinaria de la Cámara legislativa estatal para abordar medidas que refuercen la transparencia y la rendición de cuentas por parte de la policía, algo que ya planteó en junio, tras el caso Floyd. “Sabemos con claridad que no es el primer hombre o persona negra en recibir disparos o heridas o en ser disparado sin piedad a manos de miembros de las fuerzas del orden en nuestro Estado o nuestro país”, escribió Tony Evers en su cuenta de Twitter.
La Cámara estatal, por el contrario, es de mayoría republicana y no ha recibido con agrado la propuesta de Evers. “El gobernador está haciendo política otra vez y dictando políticas progresistas que profundizarán las divisiones en nuestro Estado”, respondió el legislador Robin Vos.
Donald Trump, que se enfrenta a una elección complicada en noviembre por la grave crisis del coronavirus, ha hecho de la ley y el orden uno de los grandes mensajes de su campaña. Mientras, apunta con el dedo a los alcaldes de las ciudades en ebullición -demócratas en su mayoría- como tolerantes con la violencia. “No vamos a estar del lado de los saqueros, los fuegos, la violencia y la anarquía en las calles estadounidenses”, escribió en su cuenta. El gobernador Evers, señaló, ha aceptado la ayuda federal.
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