Una transición consensuada para Bielorrusia
Diversos expertos coinciden en que la evolución política de la crisis no debe alterar las relaciones exteriores y la posición geoestratégica del país
Para decidir qué hacer en Bielorrusia, el presidente de Rusia, Vladímir Putin, puede optar por alguna de las posiciones de las diversas “torres del Kremlin”, la expresión con la que se designan los grupos de poder y opinión que intentan influir sobre el jefe del Estado. También puede escuchar las sobrias recomendaciones que le ofrecen las instituciones profesionales de la política internacional. Los prestigiosos directores de dos centros de investigación y análisis de Rusia coinciden en que lo deseable es una evolución política que no altere las relaciones exteriores y la posición geoestratégica de Bielorrusia.
“No es posible una mediación interna hoy en Bielorrusia porque no está claro entre quién y quién. Rusia está haciendo ya un trabajo de mediación, pero no entre Alexandr Lukashenko y una oposición no formada, sino con los grandes países de Europa como Alemania y Francia”, afirma Alexéi Gromiko, director del Instituto de Europa, dependiente de la Academia de Ciencias de Rusia.
Gromiko es historiador de formación y nieto de Andréi Gromiko, ministro de Exteriores de la URSS (1957-1985). El legendario Mr. Nyet (señor no) como se conocía al político, era originario de Bielorrusia y su nieto mantiene los vínculos con aquel país. Esta semana, en la televisión bielorrusa, ha advertido que, bajo la influencia del “escenario revolucionario” y la “presión híbrida”, Bielorrusia podría perder su identidad como país con una amplia y variada base industrial y también su condición de plataforma negociadora sobre el Este de Ucrania. Si Minsk cambiara su política de asociación con Rusia en el marco de la Unión Económica Euroasiática (UEE) por un giro hacia la Unión Europea, de la industria bielorrusa quedaría a lo sumo “talleres de montaje” y Minsk, como “hermano menor de Polonia”, no podría acoger las conversaciones sobre Ucrania.
El Consejo Coordinador de la Oposición de Bielorrusia “no tiene un programa único”, explica Gromiko, y Svetlana Tijanóvskaya (la candidata de oposición exiliada en Lituania) apoyó un programa de medidas de reactivación de la economía bielorrusa que, según el experto, cuestiona el modelo de asociación con Rusia. “El consejo de la oposición no se consolida, sino que se desintegra”, opina Gromiko, quien admite no obstante que en el futuro se podría hablar con la oposición “si aparece una parte moderada que aspire a transformar el sistema por un camino evolutivo mediante un proceso político de reforma constitucional”.
“Lo que tenemos hoy”, señala, “es a Lituania y Polonia apoyando un escenario a la venezolana, tipo Juan Guaidó” (presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela y reconocido por la UE como presidente encargado del país). “Pero esta no es la posición de Alemania o Francia”, sentencia Gromiko, que ha acusado a Lituania y Polonia de injerir en los asuntos de Bielorrusia mientras trata de evitar que Rusia influya siquiera en ellos.
La “variante ideal” es un proceso que guarda ciertas reminiscencias con la sucesión del presidente ruso Boris Yeltsin por Putin en 1999-2000, explica Andréi Kortunov, director del Consejo de Asuntos Internacionales de Rusia, una institución presidida por Igor Ivanov, exministro de Exteriores de Rusia (1998-2004).
Interna y externa
Kortunov distingue entre transición interna y externa. En la primera, Lukashenko nombraría a su sucesor, se lo presentaría a Putin y ambos se darían garantías mutuas. El sucesor se iría rodando en asuntos de Estado (como hizo Putin en el tiempo que fue primer ministro), mientras se desarrollaría un proceso constitucional que culminaría con elecciones. Lukashenko podría conservar algún puesto oficial y el sucesor podría ser “un joven general o un tecnócrata, que debe ser propuesto por el presidente actual y ser leal con este y con los demás, porque Lukashenko vería como un traidor a cualquier persona que hoy intentara jugar su propio juego en Moscú”, dice Kortunov. “La transición política en Bielorrusia ha comenzado ya y se puede frenar, pero no parar”, afirma.
En cuanto a la transición externa, Kortunov rechaza el ejemplo de Ucrania y pone como referente a Armenia, donde el relevo revolucionario de los dirigentes (Serzh Sargsián por Nikol Pashinyán en 2018) se realizó sin alterar el modelo de alianzas geoestratégicas. “Rusia les apoya pese a que su dinámica interna se diferencia de la nuestra, porque Moscú y Yeriván llegaron aparentemente a un acuerdo, según el cual Armenia podía hacer lo que quisiera en política interior, pero no cambiaba el cuadro geopolítico, no se salía de la Organización del Tratado de Defensa Colectiva ni de la Unión Económica Euroasiática, ni intentaba ingresar en la OTAN ni en la UE”, añade. “Armenia no estaba en buena situación con vecinos como Azerbaiyán y Turquía, y Bielorrusia tampoco está muy bien, porque la UE no puede cubrirla de oro ni darle una vía prioritaria para ingresar en la Unión y Rusia es su primer mercado”, considera el experto, que indica que Bielorrusia podría desarrollar la democracia y el pluralismo sin alterar su contorno de alianzas.
“Los países occidentales se portan racionalmente y con razón supusieron que no hay que repetir el escenario ucranio, que no hay que dar a Moscú un motivo suplementario para injerir en la situación en Bielorrusia. Para los militares rusos un Lukashenko debilitado sería ideal porque podrían conservar sus bases y ampliar su presencia en Bielorrusia, pero ellos no son los únicos que toman decisiones”, señala Kortunov. “Espero que no haya una injerencia militar directa de Rusia, pero esto no significa que no haya ninguna injerencia y hay un montón de métodos para influir en la situación”, añade.
No excluye el especialista que alrededor de Putin haya gente que lo inclina a una injerencia más activa, incluido el empleo de la Guardia Nacional. “Y desde el punto de vista formal y jurídico eso sería tan legítimo como la ayuda prestada al presidente Bachar el Asad en Siria”. No obstante, Kortunov plantea que el Kremlin debe considerar que “tal injerencia”, con independencia de su base formal y jurídica “provocaría un nuevo y serio empeoramiento de las relaciones con Occidente” y que una actuación de la Guardia Nacional Rusa o de las fuerzas antidisturbios en las ciudades bielorrusas inevitablemente generaría un estado de ánimo antirruso “que no existe hoy en ese país”. “Oficialmente no hay consultas entre Moscú y la oposición, porque Bielorrusia ha incoado una causa penal contra el consejo opositor, pero estoy seguro de que hay contactos no oficiales entre gente de confianza de Moscú que discute distintas variantes de transición política con ese consejo”, opina Kortunov.
“La única vía es una transición por etapas, si la situación no se descontrola, porque los militares y cuerpos de seguridad y policiales dejarán de someterse a Lukashenko, se pasarán a la oposición o se inhibirán”, concluye el experto, que cree que si pierde ese apoyo, a Lukashenko le será muy difícil mantener el poder, que puede pasar al otro lado, y entonces sucedería una revolución. Y, para evitar una intervención militar rusa en ese hipotético caso, es por lo que sería deseable optar por la variante armenia y no la variante ucrania.
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