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La renta básica del coronavirus da impulso político a Bolsonaro

La ayuda de 111 dólares mensuales, que llegó a la mitad de los hogares brasileños en julio, vence este mes. El Gobierno y el Congreso negocian cómo prorrogarla

El presidente Bolsonaro, junto a su predecesor, Michel Temer, este miércoles en Brasilia. En vídeo, Bolsonaro defiende su gestión del coronavirus en Brasil.Vídeo: ANDRE PENNER (AP) / REUTERS
Naiara Galarraga Gortázar

Solo dos semanas después de que comenzara el confinamiento en Brasil y el presidente Jair Bolsonaro despreciara el coronavirus como una gripecilla, las autoridades brasileñas tomaron una decisión de calado para amortiguar el golpe económico: aprobaron una especie de renta básica para millones de personas que de un día para otro se habían quedado sin ingresos. La ayuda de emergencia (600 reales al mes, 111 dólares), que se empezó a pagar en abril y en julio llegó a la mitad de los hogares, se ha convertido en el mayor programa social de un Gobierno que llegó al poder con la promesa de adelgazar el Estado. Además de mitigar la catástrofe económica, la paga ha mejorado la maltrecha popularidad de Bolsonaro, sobre todo entre los más pobres, a pocos meses de las elecciones municipales. El jefe del Ejecutivo goza de la popularidad más alta desde el inicio de su mandato, con un respaldo del 37%, según la encuesta de Datafolha publicada este viernes. El rechazo ha caído diez puntos hasta el 34% en poco más de un mes.

El presidente siempre ha sido mejor visto por sus compatriotas ricos que por los más necesitados. Pero la pandemia está cambiando esas percepciones. Su discurso anticiencia, negacionista y a veces obstruccionista ante la enfermedad ha mermado su apoyo entre los más pudientes mientras las ayudas directas de dinero han impulsado su popularidad entre los más vulnerables. Las encuestas indican que en las últimas semanas ha ganado apoyo en el noreste, tradicional base de apoyo del Partido de los Trabajadores de Lula da Silva. Es una zona donde Bolsonaro perdió las elecciones. Pero ahora millones de personas que subsistían gracias a programas contra la pobreza extrema como Bolsa Familia han visto, a cuenta del coronavirus, triplicarse los subsidios que reciben.

Bolsonaro, que mantiene un apoyo firme de un tercio de los brasileños, ha logrado capitalizar políticamente la ayuda de 600 reales, que salen de los cofres del Gobierno federal, aunque es fruto de un acuerdo entre el Ejecutivo, la Cámara de Diputados y el Senado. Las tres partes negocian ahora la prórroga y la cuantía de la paga, que vence este agosto. Tanto las municipales de noviembre como el techo de gasto son factores cruciales en esa negociación. El titular de Economía ha advertido públicamente a Bolsonaro ante la tentación de embarcarse en un derroche de dinero público y romper el techo de gasto para asegurarse una reelección en 2022.

El desempleo ha subido al 13,3% después de que la pandemia se haya llevado por delante nueve millones de empleos. Como el coronavirus ha obligado al Gobierno a aparcar en buena medida la agenda de liberalización con la que llegó al poder, eso ha provocado una desbandada en el equipo del ministro de Economía, Paulo Guedes. “Desbandada” es la palabra con la que el ultraliberal Guedes ha definido las dimisiones en los últimos días de cinco altos cargos de su equipo, incluido el zar de las privatizaciones. Se van descontentos con la demora de las reformas prometidas como la de la Administración o la tributaria. Una hipotética salida del ministro de Economía sería un golpe durísimo para Bolsonaro porque es uno de sus principales puntales tras el portazo del antiguo juez Sergio Moro. Y porque Guedes es el principal motivo por el que el presidente ultraderechista tiene el respaldo del empresariado y los mercados.

Brasil fue uno de los primeros países, si no el primero, en dar ayudas directas a los más afectados por el parón económico derivado del coronavirus. Y su programa es de los más amplios por detrás de EE UU. En cinco meses ha colocado directamente en el bolsillo de decenas de millones de personas 250.000 millones de reales (46.500 millones de dólares), el equivalente al 3,5% del PIB. Aunque al principio la tramitación fue un notable caos, más de 60 millones de personas lo reciben, incluidos trabajadores informales y todos los que ya recibían las ayudas de Bolsa Familia. La pobreza extrema se ha desplomado a mínimos históricos gracias a los 600 reales, aunque los especialistas advierten de que los índices se dispararan en cuanto cese la paga. Una de las posibilidades es prorrogarla pero reducir la cuantía.

Desde que la pandemia asomó en Brasil, Bolsonaro ha insistido en que la debacle económica “es un efecto colateral más grave que el propio virus”. Desde el principio criticó las medidas de confinamiento recomendadas por gobernadores y alcaldes para frenar los contagios e hizo campaña por la reapertura del comercio. Y no duda un instante en culparles directamente por los más de 100.000 muertos y los tres millones de contagios que el país acumula en lo que es el segundo brote más grave del mundo después de Estados Unidos, con la diferencia de que EE UU hace muchos más test a su ciudadanía, con lo que la imagen que tiene de la evolución de la enfermedad es muchísimo más nítida que la brasileña.

La investigación del Tribunal Supremo contra Bolsonaro por las supuestas injerencias políticas no han deparado novedades recientemente. Sí las ha habido en la investigación por corrupción contra uno de sus hijos, el senador Flavio Bolsonaro, cuyo principal sospechoso, Fabrizio Queiroz, fue detenido en junio. Las pesquisas policiales han descubierto nuevas transferencias de Queiroz, amigo de toda la vida de los Bolsonaro, a la actual esposa del presidente, Michelle Bolsonaro. El presidente asegura que es la devolución de un préstamo.

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Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).

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