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OBITUARIO
Columna
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Muere Andrew Mlangeni, el último superviviente de la generación ‘antiapartheid’

El referente en la lucha por la igualdad, que vivió 26 años en la cárcel y otros 26 en democracia, ha fallecido a los 95 años en Pretoria

Ciudad del Cabo -
Andrew Mlangeni, histórico opositor del 'apartheid', acude a una entrega de premios en Johannesburgo, en 2018.
Andrew Mlangeni, histórico opositor del 'apartheid', acude a una entrega de premios en Johannesburgo, en 2018.GULSHAN KHAN (AFP)

La muerte del militante antiapartheid Andrew Mlangeni sella el fin de una generación. Es el culmen de un capítulo de la historia de Sudáfrica cargado de sacrificios, lucha y compromisos; con la libertad como bandera y la falta de ella como condena. Mlangeni era el último superviviente de los convictos de Rivonia, el célebre proceso con el que se encarceló a ocho líderes de la cúpula del Congreso Nacional Africano (CNA), entre ellos a Nelson Mandela, y que dio a conocer al mundo las políticas segregacionistas del régimen del apartheid. Mlangeni vivió 26 años en la cárcel y 26 en democracia.

A sus 95 años, Andrew Mlangeni se ha apagado en Pretoria, la capital de una Sudáfrica muy distinta de la que le vio nacer el 6 de junio de 1925. Una Sudáfrica muy diferente de la que le vio unirse al CNA en 1951, cuando la organización antiapartheid aún pedía la igualdad sin recurrir a la violencia; y muy lejana de la que le vio, en 1961, recurrir a las armas. Tras la ilegalización del CNA, Mlangeni fue elegido para ser de los seis primeros miembros en recibir formación militar fuera del país, se fue a China. Se preparó para unirse al uMkhonto we Sizwe -conocido como MK-, el entonces recién creado brazo armado del CNA. Pero tuvo poco tiempo para operar. El mismo año que volvió a Sudáfrica, en 1963, fue detenido.

Andrew Mlangeni estaba en la granja de Liliesleaf con la plana mayor del MK el 11 de julio del 1963. Tenía 38 años, la reunión clandestina debía ser la última celebrada en este refugio de Johannesburgo, y entre los presentes estaban Walter Sisulu, Govan Mbeki, Ahmed Kathrada y Denis Goldberg. La reunión no fue solo la última en Liliesleaf, sino su último encuentro en libertad: la policía del régimen lanzó una redada y les arrestó a todos. Tres meses después empezó el famoso juicio de Rivonia, que Nelson Mandela usó como tribuna política y de denuncia, y que mandó a ocho de los procesados, todos líderes del CNA, a la cárcel política de Robben Island. Mlangeni fue el acusado número 10. El prisionero 467/64. Cargos: sabotaje. Sentencia: cadena perpetua.

Con aquellos que compartió ideas de libertad, igualdad y antirracismo compartió también sus años de cárcel en Robben Island. Fueron 26 años en prisión antes de ser liberado en 1989, un año antes que su amigo y camarada Nelson Mandela.

Mlangeni, el revolucionario a la sombra, el más discreto de los procesados en Rivonia, se va dejando una huella profunda, no solo por su compromiso con los derechos humanos y la igualdad, sino por su enorme “generosidad” y “humildad”, como están mencionando muchos sudafricanos en el alud de condolencias y tributos que inundan redes y ondas radiofónicas desde que se ha conocido su deceso. “Era el último monumento de una generación valiente de sudafricanos que renunció a la libertad, a su carrera, a la vida en familia y a su salud para que todos nosotros fuéramos libres” ha expresado el Premio Nobel de la Paz, Desmond Tutu, que ha apelado a seguir sus pasos: “Ahora les toca a los jóvenes tomar el relevo y terminar el camino”.

En 1994 Mlangeni pudo ser testigo y participar en las primeras elecciones libres de Sudáfrica, un país ya sin leyes racistas, y vio a su gran amigo y compañero de cárcel, Nelson Mandela, convertirse en el primer presidente negro de la historia del país. El CNA, su organización, su partido, su lucha, pasaba a gobernar el país. Mlangeni fue diputado durante el primer mandato y después se retiró y vivió 26 años en democracia.

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La modestia y la integridad son la estela que Mlangeni deja en un país que reclama más políticos como él. Detrás de los focos, de los protagonismos, siendo “el chico entre bambalinas”, como él mismo se autodenominó, Mlangeni queda como el símbolo del político honesto. El que supo, antes y después de estar en el poder, pensar en el bien común antes que en el suyo propio.

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