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La democracia europea frente al virus

Europa batalla por una recuperación verde

La UE supera el riesgo de poner fin a su agenda climática y la relanza gracias a las negociaciones del plan de 750.000 millones de euros

Greta Thunberg, en una manifestación por el clima en Bruselas.
Greta Thunberg, en una manifestación por el clima en Bruselas.Delmi Álvarez
Lluís Pellicer

Europa se confinó con la promesa de un continente libre de combustibles fósiles en 2050. La depresión económica que ha seguido a la pandemia, sin embargo, amenazó con llevarse por delante la agenda verde que había trazado la Comisión Europea. EE UU, China y Brasil daban signos de dar marcha atrás, e incluso en el seno de la UE se habló abiertamente de abandonar el Nuevo Pacto Verde. Sin embargo, el plan de recuperación, cuya propuesta actual alcanza los 750.000 millones de euros, podría relanzar el programa del Ejecutivo comunitario para una economía verde y digital. E incluso le imprimiría velocidad con más dinero a corto plazo que podría arrastrar a las capitales más escépticas, como Varsovia y Praga.

No ha habido periodo de gracia para el Ejecutivo de Ursula von der Leyen. La crisis más grave que atraviesa la Unión Europea desde su fundación ha puesto a prueba al equipo “geoestratégico” que había diseñado. El despeñe de la economía supuso un cambio de prioridades y muchos temieron que desapareciera la política climática que Bruselas se proponía desplegar en los próximos cinco años.

El vicepresidente primero de la Comisión, Frans Timmermans, admitía en diciembre en una entrevista en EL PAÍS que la llegada de una crisis podía dificultar los planes de alcanzar la neutralidad climática en 2050. “Si fuéramos a una recesión, movilizar inversiones y fondos públicos sería más complicado. Por eso está en el interés de todos que el cambio de paradigma se produzca lo antes posible”, afirmó.

Ese escenario de crisis entonces parecía lejano, pero no tardó ni cien días en ser real. Las políticas ambientales se resintieron enseguida: la Administración de Donald Trump relajaba las normas anticontaminación de los vehículos nuevos, en China se suavizaban las inspecciones técnicas ambientales y en Brasil se reducía la lucha contra la deforestación. También la UE vivía sus tensiones internas: Polonia pretendía acabar con el sistema de comercio de emisiones para liberar fondos para luchar contra la covid-19 y República Checa pedía directamente abandonar su propósito. “Europa debería olvidarse ahora del Pacto Verde y centrarse en el coronavirus”, dijo su primer ministro, Andrej Babiš.

“Yo temía que retrocediéramos, como ya pasó en 2008. La buena noticia es que lo pudimos reconducir”, admite el eurodiputado de Los Verdes Ernest Urtasun. “Sí, hace tres meses, cuando comenzó la pandemia, existía el riesgo de que el Pacto Verde quedara marginado”, coincide el presidente de la Comisión de Medio Ambiente del Parlamento Europeo, Pascal Canfin (Renew). El eurodiputado francés cree, no obstante, que los presidentes de las instituciones europeas, los países miembros, la sociedad civil y las empresas de la UE dieron “un paso al frente” para proteger el plan europeo. “Nuestros objetivos de protección climática están en el centro de nuestras ambiciones y no descarrilarán”, añade.

Ante una crisis que los economistas ven comparable con la Gran Depresión de 1929, Bruselas se aferró más que nunca al espíritu del New Deal de Franklin D. Roosevelt y propuso a los líderes de la UE un plan de recuperación basado en la economía verde y digital. Un grupo de 15 países —entre ellos Alemania, Francia, España e Italia— apoyaron ya en abril esa salida y advirtieron sobre el peligro de basar la recuperación en el empleo de combustibles fósiles. No faltó la presión de ONG medioambientales, sindicatos y el movimiento estudiantil que antes de la pandemia inundó las calles de Bruselas, Berlín o Londres.

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El triunfo de Los Verdes en las grandes ciudades francesas ha terminado por convencer a los líderes de que la pandemia no se ha comido la oleada verde. Fuentes comunitarias sostienen que eso se ha notado en las negociaciones entre diplomáticos, en las que varios países han presionado por incrementar la ambición en ese terreno. De entrada, la propuesta negociadora que Charles Michel ha llevado a los líderes contempla que un 30% del Presupuesto de la UE y del plan de recuperación vaya a inversiones climáticas. Eso supone un incremento respecto al documento de la Comisión Europea, que preveía que el 25% del gasto se dirigiera al clima. La decisión ha sido aplaudida por las ONG, aunque creen que el paquete todavía sigue siendo insuficiente.

La Red de Acción Climática (CAN, por sus siglas en inglés) había criticado en un informe que solo destinara el 25% y pedía elevarlo al 40%. Urtasun sostiene que la Eurocámara incluso pedirá un 50%. Eso significaría —con los números de la propuesta de Michel del Presupuesto y el fondo— más de 900.000 millones para la economía verde.

Transición

Las entidades ecologistas reclaman, además, elevar los objetivos para 2030, lo cual la Comisión prevé hacer en septiembre. “Los jefes de Estado y de Gobierno deberían anclar la transición verde añadiendo al plan de recuperación un incremento de los objetivos de reducción de emisiones para 2030 de hasta el 55%”, sostiene Eliot Whittington, del Cambridge Institute for Sustainability Leadership.

La otra virtud de los planes es que pueden acabar por la vía de la zanahoria con la negativa de Polonia de suscribir la reducción del uso de combustibles fósiles hasta cero en 2050. Varsovia es el país más beneficiado por el Fondo de Transición Justa con una inyección de 2.000 millones de euros. Pero el paquete remitido a las capitales por Michel fija que los países que accedan a esos fondos deben estar comprometidos con la meta de 2050.

Además, Polonia sería el tercer mayor receptor del plan de recuperación. La Comisión estima que podría optar a 63.838 millones de euros. “A Varsovia se le propondrán reformas e inversiones en línea con el Nuevo Pacto Verde y con los objetivos para 2050. Depende de ellos si quieren aceptar o no el dinero”, sostiene un diplomático.

Si el Consejo da luz verde al plan, llegará el turno del Parlamento Europeo. “La propuesta de la Comisión fija que los planes nacionales de reconstrucción estén vinculados con los climáticos, pero queda abierto. Trataremos que las inversiones queden más detalladas y nos aseguraremos que sean sostenibles empleando el reglamento de taxonomía”, afirma Urtasun. Los líderes parecen estar llegando a la meta, pero la última subida es la más dura e incierta. Pero si algo comparten Norte y Sur es que la recuperación en Europa es de color verde.

Una nueva estrategia

Los países han dejado atrás tradicionalmente las crisis con planes de recuperación que echaban mano de actividades intensivas como la construcción o bien con cheques para adquirir vehículos. Es decir, olvidando el ángulo medioambiental. La Comisión Europea no quiere que sea así. Y el Parlamento menos. “Tendremos que ver hasta qué punto el plan de recuperación que se aprueba es verde”, advierte el diputado de Los Verdes Ernest Urtasun.

El parlamentario recuerda que muchos de los planes nacionales no han tenido en cuenta esa dimensión. “Alemania ha rescatado a Lufthansa sin ponerle ninguna condición al respecto”, sostiene. Los grupos parlamentarios del Partido Popular, los Socialdemócratas, Renew, Los Verdes y la Izquierda Unitaria han mandado una carta al presidente del Consejo, Charles Michel, pidiéndole además que se vinculen los recursos del fondo a los compromisos de los países con las metas para 2050.

La Red Europea de Acción Climática (CAN, por sus siglas en inglés) ha elaborado un informe sobre la propuesta de la Comisión. El documento formula varias recomendaciones. Entre ellas, la de incrementar del 25% —ahora 30%— al 40% la cantidad destinada al clima y a incluir objetivos más concretos. El texto recomienda, en línea con los temores de Urtasun, que el fondo destinado a salvar empresas ponga como requisito a las compañías el cumplimiento de salvaguardas en materia medioambiental y el cumplimiento con los Acuerdos de París.

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Nacional de EL PAÍS. Antes fue jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y redactor en Barcelona. Ha cubierto la crisis inmobiliaria de 2008, las reuniones del BCE y las cumbres del FMI. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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