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La gestión de la pandemia del Gobierno de Bolsonaro erosiona la imagen internacional de Brasil

Un estudio señala que los inversores extranjeros posponen la inyección de recursos en el país hasta 2022 por la percepción negativa que tienen de la política nacional

Un grafiti en una calle de Río de Janeiro del presidente Jair Bolsonaro con una mascarilla.
Un grafiti en una calle de Río de Janeiro del presidente Jair Bolsonaro con una mascarilla.MAURO PIMENTEL (AFP)

La noticia de que el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, dio positivo en el test de la covid-19 dio la vuelta al mundo. Los grandes medios de comunicación internacionales, como el periódico francés Le Monde, el alemán Der Spiegel o la revista inglesa The Economist se hicieron eco de la historia y destacaron el historial de declaraciones del mandatario sobre el coronavirus. Desde que empezó la pandemia, el comportamiento de Bolsonaro, que defiende que hay un alarmismo excesivo y que el virus provoca solo una “gripecita”, ganó cada vez más espacio en las noticias internacionales y aceleró la erosión de la imagen de Brasil en el mundo.

Es lo que determina un estudio de la consultoría Curado & Asociados, que analizó las publicaciones de siete medios de comunicación internacionales, entre ellos EL PAÍS. El análisis muestra que la percepción negativa del país empeoró en el segundo trimestre como consecuencia de una “crisis ética y falta de gestión” del Gobierno brasileño. La pandemia representa el 68% de todas las noticias negativas sobre Brasil en el segundo trimestre, seguido de la dimisión del exministro de Justicia Sergio Moro, en un 10%, y la devastación de la Amazonia, en un 8%. La investigación mostró que la cobertura de la gestión brasileña de la covid-19 por parte de la prensa internacional creció un 146% en el segundo trimestre.

“La cobertura de la crisis sanitaria ha agravado la percepción de un Gobierno irresponsable, de una administración sin liderazgo, llena de declaraciones negacionistas sobre la enfermedad. La noticia de que el presidente dio positivo en el test de coronavirus, por ejemplo, tuvo mucha repercusión por la forma irrespetuosa en que hizo el anuncio”, dice Olga Curado, socia fundadora de Curado & Asociados. Y es que, tras informar que había contraído la enfermedad en una rueda de prensa con periodistas en el Palacio de la Alvorada, el presidente se quitó la mascarilla. Bolsonaro insiste en que el virus solo es peligroso para las personas mayores y para quien tiene enfermedades previas.

Alarma por la deforestación

La consultora señala que, desde el año pasado, la prensa proyecta el impacto económico de la política ambiental de Bolsonaro. El 23 de junio, por ejemplo, tres periódicos, The Guardian, The New York Times y The Washington Post, publicaron reportajes sobre las advertencias que hacían “inversores de billones dólares” a Brasil por las políticas de “desmantelamiento” de la Amazonia. Instituciones financieras responsables de la gestión de más de cuatro billones de dólares enviaron una carta al Gobierno de Bolsonaro advirtiéndole de que podrían retirar sus inversiones en el país si no tomaba medidas más efectivas para controlar la deforestación. El empresariado brasileño se unió a las advertencias con un manifiesto similar firmado por 38 empresas, entre las que se encontraban Itaú -el banco más grande de América Latina-, Santander y empresas vinculadas a la agroindustria, como la sucursal brasileña de Cargill.

La presión de los extranjeros encendió una alerta en el Palacio del Planalto, que fijó una reunión por videoconferencia con los representantes de los fondos para el pasado jueves, dirigida por el vicepresidente Hamilton Mourão, responsable del Consejo Nacional de la Amazonia. Y el viernes, Mourão recibió a los inversores brasileños.

“Los inversores no se han comprometido a invertir, quieren ver resultados, quieren ver que se reduce la deforestación”, dijo Mourão, tras la reunión. El vicepresidente brasileño ha dicho que hay que combatir las ilegalidades en la Amazonia, pero defiende, como Bolsonaro, que se exagera sobre la destrucción en la región. “La selva está de pie, muchos dicen que se está quemando”. El mismo viernes, datos de Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales (INPE) registraron que la Amazonia tuvo un desmonte mensual récord en junio, a pesar de la presencia de un grupo militar dirigido por Mourão que llegó en mayo al sitio para combatir la tala ilegal.

A principios de mes, en un discurso en la Cumbre del Mercosur, el representante brasileño ya se había quejado de “visiones” provenientes del extranjero que, según su lectura, están “distorsionadas” y no reflejan el esfuerzo del Gobierno, especialmente en temas como la defensa de la región amazónica y la relación con los pueblos indígenas.

Para que sigan las negociaciones sobre el acuerdo comercial del bloque con la Unión Europea, que ha amenazado con paralizarlo si no se protegen los bosques, Bolsonaro declaró que dará continuidad al diálogo con diferentes interlocutores para esclarecer la situación. Pero según fuentes diplomáticas europeas consultadas por EL PAÍS, si los resultados prácticos de reducir los índices de deforestación no aparecen en breve, existe el riesgo de que el acuerdo no llegue a concretarse.

Incertidumbre política

Además del problema ambiental, la crisis política en Brasil y la agenda económica ante la pandemia también preocupan a los inversores extranjeros. “Existe una fuerte incertidumbre política, dimisiones de ministros, discusiones entre el Ejecutivo, el Congreso y los gobernadores. Se analiza incluso cómo se está gestionando una crisis sanitaria como esta. Son cosas que los inversionistas consideran al decidir si invierten en un país”, dice Martín Castellano, jefe de la sección de América Latina del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF, por sus siglas en inglés).

Según Castellano, todavía hay muchas dudas sobre la capacidad del presidente para retomar las agendas reformistas del equipo económico. “Debido a la pandemia y a cuestiones internas, las reformas se han dejado de lado y han perdido prioridad. Las restricciones son más desafiantes que antes”, dice.

El propio paquete de estímulo para combatir los efectos de la crisis sanitaria, uno de los más ambiciosos de la región, crea incertidumbre sobre el tamaño del agujero que dejará en las cuentas públicas y el futuro fiscal del país, advierte Castellano. Las primeras consecuencias a corto plazo ya se pueden ver, agrega, como el aumento de la salida de capital extranjero, principalmente del sector accionario, pero también de la inversión extranjera directa. La Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés) prevé que el volumen de capital extranjero en Brasil solo empezará a aumentar en 2022. La fuerte depreciación del real en los últimos meses también es un indicio de esta creciente desconfianza hacia la economía brasileña.

Desde un punto de vista diplomático, el desgaste de la imagen de Brasil ante la pandemia, que ya ha provocado más de 72.000 muertes en el país, ha provocado una pérdida de representación en los foros internacionales. La Organización Mundial de la Salud (OMS) no invitó a Bolsonaro a participar en un debate multilateral sobre cómo abordar la crisis sanitaria. “Tradicionalmente, siempre ha habido una diplomacia brasileña competente y profesional, que ni los Gobiernos militares pudieron destruir”, explica Javier Vadell, profesor de relaciones internacionales en la Pontificia Universidad Católica de Minas Gerais. Pero ahora, continúa, por su alineación con Donald Trump y por toda la actitud negacionista sobre la Amazonia y la pandemia, “la reputación del país está por los suelos”.

Más publicidad para una imagen positiva

Con la imagen de Brasil deteriorada, el Gobierno ha intentado darle la vuelta a la situación aumentando el gasto en publicidad. La Secretaría de Comunicación solicitó, a principios de junio, una partida de 325 millones de reales (61 millones de dólares) para propaganda oficial y relaciones públicas —más del doble del presupuesto de principios de año—, que justificó con la pandemia.

Según el periódico Folha de S. Paulo, la Secretaría de Comunicación argumenta que la repercusión negativa de las acciones del Gobierno está afectando a la imagen del país y hay que incentivar la difusión de “noticias positivas” en Brasil y en el extranjero. También hay otra solicitud de 60 millones de reales (11 millones de dólares) para gastar en medios de comunicación fuera del país. “Los principales periódicos internacionales y agencias de noticias han citado a Brasil de manera recurrente y las críticas de las acciones del Gobierno contra la covid-19 se han difundido ampliamente”, dice el secretario adjunto Samy Liberman en uno de los oficios, según Folha de S. Paulo. Desde enero de 2019, la Secretaría de Comunicación no ha realizado ninguna licitación para contratar servicios de relaciones públicas en el extranjero.

En Brasil, la imagen de Bolsonaro también se ha deteriorado. Según un sondeo del Instituto Datafolha, realizada a fines de junio, el 44% de los brasileños desaprueba al presidente. La aprobación es del 32%, mientras que los que califican a Bolsonaro como regular son el 23%.

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