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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Hong Kong: herido o muerto

Al Partido Comunista, que mide cuidadosamente los riesgos, le compensa dar ejemplo de mano dura

Policías antidisturbios en Hong Kong, el pasado miércoles.
Policías antidisturbios en Hong Kong, el pasado miércoles.Keith Tsuji/ZUMA Wire/dpa (Europa Press)
Ana Fuentes

Es el fin de la excepcionalidad jurídica de la isla, del “un país, dos sistemas” que pactaron China y el Reino Unido en 1997 con la descolonización. China ha aprobado una nueva ley de seguridad nacional para Hong Kong sin pasar por el Parlamento local ni someterla a ningún escrutinio. El texto recoge los delitos de subversión, traición, terrorismo e injerencia extranjera, y Pekín tendrá la última palabra a la hora de interpretarlos. Para los disidentes chinos que llevan décadas refugiándose en la isla es demoledor pensar que pronto abrirán allí oficinas de la policía secreta china. Los abogados locales hablan de frustración y de una medida ilegal que viola la Ley Básica de la isla. Las calles se han llenado de manifestantes, pero el final está claro. A Hong Kong solo le quedan dos opciones: salir herido o muerto.

Washington ha declarado que, para el Departamento de Estado, Hong Kong ya no tiene autonomía. Deja caer que puede imponer los mismos aranceles a las exportaciones de la isla que a los productos de China. Está por ver si lo hará o solo pretende presionar, ya que esa medida dañaría también a la economía estadounidense, que ya está muy maltrecha, antes de las elecciones. Tanto los republicanos como los demócratas están usando Hong Kong como gasolina electoral. La cadena Fox entrevistó el otro día al activista hongkonés Joshua Wong. Como Donald Trump, Wong sabe dar donde duele: habla del “virus de Wuhan” para referirse al origen de la pandemia. Insiste en que la nueva ley de seguridad nacional dañará a los expatriados y a los negocios internacionales. Y asegura que apoyarles no es una cuestión de izquierda o derecha, sino de lo que está bien y lo que está mal. Los activistas de Hong Kong reclaman sanciones, necesitan internacionalizar el conflicto; los republicanos, no hablar tanto de la gestión de la covid-19.

En la ciudad semiautónoma los problemas no son solo políticos. Llevan años con una agenda social desatendida. Es la ciudad con el metro cuadrado más caro del mundo. El año pasado, los manifestantes coreaban los versos del rapero Tomiyama: “7.000 dólares por una jaula, ¿y todavía crees que nos importa ir a la cárcel?” A raíz de la pandemia, el paro juvenil ha aumentado y los alquileres siguen por las nubes. Pekín tiene un plan, pero levanta resquemor: desde 2017 está desarrollando el proyecto Great Bay Area para unir las ciudades de Hong Kong, Macao, Shenzhen y otras ciudades de Cantón. A los residentes de Hong Kong eso supuestamente les permitiría acceder a una vivienda y a escuelas más baratas. A cambio, serían fagocitados por el sistema chino. Como dice Steve Tsang, politólogo y director del SOAS China Institute, está claro que erosión de derechos y libertades va a haber, la clave es que esta sea soportable. Para muchos eso es claudicar. La cuestión es cuánto van a obtener resistiendo.

En los años 70 Hong Kong era el tercer centro de negocios del mundo, un territorio industrial que había logrado reinventarse en capital financiera. Fue el laboratorio capitalista de una China pobre. Hoy es un lugar fascinante venido a menos. Se debate, pero cada vez con más cautela. En 2015 desaparecieron cinco libreros locales, entre ellos Gui Minhai, que editaba libros sobre la cúpula del Partido. Este año ha sido condenado a diez años de cárcel por espionaje. China ha ido imponiéndose también en lo económico: Hong Kong apenas supone el 3% de su economía, la mitad de lo que han perdido por la pandemia. Por eso, al Partido Comunista, que mide cuidadosamente los riesgos, le compensa dar ejemplo de mano dura. El lema nihilista de los manifestantes hongkoneses más radicales, lam chao (si nos quemáis, nos quemamos todos; destrucción mutua), tiene pocos visos de funcionar. Más imágenes de la ciudad destrozada como las que vimos el año pasado solo servirán para que China agarre más fuerte el volante.

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Sobre la firma

Ana Fuentes
Periodista. Presenta el podcast 'Hoy en EL PAÍS' y colabora con A vivir que son dos días. Fue corresponsal en París, Pekín y Nueva York. Su libro Hablan los chinos (Penguin, 2012) ganó el Latino Book Awards de no ficción. Se licenció en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y la Sorbona de París, y es máster de Periodismo El País/UAM.

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