La cuarentena desata protestas en barrios populares de Bolivia
Los más vulnerables incumplen las restricciones mientras se debaten entre la amenaza del coronavirus y la del hambre
“El Gobierno nos encierra, el hambre nos va a matar”, decía uno de los carteles en la manifestación contra la cuarentena por coronavirus realizada en el Distrito 5, el barrio más castigado de Riberalta, ciudad boliviana de 100.000 habitantes. “Únanse a la marcha, que nadie nos va a dar de comer”, gritaba ante su megáfono el dirigente del Distrito 15, otro barrio con grandes carencias en la tercera ciudad boliviana, Cochabamba. Otra protesta parecida se dio en Trinidad, capital del Beni, una región que todavía no registra enfermos de Covid-19. En todos estos casos, los vecinos sobrepasaron a los policías y militares que debían impedir que salieran de sus casas. La cuarentena está fijada hasta el 15 de abril, pero es previsible que se prolongue. Y los más pobres no saben qué puede ser peor: si la amenaza de la enfermedad o la del hambre.
Hay familias que vivían de pequeños negocios, como vender comida en la calle o planchar la ropa a otras familias más acomodadas, y que ahora han perdido estas fuentes de ingreso. Sus historias ocupan las páginas de la prensa y local y, puesto que estas familias, por lo general, carecen de ahorros, enfrentan graves dificultades para comprar alimentos.
En los próximos días el Gobierno de Jeanine Áñez dará ayudas de 60 y 70 dólares a los mayores de 60 años, a las mujeres embarazadas, a los discapacitados y a los niños que cursan el ciclo educativo primario, en una operación que le costará unos 250 millones de dólares. Inicialmente, las autoridades pensaron entregar alimentos a las familias más vulnerables, pero las dificultades logísticas las han llevado a desestimar esta idea. El gabinete interino se decidió, entonces, a repartir dinero en efectivo a los grupos sociales que ya tenía registrados previamente. Aplicó así un procedimiento más sencillo, pero que deja fuera a muchas familias pobres. Otras medidas adoptadas por las autoridades, como la postergación del pago de créditos e impuestos y la rebaja de las tarifas de los servicios básicos, beneficiarán principalmente a los trabajadores formales, que solo constituyen un 30% de la fuerza laboral del país.
Un sondeo de la empresa Captura Consulting encontró que el 57% no cree que sus ahorros alcanzarán para cubrir toda la cuarentena, incluso si esta no se prolongara. Este sondeo también detectó que, a diferencia de lo que ocurre en países más avanzados, únicamente los bolivianos que tienen un nivel socioeconómico alto han podido seguir produciendo mediante el teletrabajo.
La epidemia estalló en Bolivia en medio de un proceso electoral, convocado a causa de los sucesos de fines del año anterior, que acabó con la deposición de Evo Morales de su cargo. La polarización política ha quedado atenuada por las urgencias del momento, pero no ha desaparecido. En las redes sociales, dominadas por internautas de clase media, se ha culpado de las protestas contra la cuarentena al partido de Morales, el Movimiento al Socialismo (MAS), cuya fuerza proviene del apoyo de los sectores populares y más vulnerables de la población. Insultos como “salvajes”, “bestias” e “ignorantes que nos ponen en riesgo a todos” fueron usados intensamente para atacar a quienes habían desacatado la cuarentena. El MAS emitió un comunicado para lamentar que “algunas personas inescrupulosas estén impulsando campañas de mentiras y desprestigio”. También rechazó “los prejuicios racistas” de los comentarios en las redes y aseguró que las protestas son espontáneas y no fueron incitadas por este partido. “Nuestra preocupación actual se concentra en exigir que se cumpla con la dotación inmediata de alimentos o apoyo económico a las familias de escasos recursos de las ciudades y el campo, especialmente a quienes viven de lo que ganan al día y no están comprendidos en ninguno de los bonos anunciados”, aseguraba el comunicado.
Bolivia ha sido considerado por la consultora Oxford Economics como el país más vulnerable del mundo ante la epidemia. Hoy presenta relativamente pocos casos, hay poco más de 120 confirmados, pero tiene dificultades para manejar adecuadamente incluso a los pocos pacientes que presentan complicaciones. Su peor problema es la falta de disposición y de capacidad del personal médico y de salubridad para atender a las personas contagiadas. Así que estas no reciben el apoyo que necesitan de manera oportuna. Debido a ello, la única arma de la que el país puede echar mano es la cuarentena. Un arma que, sin embargo, se hace menos efectiva conforme más tiempo va pasando.
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