_
_
_
_

Una ofensiva de Serbia debilita el reconocimiento internacional de Kosovo

Belgrado logra, con una polémica campaña diplomática, que varios países dejen de considerar como Estado a la antigua provincia

Antonio Pita
Un tren decorado con los colores de la bandera nacional serbio con el texto "Kosovo es Serbia" en diversas lenguas, en 2017 en Belgrado.
Un tren decorado con los colores de la bandera nacional serbio con el texto "Kosovo es Serbia" en diversas lenguas, en 2017 en Belgrado.Pierre Crom (Getty Images)

El 17 de febrero de 2008, Kosovo declaró su independencia. Ese mismo día, Costa Rica la reconoció. Fue el primer país en considerar un Estado a la antigua provincia serbia. Al día siguiente se sumaron tres de los cinco miembros permanentes del Consejo de la Seguridad de la ONU: Estados Unidos, Francia y el Reino Unido. Fue el principio de una oleada de reconocimientos que superó los 50 ese mismo año y el centenar en 2013, es decir, más de la mitad de los países de Naciones Unidas. En 2010, el Tribunal Internacional de Justicia de la ONU decretó que la independencia había sido legal. Sí, las puertas de la ONU estaban cerradas para Kosovo gracias a los dos aliados de Serbia con derecho de veto en el Consejo de Seguridad (China y, sobre todo, Rusia) y cinco países de la UE, entre ellos España, no reconocían –ni reconocen- a Kosovo, pero el momentum ―como se suele denominar en la jerga política anglosajona al ímpetu que conviene aprovechar en un determinado instante― estaba claramente del lado de Kosovo. “Había un sentimiento general de que Serbia había perdido la batalla”, resume James Ker-Lindsay, profesor en la London School of Economics especializado en Europa sudoriental y autor del ensayo The Foreign Policy of Counter Secession (La política exterior de la contrasecesión, en inglés), en el que analiza el caso.

Hoy, la euforia está al otro lado de la frontera. La diplomacia serbia ha anunciado recientemente que 18 países han retirado su reconocimiento a Kosovo, gracias a una intensa campaña que mantiene en los últimos años, de forma que el número de países que lo mantiene ha caído simbólicamente por debajo de cien. Mientras, ningún país ha reconocido a Kosovo desde febrero de 2018, cuando lo hizo Barbados.

Las cifras reales no están claras. El pasado día 3, Belgrado anunció que Sierra Leona se había convertido en el decimoctavo Estado en retirar el reconocimiento. Según Dacic, 92 países de la ONU reconocen a Kosovo; 96, no; y cinco tienen una postura “fluida”. En el listado oficial de reconocimientos de la web del Ministerio de Exteriores de Kosovo hay, en cambio, 116. “No es posible saberlo exactamente. Ambas partes siempre han exagerado las cifras”, señala Ker-Lindsay. Uno de los últimos ejemplos de la confusión reinante en esta “guerra de datos” tuvo lugar el pasado febrero, cuando el presidente de Kosovo, Hashim Thaci, anunció en Twitter que su embajadora en Estados Unidos, Vlora Citaku, le había confirmado que Jamaica acababa de reconocer a Kosovo. Un día más tarde, la ministra de Exteriores de Jamaica, Kamina J. Smith, respondió a ese tuit desmintiéndolo.


La celebración en Belgrado es desproporcionada (los medios cercanos al Gobierno, es decir, la inmensa mayoría, festejan cada nuevo desreconocimiento como si fuese un gol en una final), la iniciativa tiene mucho de autopromoción de un ministro de Exteriores nacionalista, Ivica Dacic, y las cifras de la campaña tienen un valor simbólico, pero han dejado intactos los verdaderos equilibrios de poder. Los desreconocimientos provienen de Estados, principalmente asiáticos y africanos, con escaso peso político, caso de Madagascar, Surinam, Granada, Togo, Burundi, Comoras o Papúa Nueva Guinea. Ningún país europeo o latinoamericano ha cambiado de posición. Pero hoy, en el ajedrez global, Serbia juega al ataque y Kosovo se defiende.

El punto de inflexión fue 2015, cuando Kosovo pidió ingresar en la UNESCO, lo que habría supuesto que los monasterios serbio-ortodoxos –cuna espiritual de la nación serbia- quedasen marcados como patrimonio de Kosovo. Belgrado logró frenar el ingreso y la victoria diplomática le hizo ver que estaba en mejor posición de lo que pensaba, con Rusia cada vez más intervencionista, Estados Unidos (gran valedor de Kosovo) prácticamente desentendido de los Balcanes y la UE dividida sobre el tema.


El ministro de Exteriores de Serbia, Ivica Dacic, en Belgrado en 2016.
El ministro de Exteriores de Serbia, Ivica Dacic, en Belgrado en 2016.Alexander Shcherbak (TASS via Getty Images)

La campaña serbia ha tenido una consecuencia que amenaza la estabilidad de la región. En protesta por la iniciativa, Kosovo introdujo en noviembre de 2018 un arancel del 100% sobre los productos serbios, lo que sentenció de facto el diálogo de normalización auspiciado por la UE que mantenían Belgrado y Pristina. El mes pasado, el nuevo primer ministro kosovar, Albin Kurti, prometió eliminar este domingo parte de los aranceles “como señal de buena voluntad”. Si Serbia detiene su campaña de desreconocimiento, el 1 de abril quitará todos durante 90 días. El tema ha enfangado en los últimos días la política kosovar.

Juego mediático

Borko Stefanovic fue hace una década uno de los negociadores serbios del diálogo de normalización con Pristina tras la independencia. Hoy, desde la oposición, quita hierro a la ofensiva diplomática. “No creo que sea algo de gran esencia. Ni que Kosovo sea más independiente cuantos más países lo reconozcan o menos cuanto menos lo hagan. Es un bonito y bien organizado juego mediático que tampoco está atrayendo mucha atención”, afirma en la sede de su partido, el opositor Libertad y Justicia, en Belgrado.

Sí apoya la iniciativa el exministro de Exteriores conservador Vuk Jeremic. “Da resultados, no es algo criticable. No sé exactamente los medios en los que se está obteniendo, espero que todo sea limpio. Ayuda en cuanto a que pone los pies en el suelo a la parte que siempre pensó que eventualmente todo el mundo les iba a reconocer, así que no había motivo para comprometerse a una negociación seria con Belgrado. Los desreconocimientos muestran que no es un hecho consumado. No creo que sea lo único que vaya a cambiar la situación, pero no es inútil”.

La alusión a los “medios en los que se está obteniendo” está relacionado con las sospechas de compra de desreconocimientos. Algunos medios han publicado, sin aportar pruebas, que Serbia pagó unos 300.000 euros a la República Centroafricana a cambio de la nota verbal. El ministro de Exteriores de Kosovo, Behgjet Pacolli, defiende que Belgrado ha convencido a “algunos de los países más pequeños y pobres” con promesas de “apoyo económico y armamento”. Dacic no respondió a la solicitud de entrevista de este periódico.

El analista Ker-Lindsay cree que la campaña no es un intento genuino de vencer en el campo diplomático, sino de mejorar la posición desde la que Serbia afronta un diálogo inevitable. “Cada país que retira el reconocimiento refuerza la posición negociadora de partida de Belgrado. Ninguna de las dos partes puede ganar esa batalla, así que en algún momento tendrán que alcanzar un acuerdo. Serbia ―resume― está ganando de momento, pero nunca va a ganar del todo”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Antonio Pita
Corresponsal para Oriente Próximo, tras cubrir la información de los Balcanes en la sección de Internacional en Madrid. De vuelta a Jerusalén, donde ya trabajó durante siete años (2007-2013) para la Agencia Efe. Licenciado en Periodismo y Máster de Relaciones Internacionales y Comunicación por la Universidad Complutense de Madrid.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_