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Un ex primer ministro turco funda un partido islamista que competirá contra Erdogan

Los seguidores del presidente acusan a Davutoglu y al exministro Babacan, que formará otro antes de final de año, de dividir el voto conservador

Andrés Mourenza

La política en Turquía se articula más en torno a personalidades y a movimientos posibilistas que a ideas o partidos con larga tradición política. Así que, a medida que aparecen grietas en el hasta ahora incontestable dominio del presidente Recep Tayyip Erdogan, antiguos aliados comienzan a retarle por el voto conservador. El primero en dar un paso firme en esta dirección ha sido Ahmet Davutoglu, académico y asesor de Erdogan la pasada década, luego ministro de Exteriores y posteriormente, entre 2014 y 2016, primer ministro y líder de la formación islamista que gobierna el país desde hace 17 años, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP).

Ahmet Davutoglu presenta su nuevo partido, este viernes en Ankara.
Ahmet Davutoglu presenta su nuevo partido, este viernes en Ankara.ADEM ALTAN (AFP)

Este viernes, Davutoglu presentó su nueva formación, el Partido del Futuro (GP, por sus siglas turcas), que algunos comentaristas califican de “versión light del AKP” o “AKP 2.0”. En su discurso, el excolaborador de Erdogan definió la nueva formación como “liberal y respetuosa de las tradiciones” y apostó por garantizar “el pluralismo”, “la independencia judicial” y la “libertad de prensa”, a la vez que rechazó “una manera de hacer política basada en el culto a la personalidad”, crítica poco velada al creciente autoritarismo de Erdogan, aunque sin mencionarlo por su nombre. También incluyó entre sus propuestas el regreso al parlamentarismo, pues acusa al nuevo régimen presidencialista —que entró en vigor tras un polémico referéndum en 2017— de haber exacerbado los problemas económicos y políticos del país.

Davutoglu no es el único antiguo colaborador de Erdogan que le intenta plantar cara. El exministro de Economía Ali Babacan, bajo el padrinazgo del expresidente Abdullah Gül, ha anunciado que presentará su nueva formación política de centroderecha antes de finalizar el año y después de haber mantenido contactos en el interior y el exterior del país para recabar apoyos.

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Una veintena de antiguos cargos del AKP, en su mayoría del ala más liberal del islamismo, se han pasado al Partido del Futuro, aunque el fichaje más simbólico es, quizás, el de Nihal Olçok, viuda de Erol Olçok, publicista del AKP y cercano amigo de Erdogan que falleció junto a su hijo durante el intento de golpe de Estado de 2016 defendiendo al Gobierno legítimo. También se especula en la prensa opositora con la posibilidad de que algunos diputados abandonen la disciplina del AKP. Meral Aksener, la líder del Partido Bueno, otra formación derechista opositora, ha aventurado incluso la posibilidad de prestar al GP algunos diputados para que pueda formar grupo parlamentario propio, hecho criticado por el partido gobernante. “Los diputados son representantes de la nación, no están en venta”, dijo el vicepresidente del grupo parlamentario del AKP, Mehmet Mus.

Tras las elecciones locales de la pasada primavera, en las que el partido de Erdogan perdió el control de importantes ciudades como Ankara e Estambul, Davutoglu publicó un duro manifiesto acusando a una camarilla de haberse hecho con el control del partido y el Estado, desvirtuando los principios del AKP. Esta camarilla, conocida como “los pelícanos” y construida en torno al yerno de Erdogan —el ministro de Economía, Berat Albayrak— y significados comentaristas vinculados a un par de grupos mediático-empresariales, fue la que consiguió defenestrar al ex primer ministro en 2016 y apartar de toda posición de poder a los colaboradores de Davutoglu, parte de los cuales han marchado al extranjero a proseguir sus carreras.

Durante el último año, el AKP ha perdido casi un millón de los cerca de 11 millones de miembros con que contaba en agosto de 2018 y las encuestas indican una significativa erosión en su apoyo, mayormente debido a los problemas económicos que vive el país, si bien la imagen de Erdogan ha remontado en los últimos dos meses debido a su intervención militar en el norte de Siria contra las milicias kurdas. Las empresas demoscópicas, con todo, otorgan a los partidos de Davutoglu y Babacan menos de un 5% de los votos a cada uno, cifra insuficiente para influir en los designios de Turquía pero que podría hacer daño a Erdogan ya que competiría por los mismos caladeros de voto y, con el nuevo sistema presidencialista, es necesario obtener más del 50% de los votos para ganar. “Todo el mundo sabe que estos partidos se han creado para hacer daño a Erdogan, aunque sea un poquito de daño, para vengarse de él”, critica el columnista Engin Ardiç, del diario progubernamental Sabah.

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La preocupación es patente en los círculos gubernamentales, como indican varios hechos. Por ejemplo, que la mayoría de los grandes medios controlados por empresarios cercanos a Erdogan ni siquiera han informado de la presentación del partido de Davutoglu o que el Gobierno ha otorgado cargos a otros antiguos pesos pesados del AKP a los que se había apartado del poder por mostrarse críticos, como el exviceprimer ministro Bülent Arinç —ahora en el consejo consultivo de la presidencia de la República— o el exministro Egemen Bagis, recién nombrado embajador en la República Checa.

Los disidentes del AKP no lo van a tener fácil. En paralelo a la fundación de su nuevo partido, a Davutoglu le han atacado donde más le dolía: la Universidad Sehir, fundada por él y que pretendía convertir en su legado académico. Un tribunal ha congelado los activos de esta institución educativa privada después de que el banco público Halkbank se negase a refinanciar un préstamo de 60 millones de euros y, con toda probabilidad, el control de la universidad será asumido por el Gobierno.

Por otro lado, las desavenencias entre Babacan y Davutoglu —al que, además, se ve como cómplice de la política de mano dura de Erdogan hasta 2016, especialmente en el sudeste kurdo, y como artífice de la fallida política exterior de Turquía del último lustro— hacen impensable que sumen fuerzas para presentar un frente común. En este sentido, ambos contribuirán a la inflación de siglas en la derecha turca, algo que había sido una constante en la historia política de Turquía hasta la emergencia del AKP.

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