La ultraderechista romana con la que sintoniza Vox
La líder de Hermanos de Italia, heredera de los movimientos posfascistas y en pleno ascenso en las encuestas, es la aliada del partido de Santiago Abascal en Italia
La última vez que Santiago Abascal aterrizó en Roma, a finales del mes de septiembre, tenía dos visitas marcadas en la agenda: el cardenal Robert Sarah, opositor a las políticas migratorias del papa Francisco, y Giorgia Meloni, que le había invitado a su congreso anual en la Isla Tiberina. La líder de Hermanos de Italia, un partido surgido de los rescoldos de Alianza Nacional y unas raíces sin rémoras regionalistas como las que arrastra pesadamente Matteo Salvini como herencia de la vieja Liga Norte, es la verdadera aliada de Vox en Italia. Ambos partidos se encuentran en el mismo grupo del Parlamento Europeo y comparten una agenda más dura y áspera en cuestiones morales. “Somos la derecha de siempre. Nada de giros y cambios de rumbo a la primera de cambio”, señala uno de sus colaboradores en clara alusión a la Liga. Meloni no ama las sutilezas ni los cálculos políticos. Mientras Salvini hablaba de cerrar puertos, ella sostenía que debían hundirse los barcos de las ONG.
La fundadora de Hermanos de Italia, formación disparada en los últimos tiempos en las encuestas con cerca del 9% de estimación de voto —ya por encima de Forza Italia, de Silvio Berlusconi— es la segunda líder mejor valorada, solo por detrás del primer ministro, Giuseppe Conte. Ante un clima de desconcierto provocado por el abrupto final el pasado verano del anterior Ejecutivo, formado por la Liga y el Movimiento 5 Estrellas (M5S), Meloni se ha puesto de moda entre un cierto tipo de votante conservador mucho más clásico y harto de histrionismos neosoberanistas.
Meloni, de 42 años, es una garantía para Vox. Tiene pedigrí y un libro de instrucciones ideológico mucho más sencillo que el del exministro del Interior italiano. No posee vínculos con movimientos autonomistas y jamás se le ocurriría ensalzar al independentismo, como hizo Salvini hace solo tres semanas, en plenas revueltas callejeras, mandando “un pensamiento para el pueblo catalán, donde el voto cuenta”. Ella no se ha movido nunca de la derecha más dura, católica, centralista. Romana de pura cepa, del barrio de Garbatella, una de las zonas más genuinas de la capital junto al Testaccio. Hija de un asesor fiscal que abandonó el hogar cuando ella tenía 12 años y se largó a las islas Canarias. Trabajó duro. Se buscó la vida, incluso como camarera en una de las discotecas más famosas de Roma. Acabó el instituto con la máxima nota antes de trabajar algún tiempo como periodista.
La política, a un lado y otro del arco parlamentario, se vive todavía en Italia de forma distinta. Meloni no viene de ningún chiringuito de la Administración, como su nuevo aliado español, y se ha pateado la calle. Formaba parte ya a los 15 años del Frente de la Juventud y poco después se convirtió en la responsable estatal del sector estudiantil de Alianza Nacional, el partido de Gianfranco Fini, heredero del posfascista Movimiento Social Italiano (MSI), que la llevó en volandas hasta su escaño de diputada a los 29 años. En 2008, cuando Silvio Berlusconi necesitó una nueva comparsa para su Gobierno llamó a Fini y ella entró en el Ejecutivo de coalición convirtiéndose en ministra de Juventud. No tenía atribuciones, pero fueron unas horas de vuelo y una exposición mediática muy valiosas.
El vicepresidente de la Cámara de Diputados, Fabio Rampelli, la acompañó en aquel periodo. También en la fundación del nuevo partido, recuerda al teléfono. “Es una mujer preparada. Posee un fuerte sentido del Estado y de las instituciones. Cree en la unidad nacional y eso la hace muy competitiva también en comparación con la Liga, que mantuvo posiciones secesionistas durante mucho tiempo que a los italianos no les gustan. Es auténtica, nunca ha tomado por tontos a los ciudadanos dando giros ideológicos como otros. Fíjese en Salvini, por ejemplo, se fue con el M5S, pero nosotros nunca nos fiamos”, señala en relación con el fracaso del anterior Ejecutivo, en el que Hermanos de Italia se negó a entrar.
El recuerdo de aquel pacto y del accidentado final de la aventura, con un Salvini sin camiseta empuñando un mojito en un club de playa, ha ayudado a Meloni a proyectar una imagen de líder fiable. Hermanos de Italia ya es el segundo actor en la coalición que forma con la Liga y Forza Italia, y las proyecciones y los próximos escenarios políticos indican que seguirá creciendo. Roberto D’Alimonte, politólogo y experto en procesos electorales, cree que “puede subir más y convertirse en un partido de dos cifras”. “Meloni está pidiendo que ahora en Calabria el candidato de centroderecha sea de Hermanos de Italia. Y esto dará más visibilidad al partido. Porque en las regiones del sur, poseen mayor credibilidad, son los herederos del Movimiento Social Italiano, y no poseen un pasado federalista. Salvini, en cambio, en esas zonas no es tan creíble”.
Los duros la prefieren a ella. Las posiciones ideológicas de Hermanos de Italia entroncan mejor con Vox, por ejemplo, que las del líder de la Liga, calculadamente ambiguo en cuestiones de carácter moral o en derechos civiles. Durante el último Gobierno del Partido Demócrata, Meloni desplegó una gran oposición a las adopciones de parejas homosexuales o a las leyes sobre el aborto. Algo que el líder de la Liga, siempre pensando en nichos de votantes, suele evitar. Hermanos de Italia ha elegido su propio camino y se desvinculó también del grupo de la francesa Le Pen y de Salvini en Europa y eligió la misma bancada del partido de Abascal. “Estamos en el grupo de los conservadores. Nunca hemos querido estar en la coalición con las partes más extremas que existen en Europa, no somos nostálgicos. Somos la derecha social y popular”. Los socios perfectos para Vox.
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