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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Trump pone a prueba al presidente Zelenski

En época de Poroshenko, muchos políticos ucranianos miran hacia EE UU para orientarse, pero hoy parecen estar más centrados en partir de las realidades tangibles de su país

Pilar Bonet
El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, el 13 de septiembre de 2019.
El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, el 13 de septiembre de 2019.Antti Aimo-Koivisto/Lehtikuva/dpa

Ucrania quiere ser el sujeto de su propia política y no una veleta a merced de los vientos oceánicos o esteparios. Esta podría ser la imagen subyacente hoy en el discurso imperante en torno al presidente, Volodímir Zelenski, en Kiev.

En época del presidente Petró Poroshenko (2014-2019) muchos interlocutores políticos ucranios, antes de opinar, parecían mirar hacia EE UU para orientarse y algunos se mostraban irritados cuando descubrían que las diversas ramas de la Administración estadounidense tenían ideas diferentes respecto a Kiev (sobre la conveniencia de criticar públicamente la corrupción en Ucrania o de reconciliar entre sí a altos cargos enfrentados, por ejemplo).

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Los políticos ucranios hoy parecen más centrados en la afirmación de sus intereses y partir de las realidades tangibles de su propio país. Se abre paso un nuevo pragmatismo curtido en las experiencias (decepciones, sorpresas, constataciones desagradables sobre amigos y vecinos y también sobre la misma Ucrania) vividas desde que Rusia se anexionó la península de Crimea en 2014 sin que ningún Estado hiciera nada para evitarlo.

Los cambios de enfoque son fragmentarios, no siempre son evidentes, no siempre se concretan, pero están ahí, en el ambiente, en las ideas sobre las que se debaten y en la forma en la que se estructuran. Atrás queda el mundo en blanco y negro (con Rusia y sus socios en la Unión Euroasiática o con Occidente y la Unión Europea) por el que zigzagueaba el que fuera presidente hasta su huida de Kiev en febrero de 2014, Víctor Yanukóvich.

Y sobre el telón de fondo de esta situación fluida de cambio se ha sabido que el presidente de EE UU, Donald Trump, intentó involucrar a Volodímir Zelenski en su lucha interna contra los demócratas y lo ha hecho pidiendo que investigue las actividades empresariales en Ucrania de Hunter Biden, el hijo de Joe Biden, vicepresidente de EE UU en la Administración de Barack Obama y candidato demócrata a las elecciones presidenciales de 2020.

Puede que el asunto sea uno más entre los muchos casos de corrupción que la nueva Administración ucrania tiene sobre la mesa. Pero lo clave aquí es si Kiev sucumbirá como un vasallo a la coyuntura política de Trump o pondrá el tema en su lista de casos por resolver en el marco de sus propias reglas y procedimientos.

Ucrania necesita dinero para sus reformas y para avanzar en busca de una mayor estabilidad económica y política y espera inversiones de EE UU. Pero para la agenda nacional de Kiev es básico defender sus propios intereses frente a los juegos internos estadounidenses y también lo es el enfriar la relación con Rusia aunque, en este último caso, ambos países estén lejos aún de una normalización.

Refiriéndose a la visita a Nueva York que Zelenski emprendía este lunes para intervenir en la Asamblea General de la ONU —y para entrevistarse con Trump—, su asesor en política internacional Andriy Yermak, explicó que a él se le ocurrió la idea de llamar a Rudolph Giuliani, el abogado de Trump, cuando leyó que el exalcalde de Nueva York había desistido de viajar a Ucrania por creer que en el equipo de Zelenski había enemigos del líder estadounidense.

En una entrevista en el diario digital LB, Yermak dijo haber informado de sus intenciones de llamar a Giuliani a Kurt Volker, el representante especial de EE UU para Ucrania, y a senadores demócratas y republicanos en el Congreso. Explicó Yermak que en la conversación mantenida con Giuliani, primero por teléfono y después en Madrid, terminó invitando a su interlocutor a ir Ucrania cuando estuvieran formadas las instituciones y nombrado el fiscal general. “Si tiene preguntas, venga y nos reuniremos”, aseguró haberle dicho.

Yermak dijo haberle garantizado a Giuliani que con sus “ritmos” todas las investigaciones se harían “de forma transparente y no con órdenes por teléfono, 'ahora abre', 'ahora cierra'. Estos son los principios y bases fundamentales del programa del presidente Zelenski (…). Con los mismos principios nuestro equipo reformará la Administración, luchará contra la corrupción y hará la reforma de la Fiscalía”, señaló.

En vísperas del viaje a Nueva York, el exembajador de EE UU en Kiev, Steven Pfeiffer, ha aconsejado a Zelenski “tener cuidado” con los intentos de Giuliani de “involucrar a Ucrania en la política interna de EE UU”, porque “en ese caso, Ucrania se arriesga a verse involucrada en un enfrentamiento entre partidos que puede destruir el apoyo bipartisano del que gozaba desde el momento de la independencia en 1991”. El exembajador ha advertido al presidente Zelenski de que Trump no tiene “una clara comprensión sobre en qué consiste el interés de EE UU y qué está en juego cuando se trata de Ucrania y del conflicto bélico que Rusia ha desplegado contra ella”.

El mundo al que emerge la Ucrania de Zelenski es pluridimensional y es ahí donde Kiev puede encontrar un nuevo papel y tal vez utilizar sus bazas. Washington está en contra de que Ucrania venda a China la fábrica Motor Sich, uno de los activos industriales más cotizados de los que le quedan a Kiev. Refiriéndose al futuro de esta fábrica de motores de aviación, Yermak ha dicho: “Encontraremos una salida de acuerdo con nuestra legislación e informaremos de ella a nuestros socios y a la opinión pública”.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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