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El Vaticano abrirá dos tumbas para buscar a una adolescente desaparecida en 1983

La familia cree que los restos de Emanuela Orlandi, protagonista de uno de los crímenes sin resolver más famosos de Italia, están en un pequeño camposanto de la Santa Sede

Daniel Verdú
Caso de la niña Orlandi
Manifestación ante el Vaticano para pedir justicia en el caso Orlandi en 2012. ANDREW MEDICHINI

Italia afronta un nuevo capítulo del crimen sin resolver más famoso del país. Emanuela Orlandi, la chica de 15 años que desapareció en 1983 cuando salía de su clase de música en el centro de Roma, podría estar en el pequeño cementerio alemán del Vaticano. La Santa Sede ha anunciado este martes que el próximo 11 de julio abrirá dos de las tumbas que se encuentran en dicho camposanto para comprobar si las últimas informaciones de las que dispone la familia son ciertas y en una de ellas se encuentra el cadáver de la joven, hija de un funcionario del Vaticano. "Buscad donde indica el ángel", rezaba el último anónimo que recibieron junto a una fotografía de la tumba.

La Santa Sede nunca había dado tanta credibilidad a una información de este tipo. Nunca se había implicado de forma activa en la búsqueda de una joven cuya desaparición siempre apuntaba al otro lado del Tíber. De hecho, unos obreros encontraron el pasado noviembre huesos humanos en la reforma de la nunciatura apostólica en Roma. Las primeras informaciones apuntaron que podía tratarse de Orlandi y de Mirella Gregori, otra chica de 15 años que desapareció aquel año sin dejar rastro y cuya historia se cruzó en algunos puntos. La Santa Sede delegó la investigación en la Fiscalía de Roma y, después de un nuevo y largo circo mediático, las pruebas de ADN determinaron que no se trataba de ninguna de las dos. Esta vez la información procede de una carta que recibió la familia y a la que el Vaticano, después de estudiarla, ha dado la verosimilitud suficiente para llevar a cabo una operación tan delicada y ruidosa mediáticamente.

La abogada de la familia, Laura Sgrò, explicó hace algunos meses que tras haber recibido la carta, se realizaron algunas investigaciones y descubrieron que la tumba se había abierto una vez y que había algunos elementos estructurales que no coincidían, como la fecha de la estatua que indicaba el anónimo y la de la losa donde se encuentra una inscripción. Algo que haría pensar que el espacio fue utilizado a escondidas para dar sepultura a la joven.

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El portavoz de la Santa Sede ha explicado en un comunicado que la decisión se ha tomado "después de una fase de investigación en la que el fiscal junto con la Gendarmería vaticana ha llevado a cabo estudios a fondo destinados a reconstruir las principales etapas judiciales de este largo y doloroso y complejo caso", reza la nota remitida a los periodistas. "La decisión se ha tomado en el ámbito de uno de los sumarios abiertos tras la denuncia de la familia de la joven, que indicó el posible ocultamiento de su cadáver en este pequeño cementerio ubicado dentro del Estado Vaticano", continúa.

El caso Orlandi es una pieza clave en el entramado de crímenes sin resolver en Italia. Lo tiene todo e implicó en su momento a la mayoría de grandes poderes del país. La adolescente desapareció el 22 de junio de 1983 sobre las siete de la tarde, cuando salía de su clase de flauta, en un edificio pegado a la basílica de San Apolinar, junto a la romana plaza Navona. Tenía 15 años, era hija de un funcionario del Vaticano que trabajaba directamente con el Papa y siempre se pensó que su secuestro podía haberse utilizado para presionar a la Santa Sede por los secretos que amasaba el padre.

Cada cierto tiempo alguien dice saber de ella. Orlandi, de quien hasta Ali Agca, el turco que intentó asesinar al Juan Pablo II, aseguró tener información —sostuvo públicamente que fue secuestrada para lograr su excarcelación como moneda de cambio—, formó un remolino de podredumbre en el desagüe de la cloaca italiana que terminó implicando a la jerarquía vaticana, a los servicios secretos y, como no, a la mafia. Nadie logró jamás dar con ella o una pista realmente convincente. Pero cada cierto tiempo, alguien ha asegurado saber dónde se encontraba. Es la primera vez, sin embargo, que el Vaticano toma seriamente en consideración una información de este tipo.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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