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El inquietante avance de la ‘revolución azafrán’ en la India

La 'hindutva', o hinduismo político, amenaza con consolidarse si el primer ministro revalida su poder

María Antonia Sánchez-Vallejo
Miembros de un grupo nacionalista hindú, en noviembre en Ayodhya.
Miembros de un grupo nacionalista hindú, en noviembre en Ayodhya.Pawan Kumar (REUTERS)

A Mohammad Alauf, de 21 años, sus padres le sacaron de su aldea, en el Estado de Bihar —parte del cinturón hindú de la India—, para evitar que, como les sucediera a dos parientes lejanos, una turba de radicales vestidos con túnicas de color azafrán le linchase por sospechar que tenía vacas, un animal sagrado para los hindúes. Sus familiares pudieron contarlo, pero no las 44 víctimas mortales —36 de ellas, musulmanes— contabilizadas por la ONG Human Rights Watch entre 2015 y 2018, durante el Gobierno de Narendra Modi, primer ministro en funciones.

Alauf, estudiante de Árabe en la Universidad de Delhi, cree que la violencia de grupos de la mayoría hindú (80% de los 1.300 millones de indios) contra la minoría musulmana (14%) es “impredecible, algo que puede explotar en cualquier momento”. “Los hindúes no son peligrosos en general, pero los pocos que sí son una amenaza están en el poder”, explica el joven en el patio de una atiborrada mezquita del Viejo Delhi.

En una India cada vez más fracturada —el sur, resistente ante Modi, frente al devoto norte hindú, y viceversa, más las tradicionales divisiones regionales, de clase y de casta—, sólo hacía falta tiempo para que los cantos de sirena populistas que explotan la identidad como un arma arrojadiza acabaran cobrándose un peaje. Esa amenaza se llama hindutva, trasunto hindú del islamismo político que puede consagrarse definitivamente si el BJP de Modi, un partido de base hinduista además de conservador y nacionalista, revalida su poder. Los denominados “grupos de vigilantes de las vacas” son su vanguardia.

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Los científicos sociales indios incluso han puesto nombre al fenómeno, saffronisation (de saffron, azafrán en inglés), porque este tsunami naranja, sostienen sus detractores, amenaza no solo a minorías como la musulmana, sino los cimientos mismos de un Estado que nació inclusivo, laico y plural, y ámbitos como la educación y la cultura, por no hablar del relato, o los relatos, de la historia.

“La hindutva amenaza a la nación entera. El espíritu de la Constitución se vulnera deliberadamente cuando se enfatizan las diferencias entre comunidades, como hace el Gobierno. Se hace un mal uso de las instituciones para servir a los intereses del BJP. Las minorías son solo una parte del problema; la autonomía de las instituciones y, sobre todo, el pluralismo como pilar de la democracia están seriamente amenazados”, sostiene Zoya Hasan, catedrática emérita de la Universidad Jawaharlal Nehru (JNU, en sus siglas inglesas) y exmiembro de la Comisión Nacional de Minorías.

En su alma mater, independiente y crítica —“espero que resista las presiones y siga plantando cara”, dice Hasan—, el campus de la facultad de Ciencias Sociales es un enorme pasquín en el que destaca una pintada: “Resiste al fascismo en cualquiera de sus formas”. El grafiti refleja la figura de una vaca, y dentro, sobreimpresos, el bigotillo de Hitler y la barba blanca de Modi. Ello demuestra que los concernidos son muchos más que los miembros de una simple minoría, por cuantiosa que esta sea (150 millones de personas).

Pero el campus de la JNU puede estar tan alejado de la India cotidiana como los demócratas de Nueva York o Washington respecto del cinturón de óxido de EEUU que dio la presidencia a Trump en 2016. La aplastante realidad es la más que probable victoria del BJP, y con ella la del supremacismo hindú, y en paralelo la creciente segregación de las comunidades minoritarias, como se comprueba al cruzar el límite entre Nueva Delhi y el Viejo Delhi, principal enclave —y gueto potencial— de la minoría musulmana de la ciudad: dos mundos que se dan la espalda.

Acoso político y económico

“Hasta ahora había normas que creaban espacios para todos; todos éramos indios, independientemente de la fe que profesaras. Pero ahora esta es una nación con ciudadanos de segunda clase que no solo sufren acoso político, sino también económico: la desmonetización de 2016 afectó especialmente a los musulmanes, sobrerrepresentados en el sector informal”, subraya Surinder S. Jodhka, profesor del Centro para el Estudio de los Sistemas Sociales de la JNU.

Un santón hindú muestra el dedo manchado de tinta tras votar este domingo en Benarés.
Un santón hindú muestra el dedo manchado de tinta tras votar este domingo en Benarés.R. Kumar Singh (AP)

Los musulmanes —y los cristianos, blanco también de la hindutva pero “más protegidos porque son una élite económica y educativa”, explica Jodhka— son indios desde hace muchas generaciones. En un país en continua transformación y crecimiento desde 1947, fecha de la independencia, “hay mucha ansiedad, política e emocional, lo que se plasma en asuntos como el repliegue identitario frente a un enemigo, en este caso los musulmanes. Como no se trata de competir por una parcela de la economía, porque no hay competencia posible, la hindutva ha elegido como rival a la comunidad que profesa la religión del enemigo número uno, Pakistán”, añade Jodhka.

En la agenda de la hindutva figuran tres objetivos principales: la construcción de un templo hindú sobre los restos de una mezquita demolida en 1992 en Ayodhya, una acción que provocó revueltas con más de 2.000 muertos en todo el país, y cuyo proyecto está sub iudice; la cadena perpetua para los que maten vacas, y la derogación del artículo 370 de la Constitución, que otorga un estatuto especial al único Estado de mayoría musulmana del país, el de Jammu y Cachemira.

Para los defensores de la hindutva, estas demandas son innegociables, aunque uno de sus principales líderes, Rakesh Sinha, niegue la existencia de una agenda secreta azafrán. “En un mundo tan globalizado ningún programa puede mantenerse oculto. El del BJP es un programa nacional indio, toda agenda es nacional y la India es lo primero”. Pero este ideólogo del movimiento Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS), matriz del BJP, intenta marcar distancia de la política. “Hemos revitalizado el legado cultural e histórico de este país, que había sido destrozado por los británicos, y ahora somos más asertivamente indios. Solo pedimos que se aplique la ley, por ejemplo en lo relativo a las vacas: son animales sagrados y quienes los maten deben sentir todo el peso de la ley”.

“Modi ha triunfado entre los pobres gracias a sus programas nacionales para todos. Pero esos intelectuales de la universidad, tan desconectados de las masas, no lo entienden, porque no tienen ninguna relación con el pueblo”, continúa Sinha. “Así que la supuesta agenda oculta hindutva no es más que eso, una propaganda sin sentido de la izquierda para demonizar al líder más poderoso que ha tenido la India”. El mismo discurso antiélites que ha triunfado en EEUU o colonizado los movimientos nacionalpopulistas europeos: la gran revancha del pueblo frente al poder establecido. Los resultados de las elecciones, que se publicarán este jueves, se encargarán de otorgar, según todos los indicios, definitiva carta de naturaleza a la imparable revolución azafrán.

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