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Jamie Shea: “La UE solo puede prosperar si logra proteger a sus ciudadanos”

El exportavoz de la OTAN alza su voz en Bruselas en favor de una Europa de la defensa

Jamie Shea, en marzo de 2015 en Estambul.
Jamie Shea, en marzo de 2015 en Estambul.

Jamie Shea (Londres, 1953) fue una de las caras más visibles de la OTAN durante el drama de la desintegración de Yugoslavia, cuando la Alianza acabó por intervenir en 1999 con un bombardeo sobre Serbia que contribuyó a la independencia unilateral de Kosovo. Portavoz de la organización durante el mandato de Javier Solana como secretario general, Shea continuó ocupando cargos de gran responsabilidad hasta que abandonó la OTAN a finales de 2018. Las guerras de los Balcanes siguen marcando la memoria de quien se ha convertido en una de las principales voces en Bruselas a favor de una Europa de la defensa, un proyecto que defiende a través del think tank proeuropeísta Friends of Europe.

P. El consenso en Bruselas apunta a que, esta vez y después de tantos años intentándolo, la Europa de la defensa se pondrá en marcha durante la próxima legislatura. ¿Comparte el optimismo?
R. En inglés tenemos una expresión que dice que la necesidad es la madre de la inventiva. Si las cosas deben ocurrir, ocurrirán finalmente. Y creo que éste es de verdad el momento para un esfuerzo en la Europa de la defensa.
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P. ¿Por qué?
R. La primera razón es porque EE UU está insistiendo en compartir el esfuerzo. Y la única manera en que los europeos podrán demostrar que comparten la carga es integrando sus esfuerzos. Porque si gastas más dinero pero continúas desperdiciando el 20% o el 30% de ese dinero en duplicidades e ineficiencias, se perderá el apoyo de la opinión pública. La segunda razón es la situación de fragilidad y dificultad en la periferia de Europa. Y también hay menos estabilidad en el frente interno, con campañas de interferencia, desinformación, etcétera. En tercer lugar, la UE está en una posición ideal para hacer de puente entre los aspectos de seguridad exterior con los de seguridad interior, en los que se va más allá del aspecto puramente militar porque hace falta coordinar fuerzas de seguridad, de emergencia. Y la cuarta razón es que ahora tenemos los instrumentos para hacer esas tareas. Tenemos un consejo de ministros de Defensa, hay experiencia en misiones en varios continentes, un fondo europeo de defensa de 13.500 millones de euros, las industrias se están integrando... Ya no hay excusas.
P. ¿Cuánto puede llevar ese proceso de integración? Porque los países nórdicos, por ejemplo, han necesitado casi una década solo para diseñar un traje de campaña común para los ejércitos de Suecia, Noruega, Finlandia y Dinamarca.
R. La integración necesitará un periodo largo. Pero hay que avanzar paso a paso y empezar, por ejemplo, por un mapa de las capacidades disponibles en cada país y que sean susceptibles de ser utilizadas en otro país. Y la UE puede crear un fondo de solidaridad que financie ese despliegue transfronterizo de recursos nacionales en caso de una crisis. La clave es demostrar ante los ciudadanos que no estamos planteando quimeras muy lejanas en el tiempo, como un ejército europeo, porque eso genera frustración, y favorecer en cambio soluciones prácticas que incrementan el grado de solidaridad europea.
P. Durante la crisis financiera hemos visto que la solidaridad europea no se encuentra en su mejor momento. La reacción fue que cada país apechugase con sus problemas.
R. Las crisis de seguridad son distintas de las financieras. Primero porque puede haber víctimas. Y segundo, porque todo el mundo piensa que también le puede ocurrir. Ante un atentado o un desastre natural, nadie está a salvo. Tras cada tragedia surge la generosidad. Y el Tratado de la UE, como los artículos 42.7 y 222, que permiten activar esta solidaridad colectiva.
P. Aun así, parece haber seria resistencia a avanzar hacia la comunitarización de la defensa.
R. No creo que la UE pueda prosperar si no puede proteger a sus ciudadanos. Y en este terreno la cooperación europea es indispensable. Quizá la opinión pública no quiera una integración total a través de un ejército europeo en este momento, pero querrá y demandará mayor grado de cooperación en seguridad. Hace 20 años, en Bruselas, se escribían libros diciendo que la UE representaba el posmodernismo y un nuevo tipo de sociedad global basada en el soft power y que el poder militar se estaba volviendo obsoleto. Pero han ocurrido dos cosas. Primero, el gasto militar se ha disparado en el mundo hasta 1,6 billones de dólares, nunca había sido tan alto. Y en segundo lugar, los europeos pensaban que eran los únicos con poder blando. Pero es un error. China tiene soft power con Huawei, con la nueva Ruta de la Seda, con los centros de confucionismo, con créditos baratos... Y Rusia también, con su apego a un populismo de derechas, cristiano, nacionalista. Y también los países de Oriente Medio, que construyen mezquitas y centros de formación. Así que el hard power ha ganado en importancia nos guste o no. Y la UE ya no tiene el monopolio del soft power. Ahora la cuestión es: ¿cuánto tiempo pueden sobrevivir los europeos si ellos mismos no pueden defenderse también y apoyar sus intereses también militarmente? Tenemos que competir si queremos defender nuestros valores.
P. Se dice que la UE solo avanza a base de crisis. ¿Se puede construir la Europa de la defensa sin un gran susto?
R. El problema de las crisis es que, por un lado, te dan el impulso político, pero ese impulso puede apagarse tan pronto como el problema se calma. Y además las crisis rebelan debilidades y por ese camino socavan tanto como impulsan. Fue el caso de la crisis de los Balcanes. Se pensó que era el gran momento para Europa. Pero se convirtió en una lección de la supremacía estadounidense más que en un impulso de la defensa europea. Así que es cierto que la UE tiene esta especie de hábito de apoyarse en las crisis para actuar. Pero yo creo que actuar sin esperar a una crisis puede ser el principio de la madurez.

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