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La defensa común en la UE: una bella durmiente que despierta

Los países europeos lanzan una iniciativa para impulsar la cooperación en seguridad y defensa. ¿Será suficiente para combatir las nuevas amenazas?

Lucía Abellán
Edificio Berlaymont de la Comisión Europea.
Edificio Berlaymont de la Comisión Europea. Delmi Álvarez

Europa suele enmascarar con siglas realidades controvertidas. Tras varios intentos fallidos de crear una unión de la defensa digna de ese nombre, la UE consagra estos días su proyecto más serio de cooperación militar. La iniciativa nace bajo el nombre de PESCO (cooperación estructurada permanente, por sus siglas en inglés), un término que ni siquiera incluye la palabra clave: defensa. No implica la creación de un ejército europeo ni unifica el armamento. Pero aglutina a la inmensa mayoría de Estados comunitarios en un dominio que hasta ahora habían guardado celosamente como competencia nacional. La certeza de vivir en un mundo más inseguro y las dificultades para mantener las inversiones en el ámbito militar fuerzan a cambiar de estrategia. Está por ver que cuaje.

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La cooperación en seguridad y defensa es una bella durmiente que ahora despierta. Con esta metáfora, el Instituto de Estudios de Seguridad, dependiente de las instituciones europeas, define la iniciativa de crear un núcleo duro que avance más en proyectos defensivos dentro de la UE, desde la inversión conjunta en ciberseguridad hasta el despliegue coordinado en misiones africanas. La PESCO nace oficialmente este lunes con la participación de alrededor de 25 países, un número que ya ofrece pistas sobre quién ha ganado en el diseño. Entre la ambición que defendía Francia, con una avanzadilla de Estados implicados, y el proyecto inclusivo que deseaba Alemania, ha vencido la opción germana.

“Es un giro importante. ¿Pero cuál será el resultado? Los Estados miembros tienen diferentes percepciones de cuáles son las amenazas”, analiza Kristi Raik, investigadora del Instituto Finlandés de Asuntos Internacionales. Esta experta añade, además, una rémora que hasta ahora ha paralizado anteriores intentos de converger en defensa. Las industrias nacionales viven en buena medida de los encargos que les realizan sus Gobiernos para desarrollar armamento y otras capacidades. “¿Qué significará para los Estados pequeños? Seguramente temerán que los proyectos solo beneficien a los grandes”, advierte.

Sobre el papel, la PESCO consiste en una especie de Schengen de la defensa que fija 20 objetivos vinculantes como la inversión en defensa o la contribución en las misiones europeas de seguridad. No fija criterios de entrada, pero quien no cumpla los compromisos podrá ser expulsado del grupo (en casos extremos). Dentro de este anillo de cooperación, se lanzarán diferentes proyectos y cada Estado se adherirá a los que le interesen. Los expertos instan a definir esos planes cuanto antes para que la cooperación militar deje de ser un concepto abstracto y se convierta en realidad.

Pese a todo ese impulso, la etiqueta de poder blando que exhibe —también con cierto orgullo— la UE casa mal con alimentar una potencia militar. Uno de los ámbitos con más recorrido sin riesgo de incurrir en el poder duro es la ciberdefensa. Tanto la OTAN como el club comunitario muestran grandes carencias en este terreno, que requiere menos inversión que la defensa tradicional (ligada siempre al armamento pesado), pero más astucia.

Compartir información confidencial es un reto pendiente en un mundo cada vez más dominado por los ciberataques 

Por encima de la colaboración en sí, la verdadera señal de que la iniciativa va en serio es el dinero. El presupuesto comunitario financiará por primera vez la defensa, a través de dos fondos: uno de investigación —innovar— y otro de capacidades -para desarrollar proyectos conjuntos-. La compra del material será luego individual porque la cooperación tiene una línea roja: la propiedad conjunta. El tanque, el caza o el dron desarrollado entre todos pertenecerá solo al Estado miembro que lo adquiera.

Los planes de integración en un área tan sensible se han fraguado en poco tiempo, casi a la misma vez que Reino Unido decidía abandonar la UE. Paradójicamente, el país que más se opuso a la cooperación militar en Europa plantea ya vías de contacto con los miembros de la PESCO.

A pesar de los logros, el escepticismo de muchos expertos persiste. “La política exterior europea no tendrá liderazgo sin poder militar. Pero este proyecto tiene mucha retórica y no está ninguna de las palabras relevantes”, critica Judy Dempsey, de la casa de análisis Carnegie Europe. Una de esos conceptos es, para Dempsey, inteligencia. Compartir información confidencial sigue siendo un reto pendiente en el ámbito europeo.

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Sobre la firma

Lucía Abellán
La redactora jefa de Internacional de EL PAÍS ha desarrollado casi toda su carrera profesional en este diario. Comenzó en 1999 en la sección de Economía, donde se especializó en mercado laboral y fiscalidad. Entre 2012 y 2018 fue corresponsal en Bruselas y posteriormente corresponsal diplomática adscrita a la sección de España.

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