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Una crisis italiana con sabor electoral

La Liga y Movimiento 5 Estrellas aumentan la tensión en el Gobierno y complican el futuro de la coalición tras las europeas de mayo

Daniel Verdú
Matteo Salvini gesticula en una entrevista televisiva la semana pasada.
Matteo Salvini gesticula en una entrevista televisiva la semana pasada. Riccardo Antimiani (AP)

La norma no escrita en Italia señala que quien rompe el Gobierno, algo bastante habitual, termina pagándolo. Nadie en el Ejecutivo formado por la Liga y el Movimiento 5 Estrellas (M5S) hace 11 meses quiere colgarse el Sambenito, pero cada día hay otro motivo para la refriega: la bajada de impuestos que propone Salvini, la celebración de la Liberación de Italia, un imputado o la financiación especial de Roma. Al termómetro que mide la tensión en el Gobierno conviene sumarle varios grados por la cercanía de las Elecciones Europeas y la necesidad de distinguirse ante un electorado confuso. Pero se han traspasado algunos límites y el primer ministro, Giuseppe Conte, encara uno de los momentos más delicados para mantener la paz entre ambas formaciones.

La Liga vuela en las encuestas, las de ámbito nacional (le saca 10 puntos al M5S y podría gobernar con el apoyo del resto de partidos del centroderecha) y en las europeas, donde podría ser la fuerza más votada en la Eurocámara. Las alianzas tejidas en los últimos meses empiezan a coger cuerpo y Salvini se pasea por Europa tratando de ampliar el espectro (el día 2 visitará al presidente de Hungría, Viktor Orbán). Los grillinos, mientras tanto, siguen navegando a la deriva en ambos escenarios y ven al PD acercarse a la segunda posición en los sondeos. En Europa, más allá del torpe cortejo a los Chalecos amarillos del vicepresidente Luigi Di Maio, no han sido capaces de encontrar ni un solo socio. La estrategia ahora es sacar de quicio a la Liga, forzar errores.

La penúltima crisis, sin embargo, lleva la firma de uno de los hombres de confianza de Salvini, el euroescéptico y subsecretario de Transportes, Armando Siri, acusado en los últimos días de corrupción y de haber cobrado un soborno de 30.000 euros por una concesión de energía eólica a un hombre vinculado a la Cosa Nostra. Las explicaciones —ha cambiado ya varias veces su versión— no convencen ni siquiera en su partido. Y Di Maio ha pedido su cabeza acusando a la Liga de actuar como Silvio Berlusconi en los viejos tiempos si no le corta la cabeza. Pero la situación es un bumerán, porque obliga ahora a Conte a ejercer como primer ministro y a demostrar que tiene la autoridad suficiente para hacerlo. La Liga, a las puertas de unas elecciones europeas, difícilmente podrá resistirse y muy probablemente, apuntan ya fuentes del M5S, dejará caer esa pieza. Pero a cada ataque, hay una respuesta calculada.

Salvini, que no acudirá a la celebración de la Fiesta de la liberación de Italia (se marcha a Corleone a un acto contra la mafia) resquebrajando una vez más la unidad del Gobierno, se ha lanzado en tromba esta semana contra la alcaldesa de Roma, Virginia Raggi, símbolo del ascenso al poder del M5S, y su gestión de los últimos años. Este martes debía aprobarse en el consejo de ministros un decreto dedicado al crecimiento económico que incluía un apartado que otorgaría una financiación especial a Roma para hacer frente a los 12.000 millones de euros que deuda histórica que acumuló hasta 2008. Pero el líder de la Liga, que reiteró por la mañana que no entra en sus planes tumbar el Gobierno, se negó a que pasase la nueva norma para tratar de asfixiar más un punto vital para su socio.

El rechazo inicial de Salvini desembocó en la celebración de una reunión de Gobierno que terminó avanzada la noche y convertida en un nuevo sainete (Di Maio dijo que no asistiría, pero terminó haciéndolo una vez empezado). “Si se ayuda a uno, se ayuda a todos. Hay 400 ayuntamientos que atraviesan dificultades en Italia”, señaló el ministro del Interior antes de entrar subrayando que serán los italianos quienes terminen pagando los problemas de la capital.

Un dardo envenenado en un momento delicado para Italia. En plena recesión técnica, a la cola en crecimiento en Europa, las medidas estrella planteadas por el Gobierno —la Renta básica de ciudadanía y la reforma de la ley de pensiones— llegarán derrapando justo antes de las elecciones europeas. No está claro si será suficiente. Tampoco la tarifa plana de IRPF prometida en campaña por Salvini despegará como quería porque los grillinos la han torpedeado subrayando su injusta naturaleza social.

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El componente teatral en toda esta crisis es alto. Pero nadie sabe ya cuánto podrá resistir un Gobierno expuesto de nuevo a la intemperie económica. Los ataques a la gestión del Ejecutivo no solo llegan ya desde el FMI o la Comisión Europea, sino de los propios empresarios italianos, que han perdido la poca confianza que tenían en que Salvini impusiese su criterio. Nadie, sin embargo, quiere dar el paso definitivo.

Salvini saca la ametralladora

La partida de ajedrez que libran Movimiento 5 Estrellas y la Liga amenaza con dejarles sin algunas de sus fichas más importantes. El domingo, el asesor de comunicación de Salvini, el informático y propagandista Luca Morisi, colgó una foto de su jefe empuñando una ametralladora. Debajo escribió: "Harán de todo para tirar barro sobre la Liga. Pero estamos armados y llevamos casco". La foto era de hacía un año y, en realidad, pretendía lo que ha conseguido: hacer ruido para tapar el caso de corrupción que ha salpicado a la Liga en los últimos días. Pero toda la oposición y parte del M5S ha pedido la dimisión de Morisi, probablemente la pieza más importante de la que dispone Salvini. En Twitter, de hecho, fue trending topic el hashtag #despideamorisi.

El líder de la Liga, sin embargo, dejaría caer a cualquier miembro de su Gobierno antes que al arquitecto de su éxito en redes sociales. “Esta mañana he colgado una foto de los tres peluches que llevaba mi hija y la izquierda también ha montado una polémica”, se burló luego en sus redes.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona en 1980. Aprendió el oficio en la sección de Local de Madrid de El País. Pasó por las áreas de Cultura y Reportajes, desde donde fue también enviado a diversos atentados islamistas en Francia o a Fukushima. Hoy es corresponsal en Roma y el Vaticano. Cada lunes firma una columna sobre los ritos del 'calcio'.

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