Alemania juzga a una yihadista por dejar morir de sed a una niña yazidí en Irak
Arranca en Múnich el proceso contra una mujer acusada de sumarse a las filas del Estado Islámico y esclavizar a una madre y a una hija
Se subió a un coche en Alemania rumbo a Siria y acabó contándole al conductor que ella también había contribuido a los horrores de la guerra en nombre del califato. Que era alemana, que formó parte del autodenominado Estado Islámico y que había dejado que una niña yazidí de cinco años muriera de sed. Jennifer W. nunca imaginó que ese coche era una trampa tendida por los servicios secretos alemanes y el FBI, que aquella conversación se estaba grabando y que su testimonio se convertiría en pieza clave del juicio que ha arrancado esta semana en Alemania.
A Jennifer W., una yihadista alemana de 27 años y originaria de Baja Sajonia, se la acusa de crímenes de guerra, asesinato por omisión y violación de la ley de armas, en un juicio extraordinario, que ha despertado la esperanza entre las víctimas del Estado Islámico (EI) de que la justicia empiece a llegar, aunque sea con cuentagotas, y en Europa, ocho años después del inicio de la guerra siria.
“Este es un caso muy especial porque se juzga a una mujer por crímenes de guerra y porque la víctima es una niña de la minoría yazidí”, interpreta por teléfono uno de los abogados de la detenida, Ali Aydin. El abogado explica que el caso ha dado un vuelco en las últimas tres semanas, después de que una organización humanitaria lograra encontrar a la madre de la víctima, que fue esclavizada por el Estado Islámico junto a su hija. Su testimonio podría acabar ampliando el tipo de delitos de los que se le acusa. “Es un caso muy complicado porque todo sucedió en el extranjero”, añade. Cuando se le pregunta si su defendida se arrepiente, el abogado guarda silencio.
Este es el primer caso en el que se juzga a una militante del EI en Alemania por supuestos crímenes contra el derecho internacional cometidos contra víctimas yazidíes. La comunidad yazidí ha sido víctima de ejecuciones sistemáticas, esclavitud y violencia sexual por parte del Estado Islámico desde 2014 en Siria y en Irak. Nadia Murad, premio Nobel de la Paz y antigua esclava sexual del EI, ha indicado en un comunicado: “Este caso es importante para todos los supervivientes yazidíes. Cada superviviente que me he encontrado y con el que he hablado espera lo mismo: que se juzgue a los perpetradores […] este es un gran momento para mí y para toda la comunidad yazidí”.
Los presuntos hechos que reconstruye el tribunal alemán son los siguientes: a finales de agosto de 2014, Jennifer W. viajó a Irak a través de Turquía y después a Siria para sumarse al autodenominado Estado Islámico. “En seguida entró a formar parte de la estructura paramilitar y de toma de decisiones del EI”, explica un comunicado del tribunal superior de Múnich. Entre junio y septiembre de 2015, la acusada patrulló por las noches los parques de Faluya y Mosul, ambas ciudades iraquíes, como miembro de la policía de la moral de los islamistas. “Su cometido era asegurar que las mujeres cumplían las reglas de comportamiento y de la vestimenta de la organización terrorista. Para intimidar, la acusada supuestamente portaba un kalashnikov, una pistola y un chaleco con explosivos. Jennifer W. recibía mensualmente una compensación de entre 70 y 100 dólares”.
Fue ese mismo verano, cuando la acusada y su marido iraquí, con el que se había casado bajo la ley islámica compraron presuntamente a una niña yazidí procedente de un grupo de prisioneros de guerra y a su madre y se las llevaron para esclavizarlas a su casa en Faluya, al oeste de Bagdad. Un día la niña enfermó y empapó el colchón en el que estaba tumbada. Como castigo, el captor la sacó a la calle, donde la encadenó en plena canícula. Fuera, hacía 45 grados, según detallan las pesquisas judiciales. La niña murió de sed, sin que Jennifer W. hiciera nada por evitarlo, según el relato de los hechos que reproduce el tribunal alemán.
Pasados unos meses, en enero de 2016, Jennifer W. visitó la embajada alemana en Ankara. Al abandonar la legación diplomática, fue detenida por agentes turcos y más tarde deportada a Alemania, donde quedó en libertad. Desde entonces, asegura la justicia alemana, regresar a Siria se convirtió en su principal objetivo.
En junio de 2018, la acusada fue detenida en Alemania. Se había subido a un coche en Lohne, en Baja Sajonia, que debía llevarla hasta Siria o Irak a través de Grecia. En ese vehículo fue cuando contó su historia al conductor, un informante del FBI y de los servicios secretos alemanes, que había prometido llevarla de vuelta al califato. El viaje acabó en Baviera, a casi cinco horas del punto de partida, donde el conductor echó el freno y la policía detuvo a Jennifer W, según la información publicada por Der Spiegel. Desde entonces, la acusada se encuentra en prisión. De su marido, Taha A., no hay de momento ni rastro. Aydin, el abogado, asegura que la última vez que se fue visto estaba en Turquía y que ahora no saben dónde se encuentra.
Así estaban las cosas hasta hace tres semanas, cuando el caso dio un vuelco. Yazda, una organización que lucha por hacer justicia por los crímenes cometidos contra los yazidíes, logró dar con la madre de la niña muerta. Ella fue esclavizada junto a su hija, a la que vio morir de sed. La prensa alemana asegura que Nora R. está ahora en Alemania y quiere declarar como testigo en el juicio. Contactada la abogada de la madre, remite a un comunicado en el que indica: “Nuestra cliente quiere que se haga justicia y la oportunidad de proporcionar toda información sobre el sufrimiento que ella y su hija han vivido”. La conocida abogada Amal Clooney participa también en la defensa de la víctima.
Tribunal internacional
Yazda dio con la madre gracias a una base de datos, en la que recogen testimonios de supervivientes con el objetivo de proporcionar pruebas a la justicia internacional de los crímenes cometidos contra esta minoría. “El Estado Islámico ha matado a miles de yazidíes. Los supervivientes pensaron que habría muchísimos procesos judiciales, pero la comunidad internacional ha demostrado no estar a la altura de su responsabilidad”, sostiene por teléfono Ahmed Burjus, vicedirector de Yazda. “Esperemos que esto sea el inicio. No es suficiente, pero por lo menos da algo de esperanza a los supervivientes de que otros países pueden seguir el ejemplo de Alemania”, dice Burjus, quien defiende que las mujeres europeas de los yihadistas son también culpables de pertenecer a una organización terrorista.
Este representante de la comunidad yazidí cree que al margen del puñado de casos que pueda haber en Europa, la justicia debe abrirse camino fuera. “Hay miles de miembros del EI que han matado a miles de personas y que ahora están en campos en Siria y en Irak. Necesitamos un tribunal internacional allí”, pide Burjus. “Hay que actuar ya, esa gente no puede estar eternamente en prisión sin juicio y acabarán saliendo”, advierte.
Mientras en Múnich, prosigue el proceso contra Jennifer W. El pasado martes, la acusada, de 27 años y madre de una niña, apareció en la sala del tribunal superior vestida con un pantalón y una chaqueta negra y una camisa blanca. La cara, tapada con una carpeta y la cabeza descubierta, con una trenza larga. La acusada no quiso contestar a las acusaciones que se leyeron. El juicio no ha hecho más que comenzar. Hay una veintena de audiencias programadas, en las que los crímenes cometidos contra la comunidad yazidí quedarán dolorosamente al descubierto.
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