El martirio de Cardenal bajo el régimen de Daniel Ortega
El poeta ha sido perseguido por el mandatario y su esposa, Rosario Murillo, que mantiene un odio enconado
Silvio Báez, obispo auxiliar de la archidiócesis de Managua y considerado el número dos de la Iglesia de Nicaragua, se postró el jueves frente a la cama en la que convalece el poeta Ernesto Cardenal y pidió su bendición. Un gesto cargado de simbolismo, que tuvo un fuerte impacto en este país donde Cardenal es idolatrado, pero también duramente criticado por el sector más conservador de la feligresía católica, que ve en él a un traidor por haber apoyado directamente la revolución sandinista y participado como ministro de Cultura del Gobierno revolucionario de los años ochenta, que pronto derivó en un régimen autoritario.
“Hoy [por el jueves] visité en el hospital a mi amigo sacerdote, padre Ernesto Cardenal, con quien pude conversar unos minutos. Después de haber orado por él, me arrodillé ante su cama y le pedí su bendición como sacerdote de la Iglesia católica, a lo cual accedió gozoso. ¡Gracias, Ernesto!”, escribió Báez en su cuenta de Twitter.
Báez es la voz más beligerante de la Iglesia católica y es muy respetado en este país centroamericano, donde es visto como un héroe: el sacerdote le ha plantado cara a Ortega desde abril, cuando comenzaron las manifestaciones en contra del presidente nicaragüense, que exigen el fin de su mandato. En sus homilías dominicales el cura anima a la gente a mantener la llama viva de la protesta y exige respeto a los derechos humanos.
La visita de Báez a Cardenal es un gesto lleno de simbolismo. Estos días muchos de sus detractores recordaban en las redes el gesto de Juan Pablo II amonestando a Cardenal en 1983, en la pista del aeropuerto internacional de Managua, cuando visitó a la Nicaragua del Gobierno revolucionario. El poeta ha vivido su propio martirio desde 2007, cuando Daniel Ortega regresó al poder en Nicaragua. Desde entonces ha sido perseguido por la justicia, controlada por el líder sandinista.
En febrero de 2017 la justicia de Nicaragua le notificó al poeta —uno de los principales representantes de la teología de la liberación— que debía pagar una multa de 800.000 dólares en concepto de daños y perjuicios por una disputa relacionada con la propiedad de unos terrenos en el archipiélago de Solentiname, donde Cardenal fundó su comunidad de pescadores, campesinos y artistas primitivistas y donde compuso El evangelio en Solentiname (1975), uno de sus libros más conocidos. El Gobierno, además, ordenó congelar las cuentas de Cardenal. El poeta consideró en ese momento ser víctima de una persecución política. Las principales voces de la literatura y la intelectualidad latinoamericana exigieron a Ortega el fin del acoso. “Me alegra que el mundo entero se esté enterando de que soy un perseguido político en Nicaragua. Perseguido por el Gobierno de Daniel Ortega y su mujer [Rosario Murillo], que son dueños de todo el país, hasta de la justicia, de la policía, y del Ejército. No te puedo decir más, porque esta es una dictadura”, dijo ese mismo año. A pesar de que el fallo que obligaba al pago de una indemnización fue congelado, el ataque contra el poeta Cardenal sigue a través de los medios que controla la familia Ortega.
“Ellos [Ortega y Murillo] son dueños de todos los poderes de Nicaragua. Tienen un poder absoluto, infinito, que no tiene límites, y ese poder está ahora en mi contra”, dijo Cardenal a EL PAÍS en una entrevista concedida en su casa de Managua en 2017.
Murillo, mano derecha de Ortega y poderosa vicepresidenta de Nicaragua, ha mantenido una rencilla personal con Cardenal desde los años ochenta, cuando el poeta era ministro de Cultura. Ella comenzó una campaña de desprestigio hasta socavar su autoridad y quitar funciones al ministerio. “Hicimos una protesta que fue aplastada apelando a la disciplina militante”, recordó años más tarde la escritora Gioconda Belli, amiga del poeta.
A pesar de esa persecución, Cardenal ha mantenido una actividad incansable. Ha viajado a recitales a Europa y América Latina, denunciando, además, los desmanes de Ortega. Él, que en su Cántico cósmico escribió que la poesía es “el canto y el encanto por todo cuanto existe”, seguía trabajando a sus 94 años. El pasado 4 de febrero fue ingresado en un hospital de Managua debido a una infección renal.
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