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EUROPA CIUDADANA

La cultura europea mira al Este en 2019

Plovdiv es la primera ciudad de Bulgaria que ostenta la capitalidad cultural, un reconocimiento instituido en 1985 que va mucho más allá de programar exposiciones y espectáculos

La mezquita Dzhumaya, en la localidad búlgara de Plovdiv, el pasado 12 de septiembre.
La mezquita Dzhumaya, en la localidad búlgara de Plovdiv, el pasado 12 de septiembre.JENS KALAENE (AFP)
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European culture looks east in 2019

Plovdiv se dispone a coronarse capital europea de la cultura. La cita no es un jalón más en la larga lista de ciudades distinguidas por la iniciativa cultural comunitaria más célebre. Plovdiv es la primera ciudad búlgara que ostenta el sello, a la vez que un compendio perfecto de la historia del Viejo Continente. Por la segunda urbe del país, de 550.000 habitantes, han pasado tracios, macedonios, romanos, bizantinos, otomanos e incluso viajeros románticos como Lamartine. Si en plena marea centrífuga y escéptica Europa tiene algún motivo para la celebración, ese es sin duda la cultura.

Rodeada de vecinos culturalmente tan potentes como Italia, Grecia o Turquía, a Bulgaria, el país más pobre de la UE, donde ingresó en 2007, le hacía falta un pretexto para valorizar su rico patrimonio y hacerlo definitivamente visible en el concurrido mercado continental: un espaldarazo con nombre y apellidos, los de la ECoC (siglas en inglés de capitalidad cultural europea), instituida en 1985. Aunque la materia es competencia de los Estados miembros, y Bruselas complementa algunas de sus políticas apoyando a la industria cultural y creativa, iniciativas como esta, que cada año elige dos sedes —con Plovdiv, será la italiana Matera—, suponen un estímulo excepcional, y no solo cultural, subraya Stefan Stoyanov, vicealcalde de la localidad y responsable de Plovdiv 2019.

“Tenemos un presupuesto muy pequeño en comparación con el de Matera, entre 10 y 15 millones de euros de los que 10 los aporta el Estado, además de otros 20 millones para crear o mejorar infraestructuras, pero la visibilidad no podríamos conseguirla sin el reclamo europeo. Además del orgullo que supone haber sido elegidos, pues para 2019 competían ocho ciudades búlgaras incluida la capital, esto nos ayudará también a potenciar la región en un país muy centralizado”, subraya Stoyanov. El programa de actividades llegará al centro y sur del país, pero también a Varna, Sofía y Veliko Tarnovo, las tres finalistas.

El programa es rabiosamente moderno, con destellos de vanguardia pero también guiños a un pasado reciente, determinante para el rumbo europeo de Bulgaria, como la exposición de una colección de fragmentos originales del Muro de Berlín, de cuya caída se cumplen 30 años en 2019. Para Stonayov la potencialidad del futuro ha tenido tanto peso en la elección de Plovdiv como su pasado, aunque este también se dejará ver, por ejemplo con la recuperación de un tesoro enterrado, “una enorme basílica paleocristiana, con 2.000 metros cuadrados de hermosos mosaicos, gracias a la financiación de una fundación privada”.

Euromind, una plataforma para debatir Europa

Teresa Giménez Barbat (Ciudadanos) es la única eurodiputada española titular en la Comisión de Cultura y Educación del PE. Como antropóloga de formación, subraya el protagonismo que debe tener la educación en la construcción europea, así como el papel que pueden jugar las ciencias sociales como herramienta para vencer prejuicios –por ejemplo, en lo relacionado con la migración-, en tiempos tan agitados como estos. “A mi juicio, la diseminación del progreso y la prosperidad pasa inevitablemente por tener en cuenta el conocimiento científico. En otras palabras: a la hora de legislar, de diseñar políticas, la evidencia, los hechos, deben estar por delante de los prejuicios ideológicos. Por ello promuevo una plataforma de debate llamada Euromind, que trata de aunar ciencia y política, es decir, de dotar de recursos factuales a los políticos para que estos se formen una opinión más informada acerca de lo que van a votar”.

“La cuestión de la ciudadanía europea ha sido una parte crucial de mi trabajo en esta área, puesto que a lo que aspiramos es eso que damos en llamar Europa federal, y que a menudo se traduce por Estados Unidos de Europa. Es cierto que tal equivalencia parece un imposible por el poso inexorable de la historia europea, una verdadera antología de guerras fratricidas, si es que hay alguna que no lo sea. Se trata, en cualquier caso, de ir construyendo un lugar al que podamos llamar patria, y que ese lugar coincida con la UE. Para mí, cualquier iniciativa, cualquier programa, cualquier propuesta tiene que tener como objetivo esa construcción europea. Y de ello se ocupa muy especialmente el comité de Cultura, del que soy miembro pleno. ¿Hay mejor argamasa para esa identidad que el patrimonio cultural?”.

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Una nube de grúas, excavadoras y cascos amarillos revoletea por el recinto, preservado bajo grandes lonas oscuras, en una actividad frenética que demuestra el grado de colaboración de los diferentes agentes implicados: la inversión estatal, local y privada, codo con codo, como otro rasgo definitorio de la iniciativa. Al menos el 10% del presupuesto procede del sector privado, mientras que Europa contribuye solo con el reconocimiento (y con el premio Melina Mercouri, de 1,5 millones de euros, si la ciudad cumple, como Plovdiv, los requisitos de implementación del proyecto).

Hacerse un hueco en el mapa cultural fomentará también el turismo en una ciudad con 300 días de sol y 52 kilómetros de carril bici que EL PAÍS ha visitado en un viaje financiado por el Parlamento Europeo. “Hace solo cuatro años, cuando fuimos seleccionados, los turistas se contaban con los dedos de una mano. Este año hemos tenido un millón y en 2019 esperamos el doble. La capitalidad no se traduce solo en una mayor oferta cultural, o nuevas infraestructuras culturales, sino en el fomento del tejido económico local: desde 2014 han proliferado apartamentos turísticos, nuevos hoteles y un sinfín de pequeños negocios en zonas gentrificadas como el barrio de Kapana”, prosigue Stoyanov, “un barrio degradado que al Ayuntamiento solo le costó adecentar 1,5 millones, en pavimentación e iluminación, así que el retorno económico real es varias veces mayor”. Un paseo por Kapana revela un Soho en pequeñito, vibrante y ansioso por mostrarse al mundo.

La evaluación de capitales anteriores confirma el impacto en la economía local. Cada euro de dinero público invertido en Mons (Bélgica) en 2015 generó entre 5,5 y 6 euros en la ciudad. En Wroclaw (Polonia), una de las sedes de 2016, más del 40% de las industrias culturales y creativas de la ciudad registraron un incremento en la facturación.

Pero Bulgaria no es Italia, ni por el tamaño del país ni por el de su economía. “Para nosotros el esfuerzo es mayor que para Matera, porque necesitamos más tiempo para desarrollar el país y mostrar nuestra cultura. La falta de libertad durante el comunismo dañó profundamente a la sociedad pero también a la creación”, sentencia Stoyanov. Por eso Plovdiv 2019 no es solo una sucesión de fastos para la galería, sino sobre todo una transformación radical, como prevé la CE: una regeneración urbana que a la vez revalorice la imagen de la ciudad no solo ante el mundo, sino ante sus propios habitantes; una suerte de inyección de autoestima cívica. Por eso en estos 30 años de historia, la ECoC se ha convertido en un laboratorio de inversión estratégica a niveles locales y regionales.

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A vueltas con el presupuesto

Además de la ECoC, que a partir de 2021 designará una tercera capital anual en algún país candidato a ingresar en la UE o miembro de la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA), el mayor programa comunitario es Europa Creativa, de fomento del cine, las artes y las industrias creativas, que suponen el 7,5% de la masa laboral en la UE y aportan 509.000 millones de euros al PIB europeo (14,82 billones de euros en 2016). Prueba de su importancia es el incremento presupuestario del programa, que en el ejercicio 2014-2020 dispondrá de 1.460 millones de euros, un 9% más que en el anterior.

Un expolio arqueológico de carácter industrial

La directiva 2014/60 tiene como objetivo proteger los tesoros culturales nacionales y conciliar su protección con el principio de libre circulación de bienes, por lo que vela por la devolución física de objetos que hayan sido sacados ilegalmente de territorio de países miembros de la UE. No puede aplicarse, por ejemplo, al retorno de los mármoles del Partenón griego robados, en poder del Museo Británico, porque está en vigor desde el 1 de enero de 1993 y no tiene carácter retroactivo. Pero sí puede ayudar, y mucho, a Bulgaria, un país que, carente de la estricta legislación de Italia, Grecia o Turquía, se ha convertido en los últimos años en la meca de los cazadores de tesoros.

Un vídeo en el Museo Arqueológico de Sofía conciencia a los visitantes del expolio a escala industrial que se perpetra a diario en las decenas de excavaciones en curso: se calcula que cada año salen del país objetos valorados en mil millones de dólares, según el Ministerio de Cultura. La última operación policial fue el 9 de octubre en Simeonovgrad, al ser desarticulada una red de traficantes que intentaba exportar una corona de oro, joyas y una gran cantidad de monedas antiguas, un alijo valorado en dos millones de euros.

Bulgaria, para algunos académicos la tercera nación más rica de Europa en sitios arqueológicos, “ha permitido su destrucción”, denuncian fuentes del Patrimonio. En 2016 el arqueólogo Sergey Torbatov, de la Academia de Ciencias búlgara, cifró en 500.000 el número de cazadores de tesoros que operaban en el país. Entre 2011 y 2015, Sofía destinó fondos propios y cerca de 90 millones de euros de los fondos de desarrollo regional europeos para reconstruir 120 sitios arqueológicos.

Pero algunos eurodiputados búlgaros alertan de la tentación de recortar precisamente en cultura en tiempos de crisis. Como Momchil Neko, del grupo socialdemócrata (S&D): “Hay un amplio consenso público y político sobre la importancia de la cultura para el desarrollo personal. Sin embargo, cuando se elaboran los presupuestos europeos y nacionales, parece que otras esferas se convierten en máxima prioridad, lo que es una pena. Desafortunadamente, Bulgaria no es una excepción. Sí, es cierto que la UE ha sufrido a causa de la crisis económica y financiera, pero los fondos para cultura y legado cultural no deberían ser víctimas de emergencias y nuevas prioridades. Por eso creo que en el próximo marco financiero para el periodo 2021-2027 debemos tener adecuados recursos para este sector clave, con un tremendo potencial económico y social que está sin explotar. Creo que debería darse prioridad a iniciativas y políticas con un valor añadido demostrado en este ámbito, como Europa Creativa y la Capital Europea de la Cultura, que da visibilidad a ciudades como Plovdiv, con una gran herencia cultural e histórica y ricas tradiciones”.

La cultura europea mira al Este en 2019

Última entrega de #EuropaCiudadana, patrocinada por el Parlamento Europeo. Este año, la capitalidad cultural de la Unión recae por primera vez en una ciudad búlgara: Plovdiv https://goo.gl/FXHSFv

Gepostet von El País am Donnerstag, 17. Januar 2019

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