La sombra de la corrupción golpea a Bolsonaro a un mes de tomar posesión
El presidente electo de Brasil recibe la acreditación para gobernar en medio de un creciente malestar en su entorno por las transacciones sospechosas de un exasesor
El Tribunal Superior Electoral de Brasil refrendó este lunes al presidente electo, Jair Bolsonaro, un acto que formaliza su aptitud para asumir la presidencia y que marca oficialmente la cuenta atrás para su investidura, dentro de 21 días. El primer presidente militar de la redemocratización brasileña asume el cargo el 1 de enero. Bolsonaro sigue siendo venerado por la mitad del país sudamericano, mientras la otra mitad del gigante sudamericano y del mundo se pregunta si está realmente capacitado para asumir las riendas de una de las grandes potencias emergentes. Antes incluso de tomar el poder, Bolsonaro ya ha alimentado los noticiarios con varios asuntos que dejan enormes dudas en el camino, ya sea por la guerra interna en su partido, por el perfil de sus ministros o, más recientemente, por las sospechas de corrupción que empezaron a rondar a su familia.
El domingo, Bolsonaro designó a su 22º ministro: el abogado Ricardo Salles, que asumirá la cartera de Medio Ambiente, inyectando así una dosis más de polémica en los telediarios. Durante la campaña, Salles —creador del Movimiento Endireita Brasil y candidato a diputado federal por el partido Novo— tomó como bandera electoral la seguridad en el campo. Y aprovechó su número de candidatura (3006) para asociarlo a un tipo de munición —identificada por esa misma secuencia numérica— y recomendarla para luchar tanto contra las plagas de jabalíes en el entorno rural como contra la izquierda y el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST, por sus siglas en portugués). La elección de Salles se produjo pocas horas después del brutal asesinato de dos representantes del MST en Paraíba, al Nordeste de Brasil. Una cruel ironía.
Baño de realidad
El gigante sudamericano todavía vive en un período de transición, momento de la “euforia de los victoriosos y amargura de los derrotados”, como describe un observador privilegiado de Brasilia que siguió muy de cerca los últimos cambios de poder. No obstante, Bolsonaro ya ha empezado a sentir el sabor agridulce de lo que le espera, para deleite de sus adversarios que ven disminuir su amargura en la misma proporción en la que euforia victoriosa se somete a un baño de realidad.
Todo empezó con la filtración de las discusiones ácidas entre los integrantes del partido por WhatsApp, el pasado jueves. A continuación, siguió la revelación de que, a través de la cuenta bancaria del asesor de su hijo, el senador electo Flavio Bolsonaro, pasaron 1,2 millones de reales (algo más de 300.000 dólares) entre enero de 2016 y enero de 2017, unos ingresos incompatibles con sus ingresos. Tal información figuraba en un informe del Consejo de Control de Actividades Financieras (COAF), y este dinero llegó a salpicar las cuentas de la futura primera dama, Michelle Bolsonaro. El asunto copó todos los periódicos del fin de semana, pero tanto el presidente electo como su hijo, Flavio, quisieron esquivarlo: Bolsonaro se limitó a decir a los periodistas que había sido acreedor de préstamos al exasesor, Fabrício Queiroz. Y Flavio dijo en Twitter que tenía la conciencia tranquila.
Capital político
¿Errores ingenuos, insinuaciones malintencionadas de los medios o un político que creyó en el propio personaje que ganó las elecciones en una cruzada anticorrupción contra el Partido de los Trabajadores? Para un Brasil que vio a Aécio Neves y al exministro Geddel Vieira Lima encabezar una campaña anticorrupción, y que hoy están involucrados en varias denuncias, cualquier señal de humo preocupa y mucho. Bolsonaro, en cualquier caso, aún tiene capital político de sobra y un apoyo poderoso de los militares para seguir su camino, que muchas veces le ha garantizado una cierta distinción a su futuro Gobierno.
El propio vicepresidente, el general en la reserva Hamilton Mourão, se mostró favorable a que se dieran explicaciones más claras sobre el episodio del préstamo. “El exchófer, al que conozco como Queiroz, tiene que decir de dónde salió ese dinero. El COAF lo rastrea todo. Algo hay, así que tiene explicar esas transacciones, tiene que decirlo”, le dijo a la periodista Andrea Sadi, del portal G1. Mourão también recibió la acreditación este lunes.
La incógnita sobre los militares y sobre el propio presidente
Los militares, que están en la raíz de la era Bolsonaro —son siete de los 22 ministros—, se han convertido en una suerte de freno institucional para el futuro Gobierno, hasta el punto de que para algunos analistas son los que, de facto, van a gobernar. “Garantizaron las elecciones; y ahora, la transición”, dice una alta fuente de Brasilia, con la honestidad de quien reconoce el papel castrense en toda la formación de Brasil. Según esta fuente, su presencia cuenta con el respaldo de la población, como las propias urnas corroboraron. Al fin y al cabo, Bolsonaro dejó claro desde el principio que estarían con él si llegara a la presidencia. Una muestra de esa influencia ya puede apreciarse en el Centro Cultural Banco do Brasil (CCBB), de Brasilia, que sirve de base para el Gobierno de transición. Por allí, los militares circulan con la misma desenvoltura que los políticos y los periodistas que cubren la actualidad política de la capital.
La cuestión es si ellos serán los fiadores de los planes ambiciosos del nuevo Ejecutivo, tanto en el viraje a la derecha en las costumbres como en la recuperación del crecimiento económico con un plan ultraliberal. Si el optimismo del mercado financiero marcó el paso de la campaña y del periodo de transición —la Bolsa subió y el dólar cayó desde el triunfo del militar de la reserva—, es el Bolsonaro presidente quien despierta un enorme signo de interrogación entre los que piensan más a la larga que los inversores de renta variable. Cómo pondrá en práctica el nuevo Gobierno sus planes de que Brasil gire a la derecha, sin que la economía, el empleo y los derechos sociales previstos en la Constitución se vean perjudicados es una pregunta que se repite en las principales embajadas de Brasilia. Algunas ideas del equipo económico recuerdan las fórmulas de los años ochenta y noventa, que después afectó el poder de compra, analiza, en conversación con EL PAÍS, un preocupado representante de uno de los países con más negocios en Brasil.
El mismo mercado financiero ya daba señales contradictorias los últimos días, influido por las noticias internacionales, pero también por los desencuentros internos del Gobierno. A partir de ahora, Brasil entra en la cuenta atrás para saber cuánto de la euforia poselectoral era mero entusiasmo y cuánto será el éxito prometido.
El difícil camino hacia la moderación
Tras liderar una de las campañas presidenciales más polarizadas de la historia reciente de Brasil, el presidente electo Jair Bolsonaro moderó este lunes su discurso e hizo un llamamiento a la unidad nacional al recibir el diploma de presidente electo de manos de la presidenta del Tribunal Electoral, Rosa Weber. "Agradezco mucho a los más de 57 millones de brasileño que me han honrado con su voto. A los que no me han apoyado les pido su confianza para que construyamos juntos un futuro mejor para nuestro país. El 1 de enero seré el presidente de todos los 210 millones de brasileños y voy a gobernar para el beneficio de todos, sin diferencia de orígen social, raza, sexo, color, edad o religión", apuntó el próximo presidente de la potencia sudamericana.
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