Los Sin Tierra invaden decenas de fincas en un desafío a Lula
La Iglesia se siente decepcionada por la gestión agraria del presidente de Brasil
El Movimiento de los trabajadores rurales Sin Tierra (MST), un grupo revolucionario a favor de la reforma agraria que el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, ayudó a fundar en sus tiempos de oposición, se está convirtiendo en un quebradero de cabeza para el ex sindicalista al haber comenzado a ocupar haciendas productivas. En total, el MST ha realizado desde marzo más de 80 invasiones de tierra, radicalizando su lucha por todo el país.
Lula, que al llegar a la presidencia había dicho que los Sin Tierra no necesitarían invadir haciendas porque se las iba a dar con la reforma agraria -colocando a 430.000 familias hasta el año 2006-, ha tenido que intervenir. Lo hizo con maneras suaves y contenido firme. El presidente ve "con naturalidad" las reivindicaciones de los Sin Tierra y las de los funcionarios públicos (de nuevo en huelga junto con la Policía Federal, que ha rechazado las propuestas del Gobierno de aumento de salario), pero les advierte contra los excesos: "No radicalicen la lucha". Lula les recordó su pasado sindicalista y les dio un consejo: "Cada vez que usaba el sentido común, ganaba, y que cada vez que prevalecía el radicalismo, acababa perdiendo la batalla".
Uno de los líderes de los Sin Tierra, João Paulo Rodrigues respondió ayer a los consejos de Lula declarando que reducirán el número de ocupaciones respecto a las del mes de abril, para dar al presidente la oportunidad de poner en marcha las prometidas reformas en materia de reforma agraria. Mientras se producían estas declaraciones, en el Estado de Bahía, el MST ocupó una finca de producción de cítricos.
La mayor preocupación es que las reivindicaciones de los Sin Tierra, que incluso han invadido la hacienda Klabin, en Florianopolis, una de las mayores productoras de papel y celulosa y con una experiencia de más de 100 años en el sector, acaben contagiando a otros movimientos de protesta. Por ejemplo, el lunes, miles de seguidores del Movimiento Sin Techo intentaron invadir ocho edificios en São Paulo y llegaron a ocupar un cuartel del Ejército en desuso, que la policía tuvo que desalojar por la fuerza. Y días atrás, un parado se quemó vivo frente al palacio de la presidencia de la República en Brasilia para protestar por la falta de trabajo. Murió ayer en el hospital.
Otro problema añadido, según los expertos, es que además del MST existen hoy en Brasil otros 51 movimientos que reivindican el derecho a la tierra y que realizan invasiones. Algunos fueron desgajados del MST, al que consideraban demasiado conservador y acomodado con el poder. Ahora bien, ¿existe en Brasil tanta tierra libre para las miles de familias que desearían ocuparla? Según el ex presidente del Instituto Nacional para la Reforma Agraria (Incra), Xico Graziano, no. Y eso se debe a que en los últimos años la agricultura de Brasil se ha modernizado y las tierras han comenzado a ser cultivadas científicamente. De ahí los millones de productos agrícolas exportados cada año por Brasil, una de sus mayores riquezas.
Es, por ejemplo, el mayor exportador de soja del mundo. Entonces, ¿cuál debería ser la verdadera reforma agraria que Brasil necesitaría si no basta con repartir las tierras a las familias pobres? Ése es uno de los grandes debates sobre la mesa. En él ha intervenido Tomás Balduino, el presidente de la CPT (Comisión Pastoral de la Tierra), un organismo de la Conferencia Episcopal, que ha afirmado que "está decepcionado con la reforma agraria del Gobierno de Lula".
A los empresarios les preocupa que las ocupaciones de tierras productivas desanimen a los inversores nacionales y extranjeros. Pero la Iglesia da la razón incluso a las invasiones de tierras productivas alegando que, al igual que el Estado expropia terrenos productivos, por ejemplo, para trazar una carretera, puede hacerlo en pro de la reforma agraria, como ha afirmado Balduino. Y la Iglesia apoyó a Lula.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.