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Quiénes son los dos principales candidatos para suceder a Merkel

Annegret Kramp-Karrenbauer, preferida de la canciller, representa el consenso, y Friedrich Merz, el giro a la derecha de la CDU, un partido que vive sus horas más bajas

Los tres principales candidatos a suceder a Merkel: Friedrich Merz, a la izquierda, Jens Spahn en el centro y Annegret Kramp-Karrenbauer.
Los tres principales candidatos a suceder a Merkel: Friedrich Merz, a la izquierda, Jens Spahn en el centro y Annegret Kramp-Karrenbauer.Jens Meyer (AP)
Ana Carbajosa

La Unión Demócrata Cristiana (CDU) elige este viernes en Hamburgo al candidato a suceder a Angela Merkel, que gobierna el partido conservador desde hace 18 años. La líder de la CDU y canciller de Alemania anunció el pasado mes de octubre que no se presentaría a la reelección como presidenta de su partido y que este será su último mandato al frente del Gobierno teutón. Un millar de delegados decide hoy el futuro de la CDU. Los dos candidatos con más opciones de sustituir a Merkel son Annegret Kramp-Karrenbauer, favorita de Merkel y el millonario Friedrich Merz. 

Annegret Kramp-Karrenbauer, el paraguas en el que caben todas las corrientes

Annegret Kramp-Karrenbauer en un congreso de la CDU en Hamburgo el 7 de diciembre.
Annegret Kramp-Karrenbauer en un congreso de la CDU en Hamburgo el 7 de diciembre.KAI PFAFFENBACH (REUTERS)

Tiene un nombre interminable y una dilatada carrera política a sus espaldas. Annegret Kramp-Karrenbauer es la candidata del consenso, la que puede que no acabe de entusiasmar, pero con la que buena parte del partido siente que puede convivir. Es conservadora, pero no tanto. Continuista, pero no del todo. Y sobre todo ha demostrado ser una política muy eficaz, capaz de ganar elecciones en su pequeño Estado del Sarre.

Más conocida como AKK, esta política incansable promete remontar a un partido en horas bajas y reconciliar a una familia política dividida en la adversidad de la hemorragia electoral. En febrero pasado, Merkel la eligió como secretaria general del partido, para que pudiera rodarse en la política nacional, lo que fue interpretado como un primer gesto con vistas a una posible sucesión. Pero nadie pensó entonces, y probablemente tampoco la propia Merkel, que todo iba a ir tan rápido. Las debacles electorales del partido han precipitado una sucesión que no estaba en el guion y para la que AKK ha tenido poco tiempo de prepararse.

Pero en realidad, lleva casi toda su vida preparándose; desde que en 1981 ingresara en un partido en el que ha ido escalando sin prisa, pero a buen ritmo. En el Gobierno del Sarre, el pequeño Estado fronterizo con Francia del que procede, Kramp-Karrenbauer ha ocupado varios ministerios regionales. En 2011, AKK fue nombrada ministra presidenta del land, en el que viven apenas un millón de habitantes. Pero su mayor logro político o al menos el que le reportó enorme notoriedad y reconocimiento entre sus colegas llegó el año pasado, cuando logró una sonada victoria electoral en el Sarre, con la que frenó en seco el trepidante ascenso de Martin Schulz, el efímero líder elegido por los socialdemócratas.

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AKK tiene 56 años y cuenta con 18 años de experiencia de gobierno regional así como escasa experiencia nacional e internacional. Ha demostrado que ser capaz de superar profundas crisis políticas y de gobernar en coalición —tripartita con liberales y verdes y gran coalición con socialdemócratas—, algo que requiere una pericia muy necesaria en tiempos de creciente fragmentación.

Licenciada en derecho y políticas, a Kramp-Karrenbauer le gusta pasear en moto en su tiempo libre con su marido, un ingeniero con el que lleva casada 30 años y que se ha ocupado de sus tres hijos mientras ella trabajaba. Quiso ser matrona o maestra, pero acabó en política siendo aún muy joven.

La llaman mini Merkel, pero las comparaciones con la canciller pueden resultar prematuras. Es cierto que ambas comparten un estilo discreto, que rehúye de los aspavientos y de la política del ego. En sus intervenciones de las últimas semanas ha sido más factual y menos y mitinera que sus rivales, pero también más plana. Como Merkel, es capaz de dejarse subestimar a pesar de su ingente poder y también como la canciller, es una laboriosa labradora de consensos, que vende “seguridad y estabilidad en un mundo muy cambiante”.

Pero a la vez es cierto que en su oposición al matrimonio gay y en su concepción de la familia clásica se ha desmarcado de Merkel. “[Kramp-Karrenbauer ] es más conservadora y tiene valores sociales católicos y más tradicionales”, según Kristina Dunz, autora de una biografía de la política. “Es más luchadora y más emocional”, añade. En materia migratoria por ejemplo se ha mostrado tajante y pide que los demandantes de asilo que hayan cometido un delito “no vuelvan a poner un pie en Alemania”.

Ella en cualquier caso, se ha empeñado en los últimos tiempos en acentuar diferencias, consciente de que el partido tiene sed de cambio y de una profunda renovación y de que ella, una política criada en la CDU, símbolo del aparato, representa solo un cambio a medias.

Friedrich Merz, el millonario europeísta

Friedrich Merz en el congreso de la CDU el 7 de diciembre en Hamburgo.
Friedrich Merz en el congreso de la CDU el 7 de diciembre en Hamburgo.Thomas Lohnes (Getty Images)

Friedrich Merz es el candidato de la venganza, un represaliado por la canciller Angela Merkel hace 16 años, que emerge de su vida de feliz millonario con el deseo de ser el último en reír. Cuenta que ha venido a enderezar el partido conservador, a devolverlo a unas esencias que considera que con Merkel se han diluido.

Merz se presenta como el hombre capaz de diezmar a la extrema derecha, AfD, la bestia negra de la política alemana. A Merkel le acusan en su partido de haber escorado la CDU al centro sobre todo con su política de refugiados y de haber abierto un hueco político en el flanco derecho a los extremistas. Merz promete corregir ese rumbo, dotar de un perfil más definido al partido y recuperar al menos a parte de los votantes migrados; una promesa que resulta muy atractiva dentro del partido.

A estas alturas no está del todo claro qué significa eso ni cómo piensa recuperar el terreno electoral ganado por la extrema derecha como promete. Pero lo cierto es que se ha presentado como el salvador de un partido en horas bajas y en el que bulle un deseo de cambio y muchos han comprado su mensaje.

De él dicen que es temperamental y que tiene la piel muy fina, todo un contraste frente al grueso psicoteflón con el que Merkel camina por la política alemana. En la distancia corta, Merz, de 63 años exuda una seguridad en sí mismo y una locuacidad aplastantes. Wolfgang Schäuble, presidente del Bundestag alemán y gran pope de la política alemana es su gran mentor y su amigo personal.

El candidato sorpresa está casado, tiene tres hijos y vive en el gran Estado federado del oeste de Alemania. Merz es un defensor del modelo de familia más clásico.

Tras abandonar la política hace diez años, Merz se pasó al mundo de los negocios, donde ha amasado ingentes fortunas. Ha presidido varios consejos de Administración en Alemania, entre otros, el de BlackRock, el gigante de fondos de inversión estadounidense y es un ferviente creyente en las bondades de la economía de mercado y el libre comercio.

La inesperada presentación de su candidatura minutos después de que Merkel anunciara su retirada fue una bomba, que contra todo pronóstico cayó inicialmente muy bien entre las filas conservadoras. La prensa más contraria a Merkel le dedicó extensos reportajes y alabanzas y las encuestas le daban hace semanas como claro ganador. Pero en seguida se extendió el escepticismo ante un hombre inmensamente rico.

A Merz no se le conocen escándalos financieros ni prácticas ilegales en su gestión del patrimonio, pero la Alemania que reverencia la austeridad no acaba de digerir bien la imagen de un líder millonario. Porque al fin y al cabo, los alemanes conviven desde hace 13 años con una canciller que vive en un apartamento modesto, cocina sopa de patatas y dedica sus vacaciones al senderismo. El contraste es abismal. Y porque la acumulación de riqueza genera suspicacias en una sociedad que convive mal con la ostentación y sobre todo el despilfarro.

Después de mucha presión, Merz reconoció al sensacionalista Bild que gana cerca de un millón de euros brutos al año. Son ya célebres también sus dos aviones. Pero para estupor de muchos votantes, Merz dijo que se consideraba un alemán de “clase media-alta”, lo que provocó una cascada de críticas por parte de quienes dudan que conozca la realidad alemana; no solo la de las exitosas pymes, sino también la de los comedores populares y los subsidios sociales. Los empresarios sin embargo le adoran, según las encuestas, porque ven en él a un gran conocedor de la arquitectura financiera y a un hombre capaz de crear riqueza.

Sobre la firma

Ana Carbajosa
Periodista especializada en información internacional, fue corresponsal en Berlín, Jerusalén y Bruselas. Es autora de varios libros, el último sobre el Reino Unido post Brexit, ‘Una isla a la deriva’ (2023). Ahora dirige la sección de desarrollo de EL PAÍS, Planeta Futuro.

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