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Las incógnitas de una Alemania sin Merkel

El tablero político germano busca nuevos equilibrios ante la decisión de la líder de iniciar su retirada

Angela Merkel abandona el escenario en una cumbre en Berlín el pasado 16 de octubre.Vídeo: JOHN MCDUGALL (AFP) REUTERS-QUALITY
Ana Carbajosa

¿Y ahora qué? Angela Merkel, la eterna canciller alemana, ha trazado una hoja de ruta para su salida. En diciembre dejará la presidencia de su partido, la CDU, y en 2021 planea terminar su mandato tras 13 años en el poder y abandonar la política. La noticia bomba cayó el pasado lunes y reverbera aún con intensidad en Berlín y en toda Europa, donde se acumulan los interrogantes que abre la era pos-Merkel. Porque tanto para sus defensores como para sus detractores, el anuncio de la marcha de la excepcional política conservadora alemana que ha marcado el paso en Europa durante casi tres lustros provoca una irremediable sensación de vacío y cierto vértigo ante la nueva era política que arranca en su país y en Europa.

¿Dejará Alemania de ser la potencia hegemónica empeñada en ejercer de freno al despertar populista y neonacionalista? ¿Logrará Merkel seguir como canciller hasta 2021? ¿Retornará la Unión Demócrata Cristiana (CDU) a la derecha tradicional de la que la canciller se desvió? ¿Dará alas su salida a la extrema derecha alemana, que canta victoria por la salida de “la canciller de los refugiados”? ¿Seguirá en pie la Gran Coalición con los socialdemócratas? La lista de preguntas es larga y las respuestas dependerán en buena medida de quién encabece la compleja sucesión de una política probablemente irrepetible.

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“Merkel ha sido considerada un ancla de estabilidad en un clima internacional muy volátil. Su anuncio ha incrementado la sensación de inseguridad. Aún no sabemos si solo abandona la presidencia de la CDU o si también dejará pronto la cancillería”, afirma Ulrich Speck, investigador visitante de la German Marshall Fund en Berlín. “Estamos ante una situación muy abierta”, opina.

Merkel preside el centroderecha alemán desde hace 18 años y va por su cuarto mandato al frente de la gran potencia hegemónica europea, habiendo sido capaz de sobrevivir a agudas crisis y a una legión de adversarios. La suya es una historia de éxito político con escasos precedentes, ejecutada, además, con un estilo singular, exento de vanidad y huyendo del discurso del miedo y la promesa de soluciones fáciles, tan en boga en los últimos tiempos.

En parte por eso, el anuncio de la canciller ha desatado esta semana la merkelmanía y dado pie a raudales de nostalgia anticipada, pero a la vez ha inaugurado en Alemania una etapa de nuevas oportunidades, sobre todo en la CDU, un referente decisivo para el centroderecha europeo. “Es una gran oportunidad para la democracia interna del partido y para la alemana en general. Por primera vez en casi dos décadas, varios candidatos libran una verdadera contienda por hacerse con la presidencia”, piensa Thorsten Benner, director del Global Public Policy Institute de Berlín.

En el congreso del 7 y el 8 de diciembre, la CDU elegirá a su nuevo líder en Hamburgo. Pero sobre todo, la elección marcará el nuevo rumbo de un partido que con Merkel se ha escorado hacia el centro hasta volverse para muchos irreconocible. Con su política de refugiados, medioambiental y social, la canciller atrapalotodo abrió un hueco que corrió a ocupar una extrema derecha de Alternativa por Alemania (AfD), que ha entrado en el Parlamento con el 12,6% de los votos y que no deja de engordar.

La CDU se ha escorado y también se ha debilitado en la última legislatura, de la mano de los socialdemócratas con los que forma gobierno y que atraviesan una profunda crisis de popularidad. La imagen que proyecta el Ejecutivo de coalición, consumido por batallas internas, no es buena, como reconoció Merkel el lunes. Muchos votantes dicen ahora ser incapaces de distinguir entre la CDU y el SPD, dos partidos que en los últimos años parecen haberse mimetizado bajo la bandera de una canciller conservadora, pero socialdemocratizada. En este contexto, la CDU busca su lugar en la era post-Merkel y la tentación de escorarse a la derecha es enorme.

“Si el partido gira a la derecha, puede ser una oportunidad para el sistema político. Es bueno que se ofrezca a los votantes alternativas reales y distinguibles entre sí. No sabemos si una derechización de la CDU hará que los votantes que emigraron a AfD vuelvan, pero ayudará a que el SPD perfile también su nueva identidad de izquierdas”, cree Hans Kundnani, investigador de la Chatham House y autor de La paradoja del poder alemán. El politólogo, que se desmarca de la avalancha de elogios que llueven sobre el legado de la canciller, cree que una de las herencias de Merkel “es haber contribuido a la emergencia de AfD”, el partido antinmigración que nació como protesta a la gestión alemana de la crisis del euro.

La carrera por la sucesión de Merkel está muy abierta y más allá de eslóganes, falta por conocer las intenciones concretas de los tres contendientes. Friedrich Merz, archirrival de Merkel, representaría una vuelta a las esencias del partido. Jens Spahn, ministro de Sanidad, supondría el giro más claro hacia la derecha, con la política migratoria en lugar destacado. La tercera en liza, Annegret Kramp-Karrenbauer, la preferida por Merkel, es la candidata de la continuidad, que podría permitir una transición ordenada en la que la canciller llegara incluso a agotar la legislatura.

“Kramp-Karrenbauer tiene mucho arraigo en el partido. Fue ocho años jefa de gobierno del Estado de Sarre y está muy bien relacionada. Es capaz de mediar, ocupa una posición clave en el partido y también es una garantía de que continuará con el legado de Merkel, pero esto es, al mismo tiempo, su problema”, interpreta Wolfgang Schröder, politólogo de la Universidad de Kassel.

Nuevo liderazgo

Merz, que ha estado alejado de la política activa desde 2009, tiene excelentes relaciones en el mundo de la industria y las finanzas. En los últimos años, ha ganado millones como abogado y asesor de grandes empresas, como BlackRock, la mayor gestora de fondos privados. Mantiene una rivalidad con la canciller desde que en 2002 fue obligado a dejar la jefatura del grupo parlamentario democratacristiano. Es el candidato de la venganza y la prensa alemana ha asegurado que el presidente del Bundestag, Wolfgang Schäuble, estaría detrás de la candidatura de Merz.

“Si el nuevo líder del partido es Merz, la coalición no durará hasta 2021. El desacuerdo entre Merkel y él es evidente”, vaticina Andrea Roemmele, investigadora de la Hertie School of Governance de Berlín.

Un sondeo del sensacionalista Bild indica que solo un 36,2% de los encuestados cree que el mandato de Merkel llegará a 2021. Y solo uno de cada cuatro piensa que la gran coalición durará hasta entonces. Unas elecciones anticipadas, un Gobierno en minoría o una nueva coalición, tal vez con los Verdes, son hipótesis que sobrevuelan Berlín. De momento, parece difícil imaginar a cualquiera de los tres candidatos a la sucesión al frente de la potencia de facto de Europa. Pero también es cierto que nadie imaginó hace 18 años que Angela Dorothea Merkel, una joven química criada en la Alemania del Este fuera a convertirse en el animal político que ha dado forma a la Europa de hoy.

Con información de Enrique Müller desde Berlín.

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Sobre la firma

Ana Carbajosa
Periodista especializada en información internacional, fue corresponsal en Berlín, Jerusalén y Bruselas. Es autora de varios libros, el último sobre el Reino Unido post Brexit, ‘Una isla a la deriva’ (2023). Ahora dirige la sección de desarrollo de EL PAÍS, Planeta Futuro.

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