Pescadores portugueses, ¿por qué matáis a los caballitos de mar?
La mayor colonia mundial de 'hippocampus guttulatus' está a punto de la extinción en la ría Formosa
No hay que remontarse al pleistoceno. Hace solo seis años, en la ría Formosa, al sur de Portugal, se concentraba la mayor población mundial de caballitos de mar. En escasos metros cuadrados, vivían 600.00 ejemplares de las especies hippocampus y guttulatus; ahora apenas quedan 155.000 y, la mayoría, viejos. La Fundación Océano Azul alerta de que su ciclo reproductivo está en peligro.
La ría Formosa es un lugar paradisíaco. En su desembocadura forma arenales, islitas de quita y pon —y otras permanentes— y praderas submarinas de apenas un par de metros de profundidad. Es una zona natural protegida donde los turistas pueden disfrutar de playas únicas; los mariscadores, hacer sus capturas; y los pescadores, atrapar peces; todos, en principio, cumpliendo ciertas leyes. Los isleños, por ejemplo, han visto derruidas sus casetas levantadas junto a la arena y los pescadores respetan las vedas de su rica fauna. El pueblo de Olhão (30.000 habitantes), con su mercado y su puertecito, concentra la actividad comercial de los habitantes de la ría Formosa, que viven, principalmente, del turismo y de la agricultura marina, como la almeja y las navajas.
Olhão es también el centro de la pesca ilegal de los caballitos de mar, porque aquel es su paraíso. De ahí no va a emigrar este pez vertical. No es animal de cambio, principalmente porque comparando con el caracol, este último es un ferrari. El caballito de mar nada a una velocidad de 300 centímetros por minuto, tres veces más lento que el gasterópodo. Esa lentitud es su perdición.
A la pesca ilegal le es más fácil y rentable coger caballitos que almejas. Los caballitos están siempre en un área de 100 metros cuadrados, por eso también los biólogos de la Fundación Océano Azul pueden determinar cronológicamente la matanza de la especie en las aguas de Olhão.
La persecución de los caballitos es reciente y tiene que ver con China. En aquel país se cree que el polvo de este pez remedia el cáncer y la impotencia y mil cosas más. Se llega a pagar hasta 10 euros por un solo caballito. En la ría Formosa se pueden coger a mano por cualquier buceador aficionado, pero son los pescadores los que están arrasando con este animal. Logran venderlo a 1.500 euros el kilo (unos 300 ejemplares).
El informe de la fundación Océano Azul que se publicará próximamente señala que en los últimos seis años, el censo de la población de caballitos ha descendido un 80%, concretamente un 94% de la especie guttulatus, y un 73% de la hippocampus, las dos que se encuentran en la ría Formosa. En 2001 estas praderas marinas reunían la mayor concentración mundial de la especie, con 1,5 ejemplares por metro cuadrado. Hoy se duda de la supervivencia.
“Estamos realizando una campaña educativa entre la comunidad de pescadores de Olhão, para concienciarles de que los caballitos valen más vivos que muertos”, explica Emanuel Gonçalves, director de la fundación. “También hay que aumentar la vigilancia policial local, para que ésta sea continua”. Esto parece fácil, pues el caballito no se mueve de su zona, sin embargo, apenas hay un par de policías dedicados. “Y es fundamental colaborar con la policía española, porque detrás hay una red de tráfico internacional”.
Efectivamente en Olhão se pescan, pero la primera venta se realiza al otro lado de la frontera, en España, desde donde saldrá el cargamento ilegal hacia China. Hace unos años la Guardia Civil pilló en Cádiz a una familia portuguesa con sus maletas llenas de caballitos de mar. “Estamos seguros de que también se están pescando caballitos en España, porque en la desembocadura del Guadiana se reproducen las mismas praderas marinas”, alerta Gonçalves.
Si los pescadores de Olhão siguen arrasando con todo, el último remedio es repoblar la zona con especies reproducidas en cautividad. “Pero sería absurdo si continúa la pesca; sería darles alicientes para continuar con su tráfico ilegal; además, científicamente hay riesgo de que el caballito de piscifactoría lleve al agua enfermedades desconocidas e incluso una variante genética. La solución pasa por la vigilancia policial, la colaboración internacional y la educación de los pescadores”.
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