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EN CONCRETO
Columna
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Ser como Noruega

A diferencia de lo que a diario vemos, los funcionarios del país escandinavo asumieron el real mejoramiento de la población tras la matanza de Utoya en 2011

José Ramón Cossío Díaz
Un monumento en honor a las víctimas en Noruega, en 2011.
Un monumento en honor a las víctimas en Noruega, en 2011. J. Mitchell (Getty)

Recientemente se ha comenzado a exhibir en Netflix la película Julio 22. Es una detallada narración del ataque realizado en ese día de 2011 por Anders Behring Breivik al grupo de la Liga Juvenil de Trabajadores, reunido en la isla de Utoya. En la cuenta final, 77 personas fueron asesinadas por disparos de arma de fuego y detonaciones de explosivos. El filme comienza contando la preparación de los explosivos y el arribo de los jóvenes vinculados con el Partido Laborista Noruego. Continúa con la colocación y activación de un auto cerca de la zona de ministerios y los daños causados por la explosión. Sigue con la detallada actividad homicida de Breivik al disparar metódicamente sobre los habitantes de la Isla. Luego viene el proceso de detención y la preparación al juicio. Termina con el desahogo de éste y la consiguiente imposición de las penas.

La primera cuestión que en la película destaca es el intento deliberado de eliminar a los jóvenes “privilegiados” que en el futuro habrían de gobernar Noruega. Vinculada con ella, la suposición abstracta de que ellos habrían de perpetuar el estado de cosas, básicamente el mantenimiento de las cuotas de inmigrantes y la pulverización de la auténtica y originaria noruegalidad. Para que ello no continuara, el asesino pensó castigar a las élites en donde más les dolía. Primero atacó los ministerios para distraer la atención, y luego fue por los muchachos. Su momento relevante, creyó, vendría al hablar frente a los europeos, mostrar a todos la indignación existente, que estimó generalizada, y generar un movimiento favorable a la detención de las migraciones y a la expulsión de los inmigrantes. Nada de eso aconteció. De hecho, los líderes del movimiento al que él se consideró adscrito, repudiaron sus acciones.

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La segunda cuestión que la película muestra, es la pronta reacción del entonces primer ministro y hoy secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg y del Parlamento noruego, para crear una comisión independiente que analizara lo sucedido. Para ellos, los actos realizados, sus graves formas de ejecución y sus múltiples consecuencias, mostraban serias fallas en las actuaciones estatales. La investigación concluyó con el Informe Gjorv. En él se señaló que de haberse tomado otras acciones posibles se hubieran podido impedir las detonaciones, detener al homicida, prevenir las muertes y mejorar la atención a los heridos. Se hicieron recomendaciones acerca del modo en que debían actuar las policías, realizarse las vigilancias y regularse el uso de las armas y de ciertos productos químicos. El informe produjo consecuencias electorales y administrativas. Algunas renuncias y la no reelección del primer ministro.

Sin desconocer la tragedia producida, es relevante destacar que encontrándose todavía bajo los efectos del atentado, las fuerzas políticas de Noruega abrieron una investigación. Más aún, resalta que el objetivo de ella fuera preguntarse por lo que no habían hecho bien y por lo que debían corregir. Tal vez porque vivimos una época en la que casi nadie quiere hacerse cargo de su actuar, esa línea secundaria del filme resulta tan importante. No se buscaron chivos expiatorios, no se hicieron consultas públicas, ni se asignaron responsabilidades a quienes antes ejercieron el poder. Lo que se hizo fue formar un grupo profesional e independiente para saber no sólo lo sucedido, sino más importante aún, el modo de evitar que algo así volviera a ocurrir. A diferencia de lo que a diario vemos, los funcionarios de ahí y de entonces asumieron el real mejoramiento de la población. La necesidad de encontrar las maneras de evitar y reparar males presentes y concretos, sometiéndose al juicio de otros. En fin y simplemente, asumir la responsabilidad por lo hecho y por lo omitido, sin buscar cómo y a quién transferirla. En la literatura política mucho se ha escrito sobre la pretensión de parecerse a Dinamarca. Como imagen, es importante pensar también en cómo parecerse a Noruega en el modo en que enfrentó una crisis mayor, sin derivarla ni posponerla.

@JRCossio

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