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Columna
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La seguridad y el desarrollo económico en los movimientos políticos progresistas

Los líderes de las nuevas fuerzas deben decidir si quieren quedarse haciendo oposición toda la vida o si quieren ser Gobierno

Ariel Ávila

El mundo contemporáneo, en términos políticos, es de cambio. Una gran cantidad de países se asusta con el crecimiento importante de movimientos políticos de extrema derecha, xenófobos y populistas. En otros países, los populismos de izquierda son los que asustan. Pero en medio de estos cambios, movimientos progresistas de centro, centroizquierda e izquierda comienzan a subir y a crecer. En Colombia, por ejemplo, la bancada progresista es la más grande en la historia republicana del país. En México han ganado la presidencia. En España, el PSOE logró sacar a Rajoy del poder y el mundo progresista se ilusiona con Sánchez. En Perú se cree que para las próximas elecciones el centro y el centroizquierda podrían aumentar su representación política.

Aún no está muy claro si estos procesos se van a consolidar. Por ejemplo, el próximo año, Colombia tendrá elecciones locales y regionales. Se elegirán gobernadores, alcaldes, además de los cuerpos colegiados de estos entes territoriales. En las principales ciudades del país como Bogotá, Cali, Barranquilla, y Bucaramanga, los movimientos progresistas como el Partido Verde tendrán muchas posibilidades de ganar.

En todo caso, antes de viabilizar sus triunfos, entre otras cosas, se enfrentarán a dos grandes obstáculos. El primer gran problema es que los movimientos progresistas han cedido la construcción, el debate y las propuestas de las agendas de seguridad a los movimientos populistas y principalmente a movimientos y partidos de derecha. Una mezcla de ignorancia, prejuicios hacia instituciones de la seguridad del Estado y priorización de otros temas han llevado a esta situación.

Resulta ciertamente paradójico que en un mundo tan desigual y particularmente Colombia, donde la diferencia entre ricos y pobres es de las más altas del continente, estos temas de equidad social no sean la prioridad para la mayoría de la población. Pero por diferentes razones, los temas seguridad son los más importantes en las agendas de preferencias electorales de los votantes. En este punto, no se trata solo de tener el discurso, sino propuestas viables, claras y obviamente que no repitan las viejas recetas de la derecha que no sirven para combatir economías ilegales pero producen muchos aplausos y votos. Lograr superar el populismo punitivo. El reto es doble, es decir, se requiere una agenda, pero una agenda novedosa. La gobernanza democrática de la seguridad debe ser prioridad para estos partidos. Las grandes ciudades de lejos privilegiarán estos temas, todas las encuestas lo dicen.

El otro gran tema es que estos movimientos progresistas, en algunos casos -no en todos- deben ofrecer alternativas viables y creíbles sobre los asuntos de desarrollo económico. Aquí el reto es triple. Por un lado, a una gran mayoría de estos movimientos se les acusa injustamente de que provocarían la venezolanización de sus países. Entonces lo primero que se debe hacer es lograr deslindarse de esta estigmatización y esto es un trabajo de marketing político.

Lo segundo es generar una propuesta viable de transición entre lo que se denomina el viejo modelo de crecimiento económico y las propuestas de estos movimientos progresistas de economías verdes, energías renovables y desarrollo económico equitativo. Los movimientos progresistas tienen claro el horizonte: con el actual modelo de desarrollo económico el mundo está colapsando, se requiere un ajuste enorme para lograr mitigar las severas consecuencias del calentamiento global. El problema es que el camino entre el viejo y nuevo modelo no es claro. En Europa lo es parcialmente, pero en América Latina todavía no.

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Lo tercero consiste en hacer propuestas sobre la sostenibilidad económica de estos modelos, y eso entre otras cosas significa equilibrar las aspiraciones de cambio de centenares de miles de jóvenes que lo piden a gritos y el mundo económico empresarial, este último bastante conservador. Algo difícil de lograr.

Resolver estos dos problemas de agenda es fundamental para hacer posible la nueva generación de política anticorrupción, renovadora y anticlientelista. Pero los líderes de estos nuevos movimientos deben decidir si quieren quedarse haciendo oposición toda la vida o si quieren ser Gobierno. Para lo segundo, se requiere abordar estos temas de seguridad y desarrollo económico sin prejuicios, con realismo y sin perder los principios políticos.

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