Respuesta rápida e inclusiva, la clave ante desastres naturales
Un nuevo reporte del Banco Mundial estima cómo se reducirían los costos ante esfuerzos de reconstrucción más eficientes
“Chi´gag” en cackchiquel, una de las 23 lenguas indígenas de Guatemala, se traduce al español como “donde está el fuego”. Así se conocía al Volcán de Fuego antes de la Conquista.
En las últimas semanas, este gigante dormido se dio a conocer en todo el mundo con su despertar violento: sus erupciones han dejado, hasta ahora, un saldo de 110 muertos, 200 desaparecidos y alrededor de 1,7 millones de guatemaltecos afectados, siendo los más pobres los que lo han perdido todo.
Guatemala es uno de los 10 países del mundo con un gran nivel de riesgo, junto a otros latinoamericanos, entre ellos México, Perú, Ecuador o las pequeñas islas caribeñas de Dominica, Antigua y Barbuda, Trinidad y Tobago, en donde una mejor reconstrucción podría reducir las pérdidas causadas por desastres naturales hasta en un 60%, de acuerdo con el reporte del Banco Mundial, Reconstruir Mejor (“Building Back Better”).
Fuerte, rápida e inclusiva son las tres claves para que la reconstrucción sea exitosa luego de un desastre natural y, además, evite nuevas pérdidas, reseña el informe:
- Fuerte, para que los activos y las personas sean menos vulnerables a los futuros shocks.
- Rápida, para que las personas puedan volver lo más pronto posible a la normalidad.
- Inclusiva, para que nadie se quede atrás en el proceso de recuperación.
“Por ejemplo, inclusiva se refiere a que los chicos no abandonen la escuela después de un desastre natural”, explica Stéphan Hallegatte, economista líder de la oficina de Reducción de Desastres y Recuperación del Banco Mundial y uno de los autores del reporte.
Para darnos una idea de la magnitud del problema, en algunos países un desastre natural puede arrasar prácticamente con todo. Luego del huracán Irma en septiembre pasado, la vida de más de 40,000 habitantes de la isla caribeña de Sint Maarten cambió para siempre: cada persona y cada negocio, grande o pequeño, se vieron afectados. Una evaluación posterior al desastre estimó daños y pérdidas equivalentes al 270% del PIB.
Luego del paso de Irma, vino seguidamente María, que no solo terminó de arrasar Sint Maarteen, sino también las islas vecinas de Dominica, Antigua y Barbuda, y Puerto Rico.
Tanto en Guatemala como en estas pequeñas islas, o luego de los terremotos recientes en México y las inundaciones en Perú, el costo humano de estos desastres fue inmenso y las comunidades más pobres son las que más sufren el impacto.
De acuerdo con el informe, este enfoque rápido, fuerte e inclusivo podría reducir las pérdidas como consecuencia de los desastres naturales de 555 mil millones a 382 mil millones de dólares.
“No es nuevo que sepamos, por ejemplo, que en Dominica las casas que se reconstruyen tienen que ser más seguras que las que fueron derribadas por el huracán Irma” dice Hallegatte, “pero hicimos el reporte para demostrar el impacto económico que tenemos cuando la reconstrucción se hace de manera más fuerte, más segura y más inclusiva”.
Sin ir más lejos, si la velocidad de la reconstrucción fuera reducida en dos tercios, las pérdidas de bienestar global podrían retroceder en un 14%.
“No tenemos que hacer menos en términos de prevención. Pero ante un desastre natural, necesitamos prepararnos para responder más rápido, con más recursos y de manera más inclusiva”, añade el economista en el informe.
Un ejemplo de esto es el seguro colectivo contra terremotos —también llamado bono catastrófico— que hace poco sellaron los cuatro países de la Alianza del Pacífico (Chile, Colombia, México y Perú) a través del Banco Mundial.
La idea detrás de esto es justamente que, ante una catástrofe natural, los países puedan acceder de manera casi inmediata a fondos para la reconstrucción y rápida recuperación.
María Victoria Ojea es productora digital del Banco Mundial.
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