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Cuatro horas sin Starbucks por un taller antirracial

Cerca de 8.000 locales de la cadena de cafeterías cierran para impartir a sus 175.000 empleados un cursillo contra los prejuicios y la discriminación racial

Una clienta con un café de la cadena Starbucks
Una clienta con un café de la cadena StarbucksMARK MAKELA (REUTERS)

Miles de cafeterías de Starbucks cerrarán a lo largo del día sus puertas durante cuatro horas por todo Estados Unidos para impartir un curso de igualdad racial a sus empleados. La cadena estuvo siempre a la vanguardia en el mundo corporativo al abordar cuestiones sociales que preocupan a sus clientes. Pero aunque los leales de sus cafés aplauden el gesto, señalan que los prejuicios raciales no se resolverán tan fácil. “Estas cosas deberían hacerse todos los días”, comenta una clienta, "son de sentido común".

El taller contra la intolerancia tiene origen en el arresto de dos personas negras hace un mes en Filadelfia. El encargado del local llamó a la policía porque uno de los hombres estaba dentro sin consumir y se negaba a abandonar la cafetería. El incidente se hizo viral en las redes sociales y las protestas se desataron por todo el país. Los directivos de Starbucks se disculparon personalmente y dejaron claro que lo sucedido no representaba ni la misión ni los valores de la compañía.

El entrenamiento antirracial, según explicó el encargado de uno de los locales en el barrio neoyorquino del Upper West Side, arrancará mostrando un vídeo a los empleados que incluyen comentarios de los ejecutivos de la cadena y del rapero Common. Después se dividirán en pequeños grupos para que puedan debatir sobre la experiencia del día a día con cuestiones raciales. “Se trata de discutir sobre cómo podemos lograr que la gente se sienta bien recibida”, añade.

Howard Schultz, presidente ejecutivo de la cadena, convirtió la experiencia de tomar café en un poderoso negocio. Su visión pasaba por crear un nuevo espacio entre la casa y el trabajo en el que la gente pudiera socializar. Starbucks opera actualmente más de 8.000 locales por todo los Estados Unidos, que visitan 100 millones de personas cada semana. El cierre en Nueva York estaba programado entre las dos y las seis de la tarde, hora local en la costa Este.

“Es lo correcto”, comentaba un cliente al salir de la cafetería rumbo hacia el metro al valorar la acción de la compañía, “¿por qué no se puede tener una política de puertas abiertas?”. Otra leal de cadena insiste en que “este tipo de situaciones al final nos ayudan a conocernos mejor los unos a los otros”. El cliente de Starbucks suele ser progresista e inclusivo, por lo que la respuesta tiene un claro beneficio para la cadena a la hora de preservar su reputación y disipar la polémica.

En la nota colgada en la puerta dirigida a los clientes del local, que firma el propio Schultz y que se puede encontrar también en su portal electrónico, se insiste por eso en que con esta jornada de formación busca demostrar que puede hacer las cosas de otra manera. Sus cafés, asegura el ejecutivo, deben ser un lugar “confortable y seguro” en el que cualquiera pueda “sentarse, leer, reunirse con otras personas, quedar, debatir, discutir o simplemente relajarse”.

“El incidente”, insiste Schultz, “no hizo reflexionar sobre todas las formas de discriminación, sobre el papel que desempeñan nuestros locales en la comunidad y sobre nuestra responsabilidad a la hora de asegurar que nada como esto vuelva a suceder en un Starbucks”. Cerca de 175.000 empleados en todo el país impartirán el cursillo en esta jornada. La idea es que esta conversación interna continúe y forme parte de la formación de sus asalariados.

Pero el debate racial en EE UU nunca es fácil y la visión de la que habla Schultz, sin embargo, tiene un riesgo para su negocio. Starbucks atraviesa por un momento complicado. Sus ventas no mejoran y llegó a un tamaño que le puso al borde de la saturación. Abrir los locales como quiere el ejecutivo requiere lograr un equilibrio complicado, porque al mismo tiempo puede alienar a sus propios clientes que temen que las cafeterías dejen de ser tan placenteras.

La política de puertas abiertas que se anunció tras el incidente en Filadelfia tuvo que ser modificada hace dos semanas, a raíz de las quejas. Ya no será necesario consumir para sentarse a ver el ordenador portátil en un Starbucks, pero no se podrá dormir la siesta ni utilizar sus aseos para consumir drogas, fumar o beber alcohol. También se aclararon los puntos que instruyen a los empleados a lidiar con personas que pueden crear problemas en sus cafés.

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