La precaria economía norcoreana obliga a Kim a abrirse al mundo
La cumbre de las dos Coreas abordará un acuerdo de paz permanente y la desnuclearización del Norte
“Es la economía, estúpido”. El lema no oficial con el que Bill Clinton ganó la presidencia estadounidense en 1992 bien podría pronunciarlo ahora Kim Jong-un. El líder supremo norcoreano hará historia al sentarse a la mesa de negociación con el presidente del Sur, Moon Jae-in, en suelo surcoreano este viernes, la tercera ocasión en que líderes de ambas Coreas se ven cara a cara. La cumbre culmina un giro de 180 grados, tan rápido como sorprendente, a la posición beligerante de Kim de hace apenas cinco meses. Un giro motivado, entre una de sus grandes razones, por el deseo de desarrollar la economía norcoreana.
La cumbre de este viernes en la Casa de la Paz en Panmunjom, en la Zona Desmilitarizada que separa a las dos Coreas, busca tratar la mejora de las relaciones entre Pyongyang y Seúl, abordar algún tipo de acuerdo de paz permanente entre los dos países aún técnicamente en guerra y “clarificar el compromiso de Kim Jong-un a completar su desnuclearización, y de qué manera se podrá expresar ese compromiso”, explica Kim Taehwan, de la Academia Nacional de Diplomacia de Corea del Sur.
Son todos ellos puntos muy importantes, y si se alcanza un compromiso en uno o todos de ellos representará un éxito que hubiera parecido impensable en noviembre, cuando Corea del Norte lanzó con éxito un misil intercontinental. Pero los acuerdos a los que se lleguen no serán muy detallados. Panmunjom es solo un primer paso, y eso es algo que los dos líderes tienen claro. Todo se hará con vistas a allanar el camino a la cumbre, que Kim y el presidente estadounidense, Donald Trump, tienen prevista dentro de un mes o dos.
“Hace un año, de lo que se hablaba era de la posibilidad de una guerra, y ahora nos encontramos ante una reunión para tratar sobre la desnuclearización y la paz permanente”, afirma Cho Seoung-ryoul, del Instituto de Estrategia de Seguridad surcoreano.
Los factores para este cambio, señalan los expertos, han sido el cambio de actitud de China, que ha empezado a aplicar las sanciones internacionales con mayor seriedad; el convencimiento norcoreano de que ya no necesita desarrollar más su armamento para hacerlo creíble, y las amenazas de Trump de una guerra que dejaría Corea del Norte como un erial. Pyongyang “decidió que había ido demasiado lejos, y está dispuesta a dar algunos pasos atrás. Pero no sabemos aún cuántos”, explica el profesor de Estudios Norcoreanos en la Universidad Kookmin Andrei Lankov.
Ese giro tiene también una motivación económica. “Desde su llegada al poder Kim Jong-un siempre ha sido consistente. Quiere mejorar la calidad de vida de su pueblo y lograr el desarrollo económico, y eso lo puede conseguir a cambio de desnuclearizarse”, explica Kim Joonhyung, asesor de política exterior del Gobierno de Moon y profesor de la universidad Handong.
Mediante concesiones en su programa nuclear, podría lograr una reducción del número de tropas estadounidenses destacadas en Corea del Sur, 28.000 en la actualidad; la eliminación, al menos parcial, de sanciones internacionales, más ayuda humanitaria e intercambios culturales y quizás turísticos.
Un punto de vista con el que está de acuerdo Lankov, según quien Kim tiene en mente el desarrollo de la economía, al estilo de lo que Deng Xiaoping hizo en China en los años 80. “Una versión local de la economía china”, en la que mantendría el férreo control político, pero podría recibir inversión extranjera.
El experimento ya se intentó durante los tiempos de Kim Jong-il. “Pero el Querido Líder estaba traumatizado por la caída de la Unión Soviética. Estaba aterrorizado de cambiar nada. Aunque las reformas al estilo chino se plantearon seriamente, e incluso se empezaron a implantar, fueron canceladas”. En cambio, Kim Jong-un es serio sobre esta meta. “Al llegar, recuperó a los mismos hombres que habían sugerido los cambios, y puso en marcha reformas bastante radicales. La economía norcoreana ha estado creciendo entre un 4 y un 7% de su PIB, un aumento sustancial”.
Hasta ahora, afirma, las rondas de sanciones previas no habían tenido un impacto significativo en la economía norcoreana; pero eso empezaría a cambiar en el futuro próximo si se continúan aplicando las más recientes con el rigor actual. Si, como parte de las negociaciones con Estados Unidos, Kim consigue que las sanciones vuelvan a niveles similares a los de 2016, “Corea del Norte puede vivir con ellas y seguir haciendo crecer su economía”
El motivo del líder supremo es doble, pragmático por un lado e idealista por otro. Kim Jong-un, explica el experto, es “un hombre brutal y manipulador”, pero también quiere “ser considerado un buen líder en un ambiente político muy hostil. Quiere sinceramente mejorar las condiciones de vida de su gente. Al mismo tiempo, es lo suficientemente maquiavélico como para darse cuenta que si la gente tiene dinero, él tendrá más apoyos y será más popular”, agrega Lankov.
Este experto, no obstante, descarta que Kim Jong-un llegue a plantearse seriamente deshacerse de manera completa, verificable e irreversible —como exige Estados Unidos— de su armamento nuclear. “Irak y, sobre todo, el triste final de Muamar Gadafi en Libia. Con esos antecedentes, ningún líder autocrático va a ser entusiasta sobre la desnuclearización”, apunta. “Simplemente, va en contra de los intereses de Corea del Norte”.
Porque, además del desarrollo económico, Corea del Norte también quiere garantías sobre la supervivencia de su régimen y de su Estado.
Una posibilidad, según los expertos, es que Pyongyang ofrezca deshacerse de parte de su arsenal, que los expertos calculan que incluye entre 15 y 60 bombas nucleares, o una congelación más o menos duradera de su programa. Una solución, a juicio de Lankov, que permitiría mantener la distensión y “con la que el mundo podría vivir”.
En cualquier caso, opina Kim Joonhyung, el momento actual abre una gran oportunidad para tratar de convencer a Corea del Norte de que opte por el camino de la normalización. Una oportunidad, considera, “irrepetible”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.