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África lidera los avances contra la pena de muerte en el mundo

El 84% de las ejecuciones de 2017 tuvo lugar en Irán, Arabia Saudí, Irak y Pakistán, según Amnistía

José Naranjo
Un escuadrón somalí se dispone a ejecutar a un acusado de colaborar con el grupo terrorista Al Shabab, en abril de 2016.
Un escuadrón somalí se dispone a ejecutar a un acusado de colaborar con el grupo terrorista Al Shabab, en abril de 2016.GETTY

La pena de muerte está en retroceso en todo el mundo y África subsahariana es la región donde más avances se producen hacia su abolición, según un informe publicado este jueves por Amnistía Internacional (AI). En 2017, Guinea se convirtió en el 20º país africano en eliminar la pena capital de su legislación, mientras que Kenia, Burkina Faso y Chad han dado pasos legislativos en esta dirección. El pasado mes de febrero, Gambia aprobó una moratoria de ejecuciones.

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“Los avances en África subsahariana han reforzado la posición de la región como faro de esperanza para la abolición. El liderazgo de los países de la región permite concebir de nuevo la esperanza de que la abolición de la forma más extrema de pena cruel, inhumana y degradante se encuentre a nuestro alcance”, asegura Salil Shetty, secretario general de AI, para quien “es el momento de que el resto del mundo siga su ejemplo y relegue esta aberrante pena a los libros de Historia”.

Esta organización internacional solo tiene constancia de que se llevaran a cabo ejecuciones en 2017 en dos países de África subsahariana, Somalia y Sudán del Sur, ambos golpeados por la guerra, frente a cinco en 2016. Sin embargo, en 2018 se han reanudado en Botsuana y Sudán, lo que, a juicio de AI, “no puede eclipsar los avances experimentados en otros países de esta región”.

Aunque aún está presente en 23 países, la pena capital está en retroceso en el mundo. En solo dos años su aplicación ha vivido un descenso del 39%, pasando de las 1.634 ejecuciones conocidas en 2015 a 993 en 2017. De igual modo, cada vez se dictan menos condenas a muerte, pues si en 2016 fueron 3.117, esta cifra bajó a 2.591 el pasado año. El citado informe admite, sin embargo, que no recoge las miles de condenas y ejecuciones que, a juicio de la propia Amnistía Internacional, fueron impuestas y consumadas en China, donde las cifras son secreto de Estado.

Al margen del país asiático, “el mayor ejecutor del mundo” según este informe, el 84% de las ejecuciones conocidas en 2017 tuvo lugar en solo cuatro países, Irán, Arabia Saudí, Irak y Pakistán, por ese orden. Asimismo, en Bahréin, Emiratos Árabes Unidos, Jordania y Kuwait se reanudó la aplicación de esta condena el año pasado. Además de Guinea, Mongolia también abolió la pena de muerte en 2017 y Guatemala hizo lo mismo aunque de manera restringida a los delitos comunes.

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Esta práctica se ha erradicado legalmente y por completo de 106 países, aunque su aplicación de facto está excluida de un total de 142 estados del mundo. A finales de 2017 había 21.919 personas condenadas a pena capital, entre ellas en Estados Unidos, donde el año pasado fueron ejecutados 23 reos y se produjeron 41 nuevas condenas. Los métodos utilizados van desde la inyección letal y la muerte por arma de fuego hasta la decapitación y el ahorcamiento. En Irán se llevaron a cabo al menos 31 ejecuciones públicas, según el citado informe.

Asimismo, Amnistía Internacional destaca que en muchos países donde persiste la pena capital los procedimientos judiciales no cumplen las normas internacionales sobre juicios justos, lo que incluye la obtención de confesiones mediante torturas y malos tratos, algo que se pudo constatar en Arabia Saudí, Bahréin, China, Irak o Irán.

Una tendencia preocupante es el aumento de la ejecución de personas condenadas por delitos relacionados con las drogas, sobre todo en Oriente Medio, el norte de África, Asia y Oceanía. Solo en 2017, Singapur ahorcó a ocho personas, el doble que en 2016, por tráfico de estupefacientes mientras que el 40% de las penas de muerte llevadas a efecto en Arabia Saudí, donde se usa la decapitación, fue por cuestiones de drogas.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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