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Seis minutos y medio en la piel de un inmigrante

Se presenta en Washington ‘Carne y Arena’, la obra de realidad virtual de Iñárritu sobre la entrada de mexicanos en EE UU

Fotograma del documental virtual 'Carne y arena'. En vídeo, Iñárritu recibe un Oscar por el proyecto de realidad virtual.

El participante tiene que sacarse sus calcetines y zapatos. En la sala metálica hace un frío helado. Hay zapatos destartalados, de niños y adultos, por el suelo. Suena una alarma. Entra a otra sala: de 15 metros cuadrados, arena en el suelo y paredes negras. Le colocan unos auriculares y unas gafas de realidad virtual. Ha sido trasladado a una zona desértica en EE UU tras cruzar la frontera desde México. Es de noche y está con unos inmigrantes indocumentados que apenas pueden seguir caminando. La calma desaparece. El ruido de los helicópteros es atronador. La policía fronteriza llega en todoterrenos. Un agente armado le grita al visitante para que levante los brazos. Luego le ordena echarse al suelo. Una mujer llora. Hay niños y una joven embarazada. Nervios y desesperación.

La policía se lleva a los inmigrantes. De golpe, el participante vuelve a estar solo en el desierto. Siente una brisa matutina. Y todo termina. Seis minutos y medio después, la experiencia de realidad virtual ha finalizado. Le quitan las gafas y le trasladan a otra sala donde conoce las dramáticas historias reales de los indocumentados en las que se basa la trama de algoritmos que acaba de vivir.

Así es Carne y arena, la obra de realidad virtual del cineasta mexicano Alejandro González Iñárritu, ganadora este año de un Oscar especial. Tras estrenarse en mayo en Cannes y visitar varias ciudades, el proyecto acaba de llegar a Washington. Es imposible no pensar en las políticas del presidente Donald Trump, que ha demonizado la inmigración irregular bajo la promesa de levantar un muro fronterizo, para evitar la entrada de “violadores y criminales”, y facilitar las deportaciones.

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“No creo pueda haber una mejor ciudad y momento para ser presentada. Significa la posibilidad de aportar una experiencia para quienes desconocen esta realidad y han construido una idea de los inmigrantes sólo a través de una percepción de estos”, dice Iñárritu a EL PAÍS en un cuestionario por correo electrónico. “Hago una invitación cordial y respetuosa a quienes decidirán sobre la vida de tantos millones de personas sin, quizá, haber tenido nunca la oportunidad y el privilegio de conocer, escuchar y ver de frente y a los ojos a alguno de estos inmigrantes”, agrega el director de películas como Babel, que ha sido muy crítico con el discurso antimigratorio de Trump.

Algunos de esos ojos reales son los de Amaru, un salvadoreño de 20 años que usó su camiseta como zapato en el desierto y que recuerda el frío del centro de detención en el que estuvo recluido tras cruzar la frontera. Carmen, hondureña de 22 años, se pasó dos días sin beber o comer durante su periplo y teme volver a su país por miedo a la violencia. John, un guarda fronterizo estadounidense de 62 años, destaca que la mayoría de indocumentados solo “quiere una vida mejor”. Yoni, hondureña de 43, reza para poder quedarse en EE UU y no ser percibida como una criminal.

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Iñárritu, que estuvo cinco años preparando la obra, dice que no responde a “ninguna meta política”. Busca promover la empatía. “El entendimiento profundo de la realidad del otro es esencial”, señala el mexicano, que lleva más de 15 años en EE UU. “Más que con el juicio y el intelecto, uno se relaciona con estos inmigrantes a través de los sentidos y el corazón, que es la forma más poderosa y verdadera del conocimiento humano”.

“Nada puede reemplazar la experiencia real pero ciertamente me ha ayudado a ponerme en los pies de los inmigrantes cruzando la frontera”, dice Emily Tewes, una estadounidense de 29 años, tras asistir a la obra virtual en Washington, ubicada en una antigua iglesia que ha sido acondicionada. “Me ha hecho sentir algo de culpabilidad. Para mí esta experiencia era casi una forma de entretenimiento y se acabaría en 10 minutos. En cambio, para aquellos cruzando ilegalmente la frontera, esa realidad feroz y estresante dura días, semanas o meses y tiene ramificaciones el resto de sus vidas”.

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