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Más niños húngaros para evitar la inmigración

En pleno invierno demográfico en Hungría, el ultraconservador Orbán, defensor de los valores cristianos, busca aumentar la natalidad para no recurrir a la importación de trabajadores

María R. Sahuquillo

Szabolcs y Noemi Agosthazy siempre quisieron hijos. Cuatro, concretamente. Ambos tienen muchos hermanos y deseaban lo mismo en su casa. Hoy son padres de tres niños, todos chicos. “A veces es un poco loco, pero somos muy felices”, dice Noemi sonriendo a su marido. Cuando nació el primero de sus hijos, esta experta en finanzas internacionales de 38 años decidió hacer un parón para ocuparse de los cuidados de la familia. Después, tras volver al mercado una temporada, apostó por quedarse en casa. Hoy, aunque lo compatibiliza con clases de inglés para niños, es lo que la Administración húngara denomina “madre a tiempo completo” y recibe por ello el equivalente a unos 100 euros al mes del programa de apoyo a las familias que el Gobierno de Viktor Orbán lanzó hace ocho años.

Szabolcs y Noemi Agosthazy, padres de tres hijos, en Budapest.
Szabolcs y Noemi Agosthazy, padres de tres hijos, en Budapest.M. R. Sahuquillo

Los Agosthazy son uno de los miles de hogares beneficiarios de la que es una de las políticas clave del Ejecutivo del Fidesz, que busca este domingo hacerse con un tercer mandato consecutivo en una de las elecciones más imprevisibles de la democracia reciente del país. Un paquete de medidas que premia a la familia tradicional con el que el ultraconservador Orbán busca incrementar la tasa de natalidad de las húngaras desde los 1,4 hijos actuales hasta los 2,1 en 2030. Es su receta para que la Hungría unitaria de valores cristianos y puertas cerradas, que defiende fervientemente, no necesite inmigrantes. Más húngaros blancos y cristianos para cubrir el reemplazo generacional, en un país de algo más de 9,7 millones de habitantes que ha perdido el 10% de su población en las tres últimas décadas.

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El programa de apoyo a las familias es parte de lo que el propio Gobierno ha llamado “Orbanomics”. Una política económica con cuatro pilares, explicaba su portavoz, Zoltán Kovács: “Competitividad, una sociedad de bienestar social, buenos datos demográficos y políticas basadas en la identidad”. Con una campaña electoral casi totalmente centrada en expandir el mensaje del miedo a la inmigración, el Fidesz (parte del Parte del Partido Popular Europeo) no tiene un programa demasiado extenso. Su argumento para afrontar los comicios de este domingo es que los ciudadanos solo han de mirar la evolución del país, que ha pasado de vivir una severa crisis a tener un crecimiento del 4,4% del PIB. A ese plan de cuatro pilares también pertenece el programa de empleo público con el que, según el Gobierno, se ha llegado a pasar de un 11,4% de desempleo al 3,8% y que la oposición ha criticado porque considera que esos trabajos —limpiar calles o escuelas, por ejemplo— son una burbuja. “Son empleos prácticamente irreales que no tienen ningún tipo de desarrollo”, acusa Peter Jakab, portavoz de Jobbik, principal rival del partido de Orbán.

Los tres rubísimos chiquillos de Szabolcs y Noemi, de 10, ocho y seis años, están en la escuela y la pareja ha sacado un rato para desayunar juntos en un café de Budapest. Comentan que no descartan tener otro hijo. Lo que para otros estándares se consideraría una familia numerosa, para la comunidad católica a la que pertenecen es la media, apunta él, abogado y funcionario. Los Agosthazy han solicitado casi todas las medidas que ofrece el programa. Reciben el equivalente a unos 350 euros mensuales para ayudar a la crianza de sus hijos y otros 150 en desgravación fiscal. También son beneficiaros de la medida estrella pero también más compleja del programa: unos 32.000 euros para comprar o construir una casa, si se tienen —o se prometen tener— tres hijos. “Además, se ha creado una hipoteca a bajo interés por otros 32.000 euros y no hay que pagar impuestos; lo que supone un ahorro considerable”, explica Szabolcs.

El programa no implica solo la ayuda económica, opina el funcionario, también un cambio de mentalidad con el que hogares como el suyo se sienten más apoyados. La tasa de natalidad húngara ha subido desde los 1,25 hijos de 2010. Algo que el Gobierno achaca a sus medidas. Un incremento que, no obstante, distintos expertos en demografía relacionan más bien con los movimientos naturales: es el momento horquilla de procrear de uno de los grandes grupos de población.

Varias familias en un parque de Budapest el viernes.
Varias familias en un parque de Budapest el viernes.
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El Gobierno del nacionalista Orbán, luterano y padre de cinco hijos, no oculta el sesgo ideológico de la medida. “Hay una serie de preferencias que queremos reforzar, incluido el fortalecimiento de la institución del matrimonio, apoyo al nacimiento y la creación de una sociedad de empleo flexible”, apunta la secretaria de Estado de Familias y Juventudes, Katalin Novák. “Nuestra intención es garantizar que los factores financieros o del mercado laboral no impidan que las personas tengan hijos, sino por el contrario, promover y apoyar su objetivo de tener tantos como realmente deseen”, comenta Novák, que afirma que 1,4 millones de familias se ha beneficiado de las desgravaciones fiscales. Otras 70.000 de las subvención para comprar o construir una casa.

La secretaria de Estado explica que además de las medidas económicas hay otro amplio paquete en apoyo a la escolarización, el cuidado temprano, la vuelta al trabajo tras la maternidad, material escolar o incluso programas de vacaciones que disfrutan unos 100.000 niños cada año. En Hungría han surgido incluso planes especiales de suscripción a medios o a planes culturales con descuento para parejas con hijos. Es, dice, una sociedad "amigable con las familias".

Al programa se le ha acusado de fomentar la desigualdad de género, ya que son las mujeres las que suelen quedarse en casa. También de premiar fundamentalmente a las clases medias. Algo que algunos han considerado discriminatorio hacia los más pobres o las personas de etnia gitana, que tradicionalmente tienen más hijos. La secretaria de Estado de Familias argumenta que cuando el Fidesz llegó al Gobierno ya existían programas para los sueldos más bajos o en situación de desempleo y que, en cambio, familias como los Agosthazy no recibían apenas ayudas. “No veo por qué tiene que ser malo que se premie a las clases medias. Nosotros recibíamos unos 50 euros al mes cuando nació nuestro primer hijo", señala Szabolcs. Y añade: “A veces es difícil hacer realidad los sueños y estas medidas verdaderamente marcan la diferencia”.

Líder en una región de populismos en alza

El ultraconservador Orbán no se cansa de presentarse como el defensor de los valores cristianos en una Hungría y una Europa “amenazada” por los liberales. De hecho, sus medidas de apoyo a las familias fueron pioneras y modelo en una región con baja natalidad. En Polonia, el Ejecutivo también ultraconservador de Ley y Justicia (PiS) ha puesto en marcha un programa similar que le está garantizando, además, un buen granero de votos. “El camino y la lucha de los húngaros y los polacos es el mismo, su meta es la de construir y defender nuestro hogar, Europa Central, y mantenerlo como nacional y cristiana”, recalco el viernes en Budapest Orbán ante el líder del PiS, Jaroslaw Kaczynski,—verdadero líder en la sombra del Ejecutivo polaco—.

No es lo único que comparten. Orbán inició su mandato con una reforma Constitucional a la que siguieron otras modificaciones legales que le han permitido acumular cada vez más poder. Algo que ha repetido el Ejecutivo del PiS. Reformas que han socavado las instituciones democráticas, según los expertos internacionales y la Comisión Europea, pero que han llevado a cabo sin el freno de la UE.

Los discursos populistas como el suyo están en auge en Europa central y del Este. Aunque en Eslovaquia —un populismo más de izquierdas— y República Checa —con un millonario estilo Trump como primer ministro y un prorruso como presidente—, la demagogia de sus líderes tiene otro tono. Por eso, advierten los analistas, las elecciones de ese domingo en las que Orbán —que también es modelo para sus vecinos en su rechazo a la política migratoria de la UE— aspira a tener un tercer mandato, son tan importantes en una región que, poco a poco se ha convertido en un bloque de peso dentro de la UE.

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Sobre la firma

María R. Sahuquillo
Es jefa de la delegación de Bruselas. Antes, en Moscú, desde donde se ocupó de Rusia, Ucrania, Bielorrusia y el resto del espacio post-soviético. Sigue pendiente de la guerra en Ucrania, que ha cubierto desde el inicio. Ha desarrollado casi toda su carrera en EL PAÍS. Además de temas internacionales está especializada en igualdad y sanidad.

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