_
_
_
_
ELECCIONES EN EGIPTO

Así perdió el exmariscal Al Sisi su aureola de popularidad

La austeridad y la represión ahuyentan de las urnas a los votantes que apoyaron al presidente en 2014

Juan Carlos Sanz
Un tuc-tuc (mototaxi) con la imagen del presidente Al Sisi en El Cairo.
Un tuc-tuc (mototaxi) con la imagen del presidente Al Sisi en El Cairo. AMMAR AWAD (REUTERS)

En un país de historia milenaria, donde el 53% de la población tiene menos de 25 años, solo se han visto electores maduros desfilando por los colegios electorales de El Cairo durante tres jornadas consecutivas de votación para refrendar al presidente Abdelfatá al Sisi. Las urnas se cerraron anoche en Egipto, pero los resultados oficiales no se conocerán hasta dentro de cinco días. Nadie duda de que el antiguo mariscal en jefe de las Fuerzas Armadas revalidará su mandato con un porcentaje similar al 97% de los sufragios que obtuvo hace cuatro años, aunque difícilmente estará ahora legitimado además por la tasa de participación del 47%, que le encumbró al poder tras el golpe de Estado que encabezó en 2013 contra el presidente islamista Mohamed Morsi.

Fuentes no oficiales de la Administración electoral citadas por Reuters han estimado en un 21% la participación durante las votaciones del lunes y el martes. Los muestreos efectuados por las agencias de prensa hasta las seis de la tarde de ayer, cuatro horas antes del cierre definitivo de los colegios, que se prorrogaron una hora más, apuntaban a un índice de afluencia a las urnas de entre el 25% y el 33% del censo. Las autoridades no han facilitado datos oficiales en ningún momento del proceso electoral y se han limitado a asegurar que los ciudadanos estaban votando con intensidad en los comicios. No se han observado aglomeraciones, solo centros de votación semivacíos.

Más información
Radiografía en datos: Egipto intenta salir a flote del lastre de la austeridad económica y la amenaza terrorista
Culto electoral a la personalidad sin rival en El Cairo

El presidente de la comisión electoral, Lashin Ibrahim, intentó movilizar ayer por televisión a los votantes: “Demostrad al mundo que Egipto siempre ha sabido hacer historia; vosotros sois faraones, los fundadores de la civilización que admiró al mundo”. Por si algún ciudadano no se mostraba motivado por la apelación al pasado glorioso, la junta electoral desempolvó también una norma caída en desuso que impone una multa de 500 libras (unos 28 euros, media paga mensual para muchos trabajadores manuales) a quien no ejerza su sufragio. La prensa local daba cuenta también de casos de reparto de regalos, como bolsas de comida, o de dinero (billetes de 50 libras, unos 2,5 euros) a la salida de algunos colegios a aquellos que mostraban el dedo tintado como prueba de haber depositado la papeleta.

Ni las banderas nacionales ondeadas por grupos de escolares ante los centros electorales ni los ensordecedores himnos patrióticos a cuyo ritmo han bailado durante tres días han disuadido a abstencionistas, boicoteadores o simples ciudadanos decepcionados de la política. Egipto ha dado la espalda a las urnas.

¿Qué ha sucedido entretanto con el aura de popularidad con la que llegó al poder Abdelfatá al Sisi, tras el alzamiento militar y su posterior ratificación en las urnas? El bloguero y analista político Wael Eskander, de 37 años, sostiene en un café del distrito de Doki, próximo a la sede del Instituto Cervantes en El Cairo, que un “clima de intimidación” se ha apoderado de la sociedad egipcia durante el primer mandato del presidente. “Ahora se enfrenta a un candidato títere [Musa Mustafá Musa, líder de un partido que apoya al jefe del Estado] y la ciudadanía no se siente representada ni con alternativas”.

“Muchos de los que le apoyaron en 2014 con su voto se han visto empobrecidos por los ajustes económicos impuestos por el Fondo Monetario Internacional”, argumenta Eskander, “pero sobre todo están hartos de la intromisión en la economía del complejo militar-industrial, las empresas del Ejército que controlan megaproyectos como la ampliación del canal de Suez o la construcción de una nueva capital administrativa”.

El previsible repunte de la abstención a pesar del largo periodo de apertura de los colegios se debe también, según este analista, a que la “obsesión por la seguridad [en el Sinaí el Ejército lleva semanas librando una batalla contra la filial local del Estado Islámico] se ha transformado en una opresión política que no acaba de tocar fondo”. Cree que la situación ya no es sostenible mucho tiempo más en Egipto y precisa de un reequilibrio que rebaje la represión política tras las elecciones.

“El deterioro creciente de las condiciones de vida como resultado del autoritarismo reinante y la asfixia política acabarán pasando factura”, a pesar de que muchos egipcios ven al presidente como “el hombre fuerte que pone orden y evita el caos”, evalúa los comicios Haizam Amirah Hernández, analista del Real Instituto Elcano.

“Al Sisi busca lo mismo que cualquier autócrata, perpetuarse en el poder a cualquier coste”, asevera este investigador del mundo árabe en un correo electrónico. Amirah Considera que Egipto ha vivido “unas elecciones presidenciales en las que no hay nada que elegir; como mucho un referéndum con numerosas irregularidades y sin garantía de transparencia sobre los resultados y el índice de participación”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_