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La Universidad Nacional de Colombia se prepara para su primera rectora en 150 años

La científica Dolly Montoya asume el mando de la emblemática institución de educación pública

Santiago Torrado
Dolly Montoya, rectora de la Universidad Nacional de Colombia
Dolly Montoya, rectora de la Universidad Nacional de Colombia.S.T.

Dolly Montoya (Pereira, 1948) no se rinde con facilidad. En su destacada trayectoria como científica se ha acostumbrado a incursionar en territorios aparentemente vedados. Ella será la próxima rectora de la Universidad Nacional de Colombia tras ser elegida el pasado 22 de marzo como sucesora del matemático Ignacio Mantilla para el periodo 2018-2021. La primera mujer en ocupar ese despacho en 150 años.

“Siempre he sido una convencida de que todo se puede. Sin atropellar, sin hacer cosas imposibles, pero ante el cierre de una puerta hay que abrirla, y se puede. Y eso ha pasado en todo lo que he hecho en mi vida”, le dice a EL PAÍS en su despacho en el Instituto de Biotecnología de la Universidad Nacional (IBUN) que ayudó a fundar hace 35 años. Un antiguo edificio dentro del enorme campus de 121 hectáreas en la mitad de Bogotá. A partir del 2 de mayo se mudará a la rectoría, y su fotografía se sumará a la pared decorada con los retratos de sus 43 antecesores hombres.

Fomentar la investigación ha sido su principal logro. “Estamos convencidos de que la paz es desarrollo económico, porque hay mucha inequidad”, dice orgullosa sobre el IBUN, su hijo consentido que hoy cuenta con 16 laboratorios, patentes y publicaciones científicas.

Ser la cabeza de la principal universidad de Colombia la convierte en un personaje relevante en la vida pública del país. El senador y exalcalde de Bogotá Antanas Mockus, por ejemplo, fue rector antes de lanzarse a la política. Significa dirigir a más de 50.000 alumnos y cerca de 3.000 docentes de una institución que ofrece 450 programas académicos y está repartida en nueve sedes a lo largo y ancho del territorio.

Montoya fue elegida entre cinco finalistas para un periodo de tres años, con la posibilidad de una reelección. Llega en un momento en que la universidad pública está cada vez más desfinanciada, y aunque la Nacional sigue siendo referente de investigación, ha perdido terreno frente a las instituciones privadas. “Nuestra principal necesidad es armonizar lo que hacemos para seguir siendo la primera universidad del país y optimizar los recursos para que crezcamos más rápidamente”, explica. Entre sus desafíos menciona lograr más acuerdos internacionales y un esfuerzo de por los menos 10 años para recuperar el campus.

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Su experiencia, con posgrados en México, Alemania e Inglaterra, le ha enseñado que los países desarrollados “son conscientes de que el conocimiento es el que genera riqueza”, y lo miden con publicaciones, patentes y el porcentaje del PIB invertido en ciencia y tecnología. Las prioridades se definen con presupuesto, no con discursos. “Tenemos que jugar un papel muy importante en hacer que el conocimiento se vuelva parte de la vida cotidiana de la sociedad”.

Pionera

Cuando se graduó de la Nacional como química farmacéutica, en 1977, los avisos todavía especificaban que buscaban un profesional hombre. Así se publicó la primera convocatoria a la que acudió. Decidió ignorar ese detalle, se presentó con su currículo, y la empresa, que producía vacunas, la contrató. Desde entonces se rehúsa a aceptar por respuesta un “no se puede”.

A comienzos de los ochenta obtuvo su maestría en Ciencias Biomédicas, con honores, en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la mayor institución académica del mundo de habla hispana. Allí vivió en el mismo apartamento de la colonia Nápoles que antes habitó un ilustre compatriota, el artista Fernando Botero. Cuenta que ese México, donde aprendieron a leer y escribir sus dos hijos, era “un mirador para América Latina” con una intensa actividad cultural. Años después obtuvo un doctorado con reconocimiento magna cum laude de la Universidad Tecnológica de Múnich y un posdoctorado en Sussex.

Con ese bagaje afirma sin titubear que las mejores universidades de la región son la UNAM y la de Sao Paulo. “No lo sabía”, se sorprende cuando se le señala que la UNAM nunca ha tenido una rectora mujer. Un hito pendiente.

Ni política ni religión

A 'la nacho’, como la apodan sus estudiantes, la persigue el estigma de favorecer corrientes de izquierda radical. Dos de sus íconos son mártires de la lucha armada latinomericana: el argentino Ernesto ‘Che’ Guevara, quien intentó exportar la revolución cubana, y Camilo Torres, el cura guerrillero que estudió en el claustro y murió en su primer combate con el ELN.

En un país que intenta dejar atrás medio siglo de guerra tras firmar la paz con las FARC, hoy desarmadas y convertidas en partido político, y trata de sellar un acuerdo con el ELN, la emblemática imagen del Che en el campus ha sido motivo permanente de polémica. En varias ocasiones la han pintado de blanco, pero siempre reaparece.

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“Eso es de estudiantes, no es institucional”, replica Montoya, restándole importancia. “La Universidad Nacional como institución no se alinea, nuestro propósito es la Academía, y si le metemos política o religión pues acabamos con la universidad”. Preferiría llenar de murales artísticos el campus, al estilo del de la UNAM, patrimonio cultural de la humanidad. “Me parece que el arte y la cultura debe ser lo que cubra la universidad, no la política”, zanja.

La Nacional se fundó en el siglo XIX en una Colombia fragmentada como un proyecto cultural de la nación, unificador, con gente de todas las regiones para dialogar el país, recuerda cuando se le pregunta sobre la polarización actual de la política colombiana. “Fieles a esos principios nos hemos mantenido siempre. Entonces nuestra universidad trasciende los gobiernos”, enfatiza. “Tiene que negociar con el que esté, godo [conservador], liberal, de cualquier tendencia, porque nuestros propósitos van más allá del gobierno inmediato. La universidad tiene que ser interlocutora válida del Estado”. Aunque no fue ajena a la efervescencia de los movimientos de izquierda cuando fue estudiante, y dice conservar ese espíritu social, prefiere definirse como una innovadora.

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Sobre la firma

Santiago Torrado
Corresponsal de EL PAÍS en Colombia, donde cubre temas de política, posconflicto y la migración venezolana en la región. Periodista de la Universidad Javeriana y becario del Programa Balboa, ha trabajado con AP y AFP. Ha cubierto eventos y elecciones sobre el terreno en México, Brasil, Venezuela, Ecuador y Haití, así como el Mundial de Fútbol 2014.

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