“De repente es como vivir en una novela de espías”
La rutina de los vecinos de Salisbury discurre desde hace una semana sorteando cordones policiales, agentes con chalecos reflectantes y cámaras de televisión
El penúltimo acontecimiento noticioso en Salisbury fue poder ver los techos de pizarra de la catedral cubiertos de nieve. Sucedió hace dos semanas, cortesía del temporal siberiano que se bautizó como la Bestia del Este. Y ha sido otra bestia del Este, un destructivo agente nervioso cuyo origen el Gobierno británico sitúa en Rusia, la que de verdad ha alterado la paz de esta hermosa localidad del suroeste de Inglaterra.
La rutina de Salisbury discurre desde hace una semana sorteando cordones policiales, agentes con chalecos reflectantes y cámaras de televisión. El ánimo de los vecinos oscila entre la emoción por saberse en el centro de la noticia, y cierta preocupación por saber que ahí, detrás de alguno de esos precintos, un hombre y una mujer sufrieron un ataque con armas químicas a plena luz del día.
“De repente, es como vivir en las páginas de una novela de espías”, explica Bernard Thornton, propietario de un pequeño negocio tecnológico. “En este mundo loco en que vivimos, no me sorprende que algo así suceda. Lo que me sorprende es que suceda aquí. Es muy intrigante pero no creo que haya motivos para estar preocupados. Eso sí, le diré una cosa: estoy muy contento de no haber ido al restaurante ese día”.
Después de que las autoridades negaran cualquier riesgo para la salud de los vecinos, el pasado domingo el Gobierno publicó una recomendación de salud pública dirigida a aquellos que estuvieran en el pub The Mill o en el restaurante italiano Sizzi entre el mediodía del domingo 4 de marzo y la noche del lunes 5. Se calcula que hay medio millar de personas que pudieron estar en alguno de los dos establecimientos en esas horas.
El Gobierno les pide que laven la ropa que llevaban. Que limpien los teléfonos móviles y bolsos con toallitas húmedas desechables. Las prendas que no pueden lavarse con agua deberán introducirlas en dos bolsas de plástico, cerradas por arriba, y almacenadas en un lugar seguro de la casa hasta recibir nuevas órdenes. Todo muy tranquilizador.
Los políticos insisten en que se trata solo de extremar la precaución, que el riesgo es mínimo. Pero algunos vecinos no ocultaban este lunes su canguelo. “Creo que la policía está haciendo un buen trabajo, esto no es algo a lo que te enfrentes todos los días. Pero no es tranquilizador que las autoridades aseguren que no hay motivo para la alarma y, una semana después, digan que hay gente que puede haber estado expuesta al veneno. La salud de la población debe ser siempre lo primero”, opina John Clarke, jubilado.
La investigación policial y toxicológica se concentra en una serie de puntos de la pequeña ciudad. El más evidente es el triángulo que forman, en el corazón comercial de Salisbury, el restaurante Sizzi, el pub The Mill y el banco donde cayeron enfermos Serguéi Skripal, de 66 años, y su hija Yulia, de 33, que había venido a visitar a su padre desde Rusia.
También se ha acordonado una zona del cementerio local, donde yacen la esposa y el hijo del exespía; un aparcamiento, del que en los últimos días se han retirado varios coches, y la residencia de Skripal. Esta, situada en un suburbio residencial a media hora caminando del centro, se encontraba inaccesible este lunes, rodeada por un amplio cordón que ocasionalmente atravesaban furgonetas y vehículos policiales.
Los Skripal llegaron al centro de la ciudad a las 13.30 del domingo 4 de marzo. Entraron en un restaurante italiano. Comieron risoto de salmón y pan de ajo, con una botella de vino, en una mesa del fondo del restaurante, junto a la cocina abierta. Al salir, atravesaron una pequeña galería comercial cubierta, cruzaron el río y entraron a tomar algo en el pub.
Hacia las cuatro de la tarde la pareja yacía en estado comatoso, sobre un banco cercano al pub, en el exterior de un centro comercial. Alertada por los paseantes, la policía llegó a las 16.15. Padre e hija fueron trasladados al hospital, ella en helicóptero y él, en ambulancia.
El caso parecía aún rutinario. Pronto, los agentes que habían acudido a socorrer a la pareja empezaron a reportar síntomas extraños. El lunes, los científicos del laboratorio gubernamental cercano de Porton Down confirmaban que los Skripal habían sido atacados con un raro agente nervioso.
La mesa donde comieron ha sido incinerada. Una veintena de personas habían sido tratadas, hasta el fin de semana pasado, por su exposición a la toxina. El Ejército sigue desplegado en la ciudad. Más de 250 agentes antiterroristas participan en la investigación. Se han recogido más de 200 pruebas y se ha interrogado a más de 240 testigos.
Salisbury vive días extraños. Misteriosos agentes con buzos, como en la película E.T., van apareciendo y levantando tiendas de campaña en diferentes puntos de la ciudad. El perímetro de los cordones policiales va variando, marcando la suerte de vecinos y comercios. “Son tiempos preocupantes, pero a mí lo que me preocupa es mi negocio”, explica la propietaria de una tienda de regalos, justo al borde del cordón policial. La mujer, que prefiere no revelar su nombre, asegura haber perdido importantes ventas en el día de la madre, que en Reino Unido se celebró el pasado domingo. “La actividad se ha reducido, no cabe duda, no podremos seguir así. Esperamos que todo esto pase pronto, y que la gente no tenga miedo de venir”.
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