La conexión española del espía envenenado
Serguéi Skripal fue detectado por el CNI cuando trabajaba para la inteligencia militar rusa y pasó a ser informador británico
El rastro de Serguéi Skripal, el exespía ruso que la noche del sábado continuaba luchando por su vida tras sufrir el pasado domingo un ataque con un gas nervioso en Salisbury (Reino Unido), lleva a España. Allí trabajaba en los años noventa como oficial del GRU, el servicio de inteligencia militar ruso. El CNI español lo detectó como posible informador, según publica The Times, y fue la inteligencia británica la que se lo trabajó para convertirlo en un espía doble.
Era la Rusia de Borís Yeltsin, en la que las finanzas públicas no atravesaban su mejor momento y el dinero podía tardar en llegar a los espías instalados en el extranjero. En el verano de 1995, cuando Skripal tenía 44 años, fue contactado por un agente encubierto del MI6 que se hizo pasar por un empresario español.
Se empezó a construir entonces una relación de contraespionaje que fuentes de la inteligencia británica describen como una de las más eficientes y productivas desde el final de la Guerra Fría. El doble agente recibió el nombre en clave de Forthwith, que en inglés quiere decir inmediatamente.
Skripal regresó a Moscú poco después, tras habérsele diagnosticado una diabetes. Continuó un tiempo en el cuartel general del GRU, pero seguía visitando con frecuencia España. Su relación con el MI6 fue creciendo hasta el punto de que le fue asignado un oficial con dedicación exclusiva.
En el 2000 Skripal dejó el GRU. Trabajó primero en el Ministerio de Exteriores y luego en el Gobierno provincial de Moscú. Continuó suministrando información a la inteligencia británica, que llegó a adquirir para él una residencia en multipropiedad en la provincia de Málaga. Allí viajaba Skripal con regularidad, en escapadas de tres días durante las que se reunía con su contacto del MI6 en sesiones de hasta cuatro horas. Al final de cada una, según The Times, recibía un pago de entre 5.000 y 6.000 dólares en metálico (entre 4.000 y 4.800 euros), que Skripal depositaba en una cuenta corriente española.
Mantener la relación con su agente doble en España era más seguro para el MI6 que llevarlo a Reino Unido. “España es una muy importante plataforma para el espionaje ruso”, explica Luke Harding, excorresponsal de The Guardian en Moscú y autor de un libro sobre el envenenamiento de Alexander Litvinenko y otro, el recién publicado Conspiración (Debate), sobre los vínculos de Vladímir Putin y Donald Trump. “Litvinenko viajaba regularmente a Madrid. Asesoraba a espías españoles sobre cómo funciona el crimen organizado ruso. Creo que la conexión española es la razón por la que fue asesinado en Londres en 2006. Iba a testificar. España era un lugar mucho más fácil para operar, más seguro. Londres es como un segundo Moscú, donde hay inteligencia rusa y británica, oligarcas, críticos con el régimen, abogados especializados, agencias de relaciones públicas. En España pueden mantener un perfil más bajo. España está absolutamente en el centro de todo esto. Claro que lo está”.
Un día de 2004, Forthwith no se presentó en una reunión programada en territorio español. El MI6 comprendió que el agente doble había sido delatado. Resultó que Skripal había sido apresado en Rusia. Su delator, según The Times, fue un agente español que trabajaba para Moscú y que fue “juzgado y condenado en España” algunos años después. De ser cierta la información, tendría que tratarse del exagente del CNI Roberto Flórez García, el primer condenado por traición de la democracia española, al que un tribunal le impuso 12 años de cárcel en 2010.
En el punto de mira del Kremlin
El exfinanciero ruso Roman Borisovich señala un patrón común en los últimos casos de muertes sospechosas de rusos en suelo británico. Litvinenko fue envenenado cuando se disponía a testificar en España en una causa contra las mafias rusas. Alexander Perepelichny, fallecido misteriosamente en Inglaterra en 2012, había colaborado con la investigación de una millonaria operación del crimen organizado. “Sus problemas empezaron cuando expusieron las conexiones mafiosas del régimen. Nada te pone en el punto de mira del Kremlin hasta que revelas conexiones mafiosas y lavado de dinero. Eso es lo que mata a la gente”, explica Borisovich.
En julio de 2007 se le intervinieron a Flórez, en un local y en dos viviendas de Puerto de la Cruz (Tenerife), cientos de documentos secretos y dos cartas dirigidas al representante en Madrid del servicio de inteligencia exterior de Rusia, en las que le ofrecía información sensible a cambio de dinero. En 2004, la CIA estadounidense ya había alertado al CNI de sus sospechas de que la inteligencia española estuviera infiltrada por los rusos.
Normas de la vieja escuela
Skripal fue condenado a 13 años en un centro penitenciario al sur de Moscú. Pero en 2010 fue liberado en un famoso intercambio de espías en el aeropuerto de Viena. Skripal recibió refugio en Reino Unido y se instaló en la apacible localidad de Salisbury, en el suroeste del país. El gran misterio es por qué ha sido atacado ahora. Acabar con un agente liberado en un intercambio de espías contraviene las normas de la vieja escuela. El propio Skripal parecía vivir sin mayores precauciones. Nada en su rutinaria vida de los últimos años indica que pudiera temer ser víctima de un ataque.
Entonces, ¿qué pudo convertir a Skripal en el objetivo de un ataque con armas químicas en suelo británico? Roman Borisovich, un exfinanciero ruso que se dedica a combatir la corrupción del régimen de Putin desde Londres, se aventura con una teoría que apunta al caso de los casi 400 kilos de cocaína hallados el mes pasado en la Embajada rusa en Argentina, trama en la que el activista ve una conexión con el Kremlin.
“No es un secreto que los servicios de inteligencia rusos han controlado el narcotráfico desde hace años”, señala. “Después de dimitir del GRU, Skripal estuvo en el Ministerio de Exteriores. Hablaba español. Es posible que supiera algo que llevara a esa operación. Lo que hay que pensar es qué pudo hacer para merecer este ataque. Ha estado fuera de Rusia desde hace ocho años. Antes, seis años en la cárcel. Ni siquiera Putin salda cuentas de hace 20 años. ¿Qué podría saber que fuera valioso? Es un hecho que la cocaína suramericana llega a Rusia desde aquellos años. No se me ocurre otra explicación”.
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