La Eurocámara examina al ‘número dos’ de Juncker
El nombramiento de Martin Selmayr a la secretaría general de la Comisión se convierte en un potencial problema político en Bruselas
Amenaza tormenta sobre la Comisión Europea de Jean-Claude Juncker. Temido y admirado a partes iguales, el nuevo secretario general de esta institución —el funcionario más relevante en Bruselas—, el poderoso Martin Selmayr, se enfrenta este lunes al examen del Parlamento Europeo, alborotado por un nombramiento que escenifica las virtudes y los defectos de la burbuja de Bruselas. La secretaría general de la Comisión es un cargo que nunca ha levantado expectación: esta vez es distinto por el perfil de Selmayr, tan brillante como polémico.
Bruselas es una continua lucha por el poder, que a menudo se disfraza en aburridas batallas aparentemente basadas en las reglas y líos de leguleyos. Juncker eligió hace un par de semanas a Selmayr como su secretario general y camufló de puro formalismo un nombramiento eminentemente político. Bruselas tuvo que defender desde el primer minuto su forma de proceder, en un asunto que ha puesto en entredicho la transparencia del brazo ejecutivo de la UE. Los enemigos de Selmayr en las capitales y las instituciones, que son numerosos, han olido sangre. Y la Eurocámara recoge ahora el testigo: el comisario encargado de recursos humanos, Günther Oettinger, defenderá este lunes en sede parlamentaria el nombramiento de Selmayr. Un lío interno, aparentemente formal, asciende así a la categoría de potencial problema político en Bruselas.
Selmayr es poco conocido fuera de las instituciones, pero brilla con luz propia por sus ambiciones y su controvertida personalidad. Su meteórico ascenso —fue nombrado vicesecretario general y solo segundos después secretario general tras la retirada de su antecesor— ha provocado una sacudida en la burbuja de Bruselas, forzada a explicar de forma procedimental un nombramiento que tiene claras resonancias políticas.
“El nombramiento nunca se habló con las capitales; eso no había sido un problema en casos anteriores. La diferencia es el perfil personal de Selmayr: brillante, inteligente y rabiosamente europeísta, ha puesto siempre toda su energía en ganar batallas, no en buscar los consensos necesarios para ganarlas. Se ha metido en todos los follones. Y ahora muchas de sus víctimas quieren pasarle factura”, asegura una alta fuente europea, que aun así le augura “corto recorrido, muy corto” a este asunto.
Selmayr, que estará al frente de 33.000 eurofuncionarios, no tiene grandes amigos en la Eurocámara. Los socialdemócratas —encabezados por los franceses—, los Verdes y la izquierda europea tienen ganas de hacer ruido. Los liberales están divididos, pero al menos los holandeses entrarán al trapo. Y Selmayr ni siquiera cuenta con apoyo incondicional en sus filas: el PPE no maniobró para evitar que el asunto entrara en la agenda. Los líderes de los grupos sí han protegido a Juncker —que no irá al pleno para defender a Selmayr, aunque podría exponer su posición más adelante— y han evitado que se vote para evitar más castigo. “Lo normal es que el suflé baje en unos días, pero si la prensa y la Eurocámara siguen atacando no se puede descartar que la bola de nieve siga creciendo”, según fuentes parlamentarias.
Selmayr (Bonn, 1970) es abogado de formación. Ha trabajado en el BCE, en Bertelsmann y en varios puestos en Bruselas. Llevó en volandas a Juncker al triunfo en las europeas de 2014. Y como su jefe de gabinete no ha dejado de acumular poder desde entonces, con un talento que no le discuten ni sus detractores y que se ha dejado ver en las agendas más controvertidas. Ese talento incluye también atraer todos los incendios: “Selmayr no es la diplomacia personificada”, resume uno de sus colaboradores, “pero es esencial para Juncker”.
El puesto de secretario general es una elección política: eso parece muy difícil de discutir, y nunca antes había provocado el menor problema. Esta vez sí por el polémico estilo Selmayr. Es poco probable que el asunto vaya a mayores, según las fuentes consultadas, pero a la larga puede pasarle factura: mina sus opciones de seguir en la secretaría general en la era pos-Juncker.
¿Una Europa alemana?
Selmayr es el último exponente del poderío alemán en las instituciones, que siempre ha ido más allá de los nombres pero ahora abarca también algunas de las sillas clave. Los secretarios generales de la Comisión, el Servicio Exterior y el Parlamento son alemanes; en el Consejo, el peso de Angela Merkel es formidable. Alemania concentra las jefaturas del BEI, el Mecanismo de rescate (Mede) y de la Junta de resolución de bancos. Y quiere la del BCE.
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