Estados Unidos despide con honores al reverendo Billy Graham
Trump asiste a la ceremonia en el Congreso del influyente pastor estadounidense, cuarto civil de la historia en recibir este homenaje en el Capitolio
Lo conocían como "el predicador de América", fue uno de los reverendos más influyentes de la historia estadounidense, consejero y guía de muchos presidentes, y Washington lo despidió este miércoles con honores de Estado. Billy Graham, fallecido el 21 de febrero a los 99 años, fue homenajeado en el Capitolio por Donald Trump y altas autoridades políticas en la llamada Rotonda del Congreso, una zona donde solo el féretro de otros tres civiles antes que el famoso pastor evangélico ha reposado jamás.
Graham fue conocido por unos sermones multitudinarios que llamaba "cruzadas" y por su ascendente en los presidentes americanos. Rezó con todos desde Harry Truman hasta Barack Obama, ayudó a George W. Bush a dejar la bebida y se hizo muy cercano a Bill Clinton. Este miércoles, la mitad del gabinete de Trump y centenares de congresistas y senadores —con el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, y el líder de la mayoría en el Senado, Mitch McConnell, a la cabeza— acudieron al acto de despedida.
El presidente recordó cuando su padre, Fred Trump, le llevó en 1957 al estudio de los Yankees en Nueva York a ver una de esas cruzadas de Graham. "Fue muy especial", dijo, "los estadounidenses iban en hordas a escuchar a aquel joven predicador. Fred Trump era un gran fan. Fred Trump era mi padre". "Solo podemos imaginarnos a cuántas vidas tocó la figura de Graham", señaló también el presidente, que definió al reverendo como "un embajador de Cristo" que recordó al mundo el poder de la oración y el regalo de la gracia de Dios".
El féretro de Graham se situó sobre el mismo catafalco que acogió en su día el de Lincoln, en 1865. La influencia del pastor se enmarca en un país donde las referencias a Dios y la religión están muy presentes en la vida política, en los dicursos de demócratas y republicanos. El predicador se convirtió en un fenómeno de masas, con más de 400 sermones a los que asistieron hasta 215 millones de personas.
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