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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

A la espera del domador de las cinco estrellas

La política italiana tiende a desactivar riesgos desestabilizadores cooptando fuerzas exógenas al sistema. ¿Pasará con el M5S?

Andrea Rizzi
Luigi Di Maio, líder de M5S, durante un mítin en febrero en Turín.
Luigi Di Maio, líder de M5S, durante un mítin en febrero en Turín.MARCO BERTORELLO (AFP)

Vivimos, en Occidente, el tiempo del triunfo de los outsiders en política, el homo novus que viene desde fuera a cambiar radicalmente las cosas dentro de los palacios de poder. Trump ganó en EEUU con ese perfil, Macron hizo lo mismo –aunque con un programa en las antípodas- en Francia y los brexiters se impusieron con todo el establishment en contra. Italia, a menudo pionera de tendencias políticas, lleva instalada en esta estación desde hace más de tres décadas.

Todos los ganadores políticos desde 1994 hasta ahora lo fueron apoyándose en su presunta calidad de homo novus. Berlusconi, por supuesto. El profesor Prodi, como salvador venido del más allá de la universidad y de la gestión de empresas públicas. Renzi, autoerigido en gran desguazador de la vieja guardia del centroizquierda. Y, desde hace una década, el Movimiento Cinco Estrellas (M5S), pionero de la sedicente lucha contra la casta que tanto eco ha tenido en otros rincones de Europa.

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Pese a su ultracriticada gestión en Roma, escándalos varios, y evidentes inconsistencias, la formación mantiene su auge y los sondeos le colocan como primer partido, con alrededor del 28% de votos (aunque muy lejos de poder tener una mayoría parlamentaria). Sin duda, la clave reside en su notable capacidad de permanecer en constante sintonía con el irreductible deseo de cambio de buena parte de la población italiana; y en su gran habilidad en evitar ser encasillada en el tradicional eje izquierda/derecha, conservando así opciones para beber de todo el espectro electoral. Cuando entraron en el Parlamento y tuvieron que elegir dónde sentarse, optaron brillantemente por la zona alta del hemiciclo: para controlar a los demás abajo, decían. Las urnas dirán qué papel podrá desempeñar el M5S en la próxima legislatura. Parece improbable que pueda gobernar, en solitario o en coalición. Pero hay otra batalla, de medio plazo, que tiene máximo interés.

Italia no es solo pionera en el auge de los outsiders. También es maestra de otra implacable tendencia política: la cooptación por el sistema de los elementos exógenos. La confrontación no está en el ADN italiano. La sutileza maquiavélica, sí. Una de sus artes es desactivar el riesgo de desestabilización a través de la integración. Este es, a medio plazo, el gran baile entre sistema y M5S.A principios de siglo XX, el liberal Giovanni Giolitti intentó incorporar al socialista Filippo Turati a su Gobierno: el democristiano Alcide De Gasperi incluyó a los comunistas en su primer Ejecutivo; Aldo Moro alimentó las convergencias paralelas precisamente con los comunistas: Berlusconi incorporó los posfascistas de Fini y la Liga Norte de Bossi a una cuasi-normalidad democrática incluyéndoles en sus Gobiernos. Es una larga tradición. Será muy interesante ver si y cuándo aparecerá un domador de la fiera con cinco estrellas.

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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