Juncker propone fusionar la presidencia de la Comisión Europea y el Consejo
El luxemburgués aboga en Bruselas por reformular el sistema institucional comunitario
El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, ha abogado este miércoles por reformar la actual estructura de poder de las instituciones comunitarias. Durante una comparecencia en Bruselas, el político luxemburgués ha defendido el fin de la bicefalia que hoy dirige la UE: propone fusionar las presidencias de la Comisión Europea y el Consejo Europeo en una única persona. La intención no es nueva, ya fue planteada en el pasado sin éxito por el expresidente de la Comisión José Manuel Durão Barroso, y por el propio Juncker en su discurso sobre el estado de la Unión pronunciado en septiembre. Pero pese a la ausencia de avances, la idea sigue viva, y con ella busca acotar riesgos futuros. Anticipándose a eventuales desencuentros, el presidente de la Comisión ha calificado de "pesadilla" la posibilidad de que un día los líderes de ambos organismos no compartan una hoja de ruta común y aboquen a Europa al bloqueo.
La reforma no llegaría a tiempo para el mandato de su sucesor, que empezará en 2019, pero Juncker apuesta por que esa suerte de superpresidente sea una realidad tarde o temprano. El Consejo Europeo, donde están representados los Estados miembros, está hoy presidido por el polaco Donald Tusk. La convivencia entre ambos dirigentes, pertenecientes a la misma familia política, la del grupo Popular, no ha tenido por ahora graves sobresaltos más allá de incidentes puntuales. El último rifirrafe se produjo hace dos meses con una disputa en torno a las cuotas de refugiados que deben aceptar los Estados miembros, a las que Tusk se opone contra la opinión de la Comisión Juncker.
Una vez que Europa da por superada la crisis económica —con algunos riesgos todavía latentes—, Juncker vira de nuevo su discurso hacia la acción política. Quiere blindar la UE y cortar de raíz hipotéticas disensiones internas entre sus dos grandes instituciones, aunque aclara que su ambición tiene límites: en un mensaje dirigido a acabar con las insinuaciones del ministro de Exteriores británico, Boris Johnson, —al que no nombró— ha negado que el movimiento sea el germen de un superestado europeo. "Estoy totalmente en contra de un superestado europeo. Es un sinsentido". "No somos Estados Unidos, somos la Unión Europea", añadió.
El debate sobre cómo debe organizarse la estructura institucional de la UE lo ha extendido al número de comisarios. Actualmente, cada uno de los Veintiocho países que conforman la UE tiene una cartera en el Ejecutivo europeo. La Comisión cree que reducir su cifra permitiría trabajar de forma más eficiente, pero teme las consecuencias del cierre del relevante canal de comunicación que suponen los comisarios para los Estados que se quedarían sin representantes.
Juncker, cuyas comparecencias en la sala de prensa de la Comisión no suelen ser habituales, ha dado pinceladas de por donde debería ir la UE posterior a su mandato. Para acercar la política comunitaria a los ciudadanos, ha insistido en que en las elecciones de mayo de 2019 se utilice la fórmula del "candidato principal" —habitualmente conocido en Bruselas por el término alemán, Spitzenkandidat—. Este sistema, del que recela el presidente francés, Emmanuel Macron, obliga a que los grupos políticos hagan público antes de las elecciones el nombre de su candidato a presidir la Comisión Europea para que el votante tenga esa información antes de depositar el sufragio. Una vez conocidos los resultados, el grupo con más escaños colocaría a su candidato como presidente de la Comisión.
El actual presidente ha pedido que se agilice la presentación de los candidatos a sustituirle, y emplazó a que se conozcan sus nombres antes de final de año. El objetivo es que tengan tiempo de dar a conocer sus propuestas y otorgar así más brillo al debate electoral paneuropeo. "Yo no fui presentado como candidato en 2014 hasta dos meses antes de los comicios, y ni siquiera pude ir a todos los países", lamentó. Además, ha apoyado la creación de listas transnacionales que concurran a las elecciones europeas, si bien reconoce que es inviable a corto plazo después de que la Eurocámara votara contra su constitución.
Ante la tendencia a que las elecciones europeas se vean en clave nacional, Juncker ha animado a los partidos a hacer más visibles sus lazos con las formaciones europeas a las que están adscritas, e incluso aportó medidas concretas: propuso a los partidos que usen los logotipos de los grupos políticos europeos a los que pertenecen junto al suyo en los materiales de campaña.
Recorte de presupuesto
Juncker ha asegurado, además, que será necesario recortar los fondos de la Política Agraria Común (PAC) y de los fondos de cohesión en el próximo presupuesto de la Unión Europea. En el mejor escenario, Bruselas prevé un recorte de 115.000 millones de euros entre 2021 y 2027. En el peor, el tijeretazo se iría hasta los 246.000 millones. El recorte podría acabar con las ayudas a todas las regiones de España, Italia y Francia, incluidas las menos desarrolladas y las ultraperiféricas.
Bruselas no es partidaria de un recorte brutal, pero reclama un esfuerzo adicional a los acreedores (Alemania, Austria, Holanda y los nórdicos) para elevar el presupuesto hasta cerca del 1,2% del PIB ante los desafíos que suponen la salida del Reino Unido (uno de los grandes contribuyentes) y las nuevas prioridades políticas en defensa, seguridad e inmigración.
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