La mano derecha (y europeísta) de Emmanuel Macron
“No podemos hablar de milagro mientras los franceses sientan que las cosas no han cambiado lo suficiente”, dice a EL PAÍS y otros medios el ministro francés de Economía y Finanzas, Bruno Le Maire
Emmanuel Macron, según se decía durante la campaña electoral, no era ni izquierdas ni de derechas. Una formulación más ajustada indicaría que era tanto de izquierdas como de derechas. Y más preciso aún sería afirmar que, en los diez meses que lleva en el poder, ha sido algo más de derechas que de izquierdas. En la flexibilización del mercado laboral o en las rebajas de impuestos para los más ricos y para las empresas, el presidente francés ha actuado más como un liberalconservador que como un socialdemócrata, la familia política de la que procede.
Y quien ha abanderado buena parte de estas políticas ha sido un hombre que un día soñó con ser el nuevo jefe de la derecha en Francia y el presidente que sucediera a François Hollande. Después de trabajar durante años en los Gobiernos de los presidentes Jacques Chirac y Nicolas Sarkozy, ahora Bruno Le Maire, ministro de Economía y Finanzas, actúa como la auténtica mano derecha de Macron. Es uno de los artífices de su impulso reformista en Francia, además de un colaborador necesario —es el ministro del euro— en el esfuerzo del presidente por refundar la Unión Europea. Por ahora se resiste a colocarse medallas: rehuye el triunfalismo por los buenos datos de crecimiento y el regreso de la confianza en Francia tras la victoria de Macron en mayo y sus primeras reformas. No hay que dar nada por seguro; nada está hecho.
"No podemos hablar de milagro mientras los franceses sientan que las cosas no han cambiado lo suficiente”, decía Le Maire, de 48 años, hace unos días a un grupo de corresponsales en su despacho en el imponente edificio en el muelle de Bercy, desde el que capitanea el flanco económico de la revolución macroniana. El milagro, en todo caso, sería político. “Ante el paro masivo, ante los fracasos económicos desde hace años, ante las verdaderas incógnitas profundas sobre su identidad y su cultura, el pueblo francés eligió la esperanza en vez la cólera. Cuando vemos el Brexit en Reino Unido, el aumento de AFD en Alemania o el nivel que alcanza el Frente Nacional en Francia, calibramos lo que se ha logrado. En cambio no creo en milagros económicos. Creo en las decisiones, y las que hemos tomado respetan nuestros compromisos de campaña. En Francia ha comenzado una profunda transformación económica”.
Le Maire cita la reforma laboral y la fiscal, que incluye una rebaja del impuesto de sociedades del 33 al 25%, un tipo único del 30% para los ingresos de capitales y la supresión del impuesto sobre la fortuna. La reforma fiscal, dice, es “la mayor que se ha acometido en los últimos treinta años, y con un objetivo clave: aliviar la fiscalidad del capital para financiar nuestra economía”. La teoría es que demasiados impuestos “impiden a las empresas financiar su desarrollo e innovar”; los impuestos más bajos liberarán dinero para relanzar las inversiones y el crecimiento. "Uno de nuestros objetivos”, dice como ejemplo, “es convertir París en la primera plaza financiera de Europa”.
Ministro de derechas, sí: algunas ideas del Gobierno francés actual casi podrían evocar a las de Ronald Reagan en los Estados Unidos de los años ochenta. Pero es una derecha francesa, y su derecha es estatista y social. También europeísta.
Un liberal ortodoxo quizá no promovería con tanto entusiasmo la iniciativa para crear un sistema de imposición a escala europea para las llamadas Gafa, las grandes empresas tecnológicas (Gafa es el acrónimo de Google, Amazon, Facebook y Apple). “Es imposible, insostenible, hacer pagar impuestos de una manera a las empresas manufactureras y ver evaporarse miles de millones de los beneficios realizados por las Gafa en nuestro territorio europeo. Europa siempre ha creído en la economía al servicio del progreso, la educación, los valores”.
En un Gobierno con una nutrida presidencia de literatos —desde el propio Macron, que guarda en el cajón como mínimo una novela de juventud, hasta el primer ministro, Édouard Philippe, coautor de dos novelas policiacas notables—, Le Maire destaca como el más literario de todos. Su bibliografía es seguramente la más amplia de los miembros del actual Ejecutivo francés —ocho libros— y la más selecta. Es el único que ha publicado en la colección blanca de la editorial Gallimard, el summum de la excelencia literaria en Francia. Él ve la política con ojos literarios. “¿Quién, en mí, escribe? ¿Quién hace política?”, se pregunta en Jours de pouvoir (Días de poder), un dietario sobre sus años como ministro de Agricultura. “De momento soy incapaz de responder a estas preguntas. La política nutre mi escritura, y la embrida. La literatura coloca un espejo ante mi acción política, y la juzga”.
A Le Maire, germanófilo e italianófilo, le interesa más lo que en inglés llaman el big picture —la perspectiva amplia— que la burocracia contable que ha ocupado a algunos de sus antecesores.
“Cuando antes tengamos un Gobierno en Alemania para trabajar y decidir, mejor”, dice. Tanto él como Macron tienen prisa por poner en marcha, junto a Berlín, el plan para reformar la UE y la zona euro, con un ministro de Finanzas y un presupuesto común. “Francia no renunciará a sus ambiciones, porque es una necesidad para la zona euro, para afrontar los próximos choques económicos y volver a dar confianza”. En caso contrario —si Europa renuncia al principio de solidaridad combinada con rigor presupuestario, y si cesa el impulso integrador—, el riesgo es el regreso de los populismos, la disgregación. Nada puede darse por seguro en la UE del siglo XXI. La convicción de Bruno Le Maire: “Europa no es una certeza, es un combate”.
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