Trump propone 1,5 billones para infraestructuras pero sin dar pistas de su financiación
El presidente vuelve a dejar en el aire la viabilidad de su próximo gran objetivo político
Primero fue el recorte fiscal y ahora le llega el turno a las infraestructuras. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, volvió el martes a presentar su plan para invertir 1,5 billones de dólares en este sector como su próxima gran meta política. No es la primera vez que lo hace. En el último año ha sacado a relucir esta promesa siempre que ha tenido ocasión, pero nunca la ha concretado. En su discurso sobre el estado de la Unión tampoco avanzó más. Anunció que se desarrollaría en colaboración con las administraciones estatales y locales y que aprovecharía la inversión privada allá “donde fuera apropiado”. Poco más. El resto fueron grandes palabras y la apelación a los demócratas a sumarse a un pacto.
“Juntos podemos recuperar nuestra herencia como constructores. Construiremos flamantes carreteras, puentes, autopistas, vías férreas y vías fluviales por toda nuestra tierra. Y lo haremos con corazón estadounidense, con manos estadounidenses y con agallas estadounidenses”, dijo el presidente.
Su llamamiento a un acuerdo surge de una necesidad política. La ley requeriría una mayoría de 60 votos sobre 100 en el Senado, una cámara donde los republicanos sólo disponen de 51 escaños. Los demócratas no se han mostrado contrarios a esta iniciativa, aunque han mantenido su cautela ante la indefinición del proyecto.
Nadie pone en duda que Estados Unidos necesita una profunda mejora de infraestructuras. Desgastadas por años de abandono, sus redes de transporte y distribución de agua y electricidad distan mucho de las europeas. Pero en un país donde el núcleo conservador es alérgico al gasto público, la Casa Blanca no ha explicado aún cómo financiaría este inmenso esfuerzo. Y aquí todo parece remar en contra. La deuda pública es astronómica (14 billones de dólares en 2016), el déficit supera el 4,41% del PIB y en Washington gobierna un líder cuyo principal éxito ha sido poner en marcha una reforma fiscal que ha impuesto un recorte 1,5 billones de dólares en los próximos 10 años. El dinero, con estas cuentas, no aparece.
Ahí radica el principal escollo para Trump. Entre bastidores, se han filtrado algunos planes de menor aliento. Uno limitaría el gasto federal a 200.000 millones en un decenio y el resto quedaría a expensas de aportes del sector privado y otras administraciones. La Casa Blanca no lo ha respaldado públicamente y, hasta la fecha, se ha limitado a apuntar la necesidad de un gran pacto para su plan de infraestructuras. Un cebo evidente en un año en el que se celebran elecciones para renovar la totalidad de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado. Quizá ese sea el mejor argumento de Trump.
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