La larga y confusa espera de la familia de la monja colombiana secuestrada por Al Qaeda
Su hermano confía en que el llamado de la religiosa para que el Papa interceda por su liberación sea atendido en el Vaticano
Sabían que Al Qaeda había sido responsable del atentado a las Torres Gemelas en Nueva York. Nada más. La familia de Gloria Cecilia Narváez, la monja colombiana secuestrada el 7 de febrero de 2017 en Malí, dice que fue solo hasta que se confirmó que la religiosa estaba en manos de ellos que empezaron a averiguar en dónde y bajo qué ideas se movía ese grupo yihadista. “Fue sorprendente y muy preocupante cuando supimos quiénes la tenían. No es un grupo cualquiera, tienen mucho poder”, dice su hermano Edgar desde Pasto, en el sur de Colombia.
La monja, que pertenece a la comunidad franciscana, llevaba más de 15 años fuera del país. Su sueño desde que era adolescente había sido unirse a una congregación e irse de misionera por el mundo. Y así lo hizo hasta febrero de 2017. Estuvo en México, luego en Ecuador y hace casi 16 años viajó a África, en donde se dedicó a programas de alfabetización y costura. Primero en Benín y desde hace ocho años en la aldea Karangasso, en el suroeste de Malí.
Una de las monjas que estaba con Narváez la noche que se la llevaron contó que siete hombres armados entraron a la casa, en donde solo había religiosas, y después de amenazar de muerte a una de ellas, sacaron a la fuerza a la colombiana que se identificó ante ellos como la superiora. La autoría del secuestro se confirmó cinco meses después. En julio, Al Qaeda reconoció el rapto y difundió un vídeo en el que se veía a la religiosa y se confirmaba que estaba junto a otros cinco rehenes. “Fue un alivio saber que estaba viva”, cuenta su hermano.
En las imágenes aparecía sin sus acostumbrados hábitos religiosos y los secuestradores hablaban de un supuesto plan para despojar a los musulmanes de sus creencias. “Gloria Cecilia Narváez fue enviada por su congregación a Malí para respaldar y ayudar a los cruzados predicando el cristianismo y convertir a musulmanes a su religión”, indicaba la traducción del vídeo, original en árabe.
Con esa primera prueba, María Quiceno, de las hermanas franciscanas en Nariño, pidió apoyo y recordó que en las últimas conversaciones con Narváez le había dicho que pretendía permanecer en África un par de meses más y regresar a Colombia. El Gobierno, a través de la canciller María Ángela Holguín, exigió a los captores la liberación de la religiosa y elevó un llamado a Naciones Unidas para lograr el regreso de la colombiana. Sin embargo, desde entonces hasta este martes que apareció un nuevo vídeo, no se había sabido nada del caso.
“Han sido meses difíciles. Durante este tiempo se especuló que se trataba de un secuestro extorsivo, pero nadie nos ha dicho nada, no nos han pedido nada”, dice Edgar, que ha asumido la voz de la familia para dar el testimonio a los medios. Su madre, una mujer de 84 años, se ha mantenido en silencio ante las cámaras.“Mi mamá reza todos los días, es fuerte y se aferra a Dios”, dice el menor de la familia.
“La vemos recuperada. Otra vez está vestida con sus hábitos. Es un alivio su nuevo mensaje”, asegura. Dice que ahora la esperanza está puesta en lo que pueda hacer el Vaticano tras la súplica de Narváez que ha implorado al Papa que interceda "hasta lo imposible” por su liberación.
“Hemos tenido el apoyo de la Policía y del Estado. Nos tienen al tanto del caso y se comunican con nosotros con frecuencia, pero tal vez este llamado al Papa Francisco sea el paso que falta para que Gloria Cecilia regrese”. La familia de la monja colombiana no pierde la fe.
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