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El decisivo juicio a Lula marca el futuro político de Brasil

Un tribunal decide este miércoles si ratifica la condena al expresidente, favorito en todas las encuestas y en riesgo de ser inhabilitado

Lula y Dilma Rousseff en un acto en Porto Alegre el 23 de enero.Vídeo: REUTERS / REUTERS-QUALITY
Xosé Hermida

Es mucho más que el juicio al que llegó a ser uno de los líderes más populares del planeta. Las circunstancias políticas lo han convertido en un juicio al pasado más reciente y al futuro inmediato de Brasil. Tres jueces de Porto Alegre deciden este miércoles si ratifican o anulan la condena a nueve años y medio de prisión de Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil durante ocho años, una leyenda para sus seguidores, un hombre odiado hasta la exasperación por sus detractores. A los miembros del tribunal les corresponde dictaminar si el juez Sérgio Moro, el gran adalid de la lucha contra la corrupción, tenía pruebas suficientes para concluir que Lula fue sobornado por una constructora con un apartamento tríplex en una playa de São Paulo. Esa es la estricta decisión judicial. Pero sus consecuencias serán infinitamente mayores, hasta el punto de condicionar de forma decisiva el rumbo del mayor país de Latinoamérica.

Aunque lo que se juzga es solo la honestidad personal de Lula, todo Brasil sabe que lo que simbólicamente estará sentado en el banquillo de Porto Alegre tiene una trascendencia mucho mayor. El juicio al expresidente se ha convertido en el juicio a toda una época, a 13 años de Gobierno (2003-2016) del izquierdista Partido de los Trabajadores. Para los que reclaman la absolución de Lula, aquella etapa trae el recuerdo de la economía brasileña creciendo como una locomotora y de las políticas de auxilio social que lograron elevar el estatus de decenas de millones de personas condenadas a vivir en la miseria en uno de los países más desiguales del mundo. Para los que desearían ver a Lula no solo políticamente inhabilitado sino incluso entre rejas, lo importante de aquel periodo es que acabó en la mayor recesión económica de la historia reciente del país y en medio de una montaña de acusaciones de corrupción que enfangaron la imagen tanto del PT como de su líder. Nada de eso está sobre la mesa de los tres jueces, pero casi todo Brasil ha planteado la cuestión como si de eso se tratase.

En el tribunal de Porto Alegre también pueden comenzar a decidirse este miércoles las elecciones presidenciales del próximo octubre. Una ratificación de la condena corre el riesgo de dejar fuera de la batalla al que todas las encuestas sitúan como máximo favorito con amplia diferencia sobre sus rivales. Lula quedaría inhabilitado y, aunque un presumible recurso paralizaría la decisión provisionalmente, el líder del PT tendría muchas dificultades para llegar vivo a octubre. De todos modos, puede haber muchos matices en la decisión de los jueces, que, si no hay sorpresas, debería conocerse sobre las 16 horas del miércoles (hora brasileña) tras una sesión que será retransmitida al país. Una ratificación unánime de la condena del juez Moro colocaría a Lula en la situación más comprometida, ya que tendría menos opciones de recurso para ganar tiempo e intentar llegar a las elecciones. Pero una decisión desfavorable por 2-1 le concedería más margen para demorar el proceso en Porto Alegre antes de llegar al Tribunal Supremo. Dirigentes del PT han llegado a reconocer que esa salida hasta podría constituir un alivio para el expresidente.

Tanto el PT como el propio Lula vienen diciendo desde hace semanas que seguirán adelante con la candidatura ocurra lo que ocurra en Porto Alegre. Y todo indica que si el expresidente fuese condenado profundizarían en el discurso que repiten una y otra vez: el candidato mejor situado para ganar la presidencia de Brasil sería apartado de la carrera por una acusación con dudosa base probatoria, según ellos, ya que ni siquiera se ha podido demostrar que el famoso apartamento sea de su propiedad. En función de lo que la defensa de Lula lograse estirar el proceso, podrían hasta producirse situaciones insólitas, como que la inhabilitación definitiva llegase entre la primera y la segunda vuelta de las elecciones. O incluso tras haberlas ganado. Si una parte del país ya discute la legitimidad del sistema político después de las oscuras maniobras que desembocaron, el año pasado, en el impeachment de la también miembro del PT Dilma Rousseff, cualquiera de esas situaciones abriría heridas difícilmente reparables en una de las mayores democracias del mundo. Pero si Lula fuese absuelto, la operación Lava Jato, la mayor investigación contra la corrupción en América Latina, iniciada a partir de los manejos fraudulentos en la petrolera Petrobras, sufriría un revés en su credibilidad difícil de superar.

La actitud desafiante del PT quedó plasmada este martes con la imagen del propio Lula, flanqueado por Rousseff y los principales dirigentes del partido, dando un mitin ante miles de seguidores en Porto Alegre, cerca del lugar donde el tribunal decidirá su futuro. Allí, el expresidente volvió a alardear de sus logros en el Gobierno, a prometer que es posible repetir el milagro de los primeros años de mandato del PT si él vuelve a ganar las elecciones, a cargar contra la “élite” que, según él, quiere destruirle y a insistir en que va a continuar con su campaña. “Solo una cosa me va a sacar de hacer lo que estoy haciendo: el día que me muera”, clamó.

Pero los militantes del PT no estaban solos en Porto Alegre, donde se han desplegado grandes medidas de seguridad. En otras partes de la ciudad, miembros de grupos contrarios a Lula se manifestaban también para pedir su condena. Partidarios y detractores volverán este miércoles a las calles de la ciudad, al tiempo que las protestas de unos y otros se repetirán en otros puntos del país. En São Paulo hasta es posible que los dos bandos se crucen en la avenida Paulista, lugar habitual de concentraciones políticas en la mayor ciudad del país. Otro de los numerosos simbolismos que encierra este juicio que es mucho más que un juicio: el de un país profundamente dividido y sin expectativas de que esa división se vaya a superar a corto plazo.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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