Objetivo China: Pekín y el Vaticano buscan un acercamiento
El Gobierno chino seguirá muy de cerca la visita del papa Francisco a Asia
Durante el periplo de Francisco por el sureste de Asia, un país tendrá la vista muy puesta en cada gesto y cada detalle del Papa: China. Pekín y la Santa Sede carecen de relaciones diplomáticas. Pero se están explorando mutuamente, con cautela, para buscar un acercamiento diplomático que el Pontífice argentino, como su predecesor Benedicto XVI, considera una prioridad. Hasta ahora, la posibilidad de un deshielo ha chocado con un problema hasta ahora irresoluble: la firmeza del Vaticano en que solo el Papa tiene potestad para nombrar obispos, mientras que Pekín considera esa posición una injerencia en su soberanía.
El Papa rompió en 2014 con décadas de frialdad al enviar un telegrama de saludo a su paso sobre espacio aéreo chino de camino a Corea del Sur. Este mayo, China regaló al Vaticano dos obras del pintor Zhang Yang. Hasta ahora, Pekín ha enviado señales mixtas: esta misma semana, China y el Vaticano han acordado el intercambio de obras de arte, 40 de cada lado, para exposiciones en sus respectivos museos a partir del próximo marzo. China ha dicho que espera que el gesto sirva para establecer confianza mutua y “contribuir a la normalización de relaciones diplomáticas”. Aunque, también esta misma semana, se ha filtrado a los medios locales que Pekín ha prohibido a las agencias de viaje chinas que ofrezcan visitas al Vaticano. Aunque ese veto ya existía con anterioridad, no se había puesto en práctica hasta ahora.
La razón de ese castigo, que también afecta al turismo chino del archipiélago de Palau, es Taiwán, que China considera parte inalienable de su territorio. Precisamente, uno de los motivos por los que Pekín actúa con pies de plomo sobre el acercamiento al Vaticano, y otro de los grandes problemas para la normalización de lazos. La Santa Sede es uno de los pocos países que reconocen diplomáticamente a la isla como un Estado.
Para entablar relaciones formales, Pekín exige que los países renuncien a vínculos diplomáticos formales con Taipei. Pero Taiwán es un importante enclave en Asia para el Vaticano: aunque tan solo cerca de un 1,55% de su población, unas 300.000 personas, practica el catolicismo, su presencia es visible a través de universidades como Fu-jen o Wenzao. El vicepresidente, Chen Chien-jen, es uno de sus creyentes.
El otro gran problema es qué ocurriría con los sacerdotes y feligreses católicos dentro de China que se han enfrentado al régimen chino por defender su obediencia al Papa por encima del Estado. Voces tan autorizadas como la del cardenal Joseph Zen, en Hong Kong, han advertido públicamente contra un acercamiento del Vaticano a Pekín que pudiera resultar en un perjuicio para los católicos practicantes en las iglesias no oficiales, o en un abandono de Taiwán.
El Vaticano debe conjugar estas preocupaciones con el potencial que ofrece China, el país más poblado del mundo con casi 1.400 millones de habitantes. Mientras en Europa y otras partes del mundo el catolicismo está estancado y las vocaciones disminuyen vertiginosamente, la segunda potencia económica del mundo vive una explosión de interés religioso.
Auge del cristianismo
El cristianismo, llegado a China de la mano de los misioneros jesuitas san Francisco Javier y Matteo Ricci en el siglo XVI, apenas contaba en 1949 con dos millones de creyentes. Hoy día suma cerca de 40 millones de fieles entre las distintas confesiones, según las cifras oficiales. Pero algunos expertos calculan que la cifra real puede sobrepasar al de los 88 millones de militantes del partido Comunista de China. Este país, según las estimaciones del profesor Yang Fenggang de la Universidad Purdue en Indiana (EE UU), podría convertirse para 2030 en el de mayor población cristiana de la tierra, con 247 millones de creyentes.
Aunque la mayor parte del auge cristiano en China corresponde a las iglesias protestantes. El catolicismo (junto el protestantismo, el islam, el budismo y el taoísmo, una de las cinco religiones que Pekín reconoce oficialmente) se encuentra estancado en torno a los 12 millones de fieles. Se ha transmitido principalmente a través de las generaciones en áreas rurales. La mayoría practica en iglesias no oficiales, fieles al Papa pero que en muchas ocasiones se superponen. Aunque la baja natalidad, la rápida urbanización y la falta de evangelización han impedido que esta confesión disfrute de la explosión en conversiones que sí han logrado otras fes.
El comienzo del nuevo mandato del presidente chino, Xi Jinping, abre un interrogante sobre cómo evolucionarán los contactos entre el Vaticano y Pekín. Pero el jefe de Estado ha expresado en varias ocasiones suspicacias sobre las ideologías procedentes del extranjero, y durante sus primeros cinco años de mando ha estrechado fuertemente el control sobre la sociedad civil, las minorías étnicas y las religiones. En provincias como Zhejiang, una de las de mayor población cristiana de China, se retiraron centenares de cruces de iglesias. Este mismo mes, en una localidad de Jiangxi, en el sureste, las autoridades recomendaron a los residentes cristianos que cambiaran las imágenes de Jesucristo por pósteres de Xi Jinping para ser incluidos en los programas oficiales contra la pobreza.
A lo largo de los próximos días, durante la estancia papal en Asia, China escrutará cuidadosamente cuanto haga el Papa. Y el Pontífice tendrá en cada uno de sus actos el ojo puesto en Pekín. La tarea de Francisco, a la hora de normalizar las relaciones de la Iglesia con el régimen chino, se presenta ardua.
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