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GHASSAN SALAMÉ | Representante de la ONU para Libia

“Las potencias lejanas deben frenar su interferencia en Libia”

El mediador de Naciones Unidas alerta en una entrevista de los riesgos del colapso económico y señala que el suministro de armas desde el exterior se ha reducido

Andrea Rizzi
Ghassan Salamé, durante la entrevista, en Madrid.
Ghassan Salamé, durante la entrevista, en Madrid.VICTOR SAINZ (EL PAÍS)

Seis años después de la muerte de Muamar el Gadafi, la implosión de Libia sigue siendo un inquietante factor de inestabilidad en el Mediterráneo. La solución de la crisis del país africano es endiabladamente complicada. En ella no intervienen conflictos sectarios ni étnicos. Pero precisamente la falta de bloques contrapuestos claros, la extrema disgregación de la sociedad libia, complica la recomposición. Dos Parlamentos, tres Gobiernos, una miríada de milicias armadas hasta los dientes, graves interferencias de potencias extranjeras, fuerte presión migratoria y una catastrófica situación humanitaria: este es el polvorín que trata de estabilizar Ghassan Salamé (Líbano, 1951), representante especial y jefe de la misión de la ONU en Libia desde el pasado mes de junio.

En una entrevista concedida en Madrid, Salamé desgrana su hoja de ruta: señala la urgencia de paliar el colapso económico a través de la reconstitución de instituciones eficientes y exhorta a las potencias lejanas a dejar de interferir en los asuntos libios. “El volumen de los suministros de armas y dinero desde el exterior a Libia se ha reducido”, señala, en uno de los pocos elementos esperanzadores de la dramática situación.

El pulso geopolítico

“Yo hago una distinción entre actores extranjeros: por un lado, los vecinos inmediatos. Egipto, Túnez, Argelia, Italia… Para estos, Libia es un teatro de necesidad. Tienen razón de estar preocupados y derecho de defender su seguridad y economía. A estos, no se les puede pedir que no interfieran: hay que pedirles que lo hagan de forma coordinada”, comenta Salamé. “Por otro lado, están los actores más lejanos. Para ellos Libia es un teatro de elección. Por supuesto, estos países también tienen intereses ahí. Rusia los tiene. Hay miles de millones de facturas impagadas a empresas rusas. Pueden tener planes de futuro en Libia. Lo mismo vale para Turquía. Pero su situación global no se ve afectada por Libia. Hay que convencerles para que no interfieran demasiado. Pido a los países lejanos que no interfieran, que no tengan planes de solución paralelos, que no suministren armas”.

El juego internacional es uno de los principales factores de envenenamiento de la crisis libia. Simplificando, Rusia, Egipto y los Emiratos Árabes apoyan al general Jalifa Hafter, el hombre fuerte asentado en el este del país y abanderado de la lucha contra el islamismo radical. Occidente, Turquía y Qatar respaldan, en cambio, al Gobierno de Fayez Serraj en Trípoli. Hafter y Serraj anunciaron en París en julio un alto el fuego y un acuerdo para celebrar elecciones en 2018. Las fuerzas de Hafter han logrado en los últimos meses despejar zonas con instalaciones petroleras antes infestadas de islamistas radicales, lo que ha propiciado un incremento de la producción.

—¿Suministra Rusia armas al general Hafter?

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—Algunas, pero no pienso que sea una fuente importante. La involucración rusa en Libia es muy diferente de la siria. Mucho menor. Hafter pide más.

—¿Hay militares rusos sobre el terreno?

—Me dicen que hay asesores militares. Yo no los he visto. Pero no creo que se trate de una presencia fuerte.

La crisis económica

Salamé insiste en subrayar la importancia de frenar la hemorragia económica que hunde a la sociedad libia en la miseria y amenaza con causar nuevas turbulencias. “Libia es un caso de manual de economía de depredación. El país pierde de 400 a 500 millones de dólares al mes en todo tipo de tráficos. Es un enorme macrosistema de depredación. El país está acometiendo un suicidio financiero. En un par de años el suicidio será completo”, señala. “En este cuadro, se produce un empobrecimiento de la clase media. No he visto nada parecido, de forma tan rápida”, prosigue Salamé. “Ahora uno de cada cinco libios necesita ayuda humanitaria. Hay un colapso de los servicios públicos. Tienes hospitales, pero no hay ningún mantenimiento. He visitado uno en el que había maquinaria de alta calidad, de Siemens, Philips. Solo una incubadora funcionaba”. La mejora en la producción petrolera ofrece esperanza, pero es insuficiente. “La producción de crudo, ahora en 1,1 millones de barriles al día, solo es suficiente para pagar salarios”, dice.

La hoja de ruta

El representante de la ONU sostiene que lo prioritario es reactivar las instituciones. “Tenemos instituciones que han estado desactivadas por mucho tiempo y hay que despertarlas; otras que han sido secuestradas, y hay que liberarlas”. En cuanto al proceso político, Salamé considera que el país no está todavía listo para las elecciones de las que se habló en la reunión entre Hafter y Serraj. “No organizaré comicios hasta que no esté convencido de que no voy a añadir un tercer Parlamento a los dos que ya existen, y un cuarto Gobierno a los tres que ya hay. Hace falta un claro compromiso a aceptar los resultados. Y resolver cuestiones técnicas, la eficacia de la comisión electoral, y otras cosas”.

Salamé aboga por un proceso inclusivo. Reconoce haber sido contactado por personas que se declaran cercanas a Saif al Islam, uno de los hijos de Gadafi, buscado por la justicia internacional. “Apuesto por incluir en el diálogo a todos aquellos que renuncien a las armas y se comprometan con una solución política a la crisis. Gadafistas incluidos”. E insiste en la importancia de que las potencias lejanas no interfieran. “Hablamos con ellas en ese sentido. Con algunos resultados, debo decir”. ¿Qué resultados? “Permítame que mantenga la discreción. Pero tengo algunas pruebas de que los volúmenes de suministro de armas y dinero se han reducido”.

La vertiente migratoria de la policrisis

A. R.

Uno de los asuntos clave en la policrisis libia es la cuestión migratoria. El país es vía de tránsito privilegiado hacia Italia. Los flujos han ido en aumento y luego, este verano, han sufrido una brusca caída. ¿Está Italia pagando a las milicias para que frenen el flujo? “No tengo información directa”, dice Salamé. “Sé que 14 alcaldes de ciudades costeras han sido invitados a Italia. Sé que se les ha dado oficialmente ayuda, como a la guardia costera. ¿Hay financiación no declarada? Es posible, pero no tengo pruebas. De todas formas, los números están volviendo a subir. Esto no lo resuelve. Lo que hace falta es volver a tener un Estado funcional como interlocutor”. Por otra parte, añade Salamé “hay que observar que algunos de estos migrantes consideran Libia no como un paso, sino como un destino. Esto preocupa a los libios. Con razón. Si cierras la puerta norte, pero la sur sigue abierta… muchos de ellos trabajan ahora como mercenarios”.

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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