Aplausos cibernéticos, carteles y adoración: ‘Tío Xi’, el nuevo emperador de China
La propaganda se desata en torno al presidente a una semana de su discurso de inauguración del Congreso del Partido
Aplaudir al presidente Xi Jinping hasta reventar. O hasta que reviente el móvil. Este es el objetivo de la aplicación que Tencent, el gigante de la tecnología china, ha diseñado para los teléfonos de los ciudadanos que quieran demostrar su entusiasmo por el hombre más poderoso de China, y al que muchos conocen simplemente como Xi Dada (en español, Tío Xi).
El funcionamiento es sencillo: la aplicación muestra unas manos sobrepuestas al anfiteatro del Gran Palacio del Pueblo desde el que Xi pronunció la semana pasada su discurso de inauguración del Congreso del Partido, que duró tres horas y media. Se puede escuchar un corte de 19 segundos del discurso y presionar una y otra vez sobre las manos, que empiezan a aplaudir. Un contador mide el nivel de profusión del aplauso.
Según la página web What´s on Weibo, que analiza las tendencias del Twitter chino, en el primer día de su lanzamiento los ciudadanos ya jugaron más de 400 millones de veces con esta aplicación.
Es una muestra más de la adulación, o del entusiasmo sincero, que rodea a Xi. Un hombre que, a diferencia de su predecesor inmediato, Hu Jintao —un hombre distante y de escaso carisma—, ha cultivado desde el primer momento una imagen de hombre afable y de gustos populares. Un hombre que, mediante su campaña contra la corrupción y su defensa del papel protagonista de China en el mundo, se ha ganado una gran popularidad entre la población.
“Me alegro mucho de que su pensamiento se haya incluido en la Constitución del Partido. Después de cinco años de éxitos es una manera de reconocer sus logros”, afirmaba este miércoles Li Wanjun, un delegado al Congreso por la provincia de Jilin y trabajador en una fábrica de trenes de alta velocidad. “No solo nosotros, los chinos, apoyamos que se incluya su pensamiento, sino los pueblos de todo el mundo que se han visto favorecidos por la ayuda de China”.
Esta popularidad ha venido reforzada por declaraciones públicas de lealtad hacia el presidente y hacia el Partido, prácticamente desaparecidas durante el mandato de Hu pero cada vez más frecuentes en la era de Xi. Mientras el presidente pronunciaba su discurso la semana pasada, las redes sociales chinas se llenaban de imágenes de hospitales, cárceles o incluso guarderías en las que todos —enfermos, presos o niños— seguían absortos por televisión la presentación de Xi sobre el “Pensamiento sobre el Socialismo con Características Chinas para una Nueva Era”.
Todas las cadenas de televisión chinas, nacionales y provinciales, sintonizaban entonces con el Gran Palacio del Pueblo. La única excepción, la televisión de la ciudad de Xiamen, en la costa.
Durante estos días, las calles han estado cubiertas de carteles y pancartas con la imagen de Xi o lemas como Seguir logrando los éxitos del socialismo… con el camarada Xi Jinping como núcleo.
Las loas a Xi son especialmente visibles en la exposición Cinco Años de Logros, instalada en un enorme complejo construido en los años de amistad soviética en el oeste de Pekín, e inaugurada como parte de los preparativos para el Congreso.
Sala tras sala, la exposición pasa revista a los logros de China de los últimos años —el tren de alta velocidad más rápido del mundo, el telescopio mayor, un submarino de aguas profundas— para dejar claro que son éxitos debidos al liderazgo de Xi. La sala dedicada a la remodelación del Ejército —que incluye un área de simulación de lanzamiento de lanzagranadas— incluye no menos de nueve fotografías a gran tamaño del presidente, que ha prometido convertir a las fuerzas armadas en un instrumento capaz de ganar guerras. En el vestíbulo, una enorme estantería exhibe las obras completas del presidente.
La exposición también deja clara una tendencia en la propaganda sobre Xi. Si en los primeros años se tendió a presentar una imagen más humana del líder, ahora se pone el énfasis en plantear los beneficios que ha generado a la nación y describirlo como un hombre de Estado.
En cambio, han casi desaparecido de los mercadillos callejeros los artículos de recuerdos —colgantes, tazas— con la imagen de Xi, solo o acompañado de su esposa, la cantante clásica Peng Liyuan. Aparentemente, el Partido no vio con agrado que se comenzara a hablar de un culto a la personalidad similar al de Mao, y las quincallas desaparecieron con la misma rapidez con la que habían llegado.
Los elogios desmedidos, no obstante, están aún muy lejos de los tiempos de Mao y la Revolución Cultural. Aquellos tiempos en los que Mao regalaba una caja de mangos a una fábrica y el mango se convertía en un objeto de culto, a conservar en formaldehído, reproducir en cera o plástico e incluso venerar en altares.
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